Hay una frase muy conocida que dice: “Si el ejercicio físico fuera una pastilla, no habría médico que no la recetara”. En la actualidad, la medicina considera cada vez más a la actividad física tanto para prevenir como para el tratamiento de las enfermedades.
Incluso, un nuevo estudio científico plantea que su ausencia en las recomendaciones médicas podría ser considerada una omisión en la práctica clínica.
Mikel Izquierdo, catedrático del Departamento de Ciencias de la Salud en la Universidad Pública de Navarra, primer autor del “Consenso global sobre recomendaciones óptimas de ejercicio para promover una longevidad saludable en personas mayores”, publicado en la revista The Journal of Nutrition, Health and Aging planteó que el ejercicio no solo es una herramienta para prevenir el envejecimiento y las enfermedades asociadas, también puede ser útil como medicina cuando la persona que ya se ha enfermado.
“A pesar de las numerosas ventajas del ejercicio, su integración en la práctica médica para las personas mayores sigue siendo limitada. Muchos profesionales de la salud, incluidos los geriatras, necesitan más capacitación para incorporar el ejercicio directamente en la atención al paciente”, señaló el experto y consideró que el ejercicio a menudo se reserva para quienes no tienen limitaciones físicas o mentales por temor a las lesiones, cuando “en realidad, el mayor peligro radica en el sedentarismo”, advirtió.
En diálogo con Infobae, el doctor Alejandro Andersson, neurólogo, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), explicó que el ejercicio físico es una de las herramientas terapéuticas más potentes y versátiles que existen.
“Su impacto positivo en la salud ha sido ampliamente estudiado y demostrado en múltiples condiciones médicas, incluyendo enfermedades cardiovasculares, metabólicas, neurológicas y psiquiátricas”, destacó.
En coincidencia con Izquierdo, el doctor Andersson consideró que la falta de recomendación del ejercicio puede considerarse una omisión en la práctica médica. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) y muchas sociedades científicas han incluido la prescripción de actividad física en sus guías de tratamiento. En algunos países, como Suecia y Canadá, los médicos ya pueden prescribir ejercicio de manera formal, incluyendo planes personalizados según la condición del paciente”, detalló el experto.
Por su parte, el doctor Juan Carlos Palombo, médico especialista en Medicina del Deporte (MN 59659) del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) explicó a Infobae: “Ya hace muchos años se considera al ejercicio como el mejor de todos los medicamentos porque no tiene contraindicaciones. Una simple aspirina se contraindica en gastritis o trastornos de la coagulación; un laxante ante una obstrucción intestinal... así otros tantos medicamentos que pueden estar contraindicados o provocar efectos adversos. Mientras que el ejercicio físico, repito, bien recomendado, es el único que no presenta contraindicaciones. Pero debe conocerse el tipo de ejercicio, la intensidad de ejecución, la frecuencia y el tiempo en el que se debe realizar”.
Sin embargo, no es tan simple recomendarlo bien, dijo el doctor Palombo. “Se debe tener conocimiento de lo que llamamos SOMNA. “Esto es el sistema osteomioneuroarticular, la unión de la estructura y la función. Por ejemplo, en una artrosis de rodilla seguramente primero se alteró la función por mal apoyo, sobrepeso, desviación de la columna, que se debió tratar antes de que aparezca el dolor o la deformación. Es importante dar los ejercicios correspondientes a esa patología, porque mal recomendados pueden provocar lesiones o alterar más las ya existentes”.
Y destacó los beneficios del ejercicio complementando el tratamiento. “Se observa que el ejercicio físico disminuye o suprime ciertos medicamentos. Por ejemplo, un paciente hipertenso con exceso de peso al recomendar ejercicio diario, dietas de bajas calorías y bajo contenido de sodio en la alimentación, logramos muchas veces no solo descender la presión arterial, sino también evitar o disminuir o sacar algún medicamento antihipertensivo. Se sabe que el 50% de la hipertensión arterial mejora solo con dieta y ejercicios aeróbicos y no necesita en ese caso de medicación. En pacientes con diabetes tipo 2, aquellos que no usan insulina para su control glucémico, el ejercicio físico es uno de los pilares fundamentales de la prevención y del tratamiento de esta afección.
¿El ejercicio debería recetarse como un medicamento?
El doctor Andersson destacó que, al igual que un fármaco, la actividad física tiene un efecto dosis-dependiente. “Se pueden prescribir diferentes tipos, intensidades y frecuencias según la patología y el paciente. Y, a diferencia de muchos medicamentos, el ejercicio tiene mínimos efectos adversos cuando se realiza de manera controlada”.
Y añadió: “El ejercicio es una estrategia accesible y económica para mejorar la salud pública. En neurología, hay estudios que demuestran que la falta de ejercicio está asociada a una atrofia cerebral acelerada, mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas y una peor recuperación en pacientes con ACV o lesiones neurológicas”.
Y concluyó: “Los médicos debemos considerar el ejercicio como parte del tratamiento integral de los pacientes, integrándolo en la consulta médica con la misma seriedad con la que prescribimos medicamentos”.
El doctor Izquierdo afirmó: “Ya es momento de cambiar de paradigma, de enfoque. El ejercicio físico tiene que ser integrado dentro del tratamiento que dé el médico, además del diagnóstico. El ejercicio tiene el mismo efecto, si no más, que algunos de los fármacos que se están tratando para muchas enfermedades. Ahora, tiene que estar obligatoriamente integrado con la farmacología”, detalló en una entrevista en Noticias de Navarra.
Tal como recoge el consenso global, “la prescripción de ejercicio debe ser personalizada y respaldada por la evidencia científica, adaptada a las condiciones y perfiles de salud de cada persona y dejando atrás las recomendaciones genéricas”. “Caminar no siempre es suficiente y, en algunos casos, las dosis de ejercicio son tan bajas que equivalen a un placebo, algo inconcebible en la medicina moderna”, sostuvo este informe global.
Otro aspecto destacado del informe es el énfasis en el entrenamiento funcional, que prioriza ejercicios de equilibrio y prevención de caídas para garantizar la seguridad, mejorar la movilidad y reducir los factores de riesgo asociados al envejecimiento.
De hecho, la fragilidad no debe verse como “una contraindicación para el ejercicio, sino como una de las principales razones para prescribirlo”, concluyó el informe.
Beneficios del ejercicio
El doctor Palombo explicó las ventajas de cada tipo de entrenamiento: “Si hacemos ejercicios de tipo aeróbico, es decir, aquellos que involucran grandes grupos musculares, como por ejemplo caminar, trotar, nadar, gimnasia, etc., activamos la circulación. Esta conduce el oxígeno a todos los tejidos del organismo, esto llevará a una adaptación cardiorrespiratoria, es decir, corazón y pulmones que llevan la sangre al músculo que va a trabajar. Y si agregamos ejercicios de fuerza con carga o resistencia, con mancuernas, pesas, aparatos, etc., mejoramos también la fuerza muscular, mantenemos el equilibrio y de esta forma logramos lo que se llama la coordinación neuromuscular”.
Los siguientes son los beneficios que aporta la actividad física:
1. Prevención: “Mantenerse físicamente activo reduce el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión, la osteoporosis y algunos tipos de cáncer. También mejora la salud cardiovascular, disminuyendo el riesgo de infarto y ACV”, afirmó el doctor Andersson.
2. Tratamiento: “En pacientes con enfermedades crónicas, el ejercicio puede ser tan efectivo como algunos medicamentos. Por ejemplo, en la diabetes, mejora la sensibilidad a la insulina; en la depresión, aumenta la liberación de endorfinas y serotonina; en enfermedades neurológicas como el Parkinson, ayuda a mantener la movilidad y el equilibrio”, dijo el neurólogo.
3. Envejecimiento saludable: Disminuye la fragilidad, mejora la movilidad y la autonomía en adultos mayores.
4. Impacto en la Neurología: El ejercicio tiene un rol fundamental en la salud del sistema nervioso, tanto en la prevención como en el tratamiento de diversas patologías neurológicas. ”También mejora la conectividad neuronal y favorece la regeneración de circuitos cerebrales dañados. Se ha demostrado que el ejercicio reduce el riesgo de deterioro cognitivo y demencia hasta en un 30-40% y ayuda a eliminar beta-amiloide, proteína asociada con la enfermedad de Alzheimer. Y en casos de Parkinson, mejora la movilidad, la marcha y la coordinación, además de reducir la rigidez y la bradicinesia (lentitud en los movimientos voluntarios)”, dijo Andersson.
Recomendaciones para hacer ejercicio
De acuerdo al consenso, la fórmula óptima combina tres pilares: entrenamiento aeróbico; desarrollo de la fuerza y los ejercicios de equilibrio, para prevenir caídas, uno de los grandes riesgos para las personas mayores.
El doctor Andersson dijo que las guías internacionales recomiendan:
Adultos:
- Al menos 150-300 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado (caminar rápido, bicicleta, natación) o 75-150 minutos de actividad intensa (correr, HIIT —Entrenamiento de intervalos de alta intensidad—, deportes).
- Ejercicios de fuerza dos veces por semana para mejorar masa muscular y salud ósea.
- Reducir el sedentarismo, evitando largos períodos sin moverse.
Adultos mayores:
- Mantener actividad aeróbica y de fuerza.
- Incorporar ejercicios de equilibrio para prevenir caídas.
Personas con enfermedades crónicas:
- Adaptar el ejercicio según la condición (por ejemplo, ejercicios de bajo impacto en artritis o actividad progresiva en pacientes con enfermedades cardiovasculares).
El doctor Palombo dijo que hay que recordar siempre la palabra FIT. F de frecuencia, I de intensidad y T de tiempo.
- Frecuencia: el ejercicio debe hacerse todos los días. “Es decir, adoptarse como un estilo de vida. Al igual que cepillarse los dientes, vestirse, etc., debemos buscar el momento en el día para realizar la caminata. Muchos preguntan si la cinta es útil. La respuesta es sí, pero siempre dentro de la capacidad y habilidad para realizarla”, completó el doctor.
- Tiempo: “Siempre comenzar de a poco, 5 a 10 minutos, al principio de acuerdo a la capacidad física y a la adaptación cardiomuscular y esquelética. Se aumentarán de 3 a 5 minutos por semana hasta llegar al tiempo acordado”, añadió el doctor.
- Intensidad del ejercicio, de los tres factores mencionados, es el más importante, comentó el médico. ¿Por qué? “Porque depende de la frecuencia cardíaca máxima del individuo. Existe una ecuación que es 220 menos la edad del paciente. Es decir, si tiene 60 años es 220-60 igual 160, que es la frecuencia cardíaca máxima de ese corazón de cada persona. Se debe comenzar a caminar a una intensidad del 50 a 55% de la frecuencia cardíaca máxima e ir aumentando 5% cada 21 días de acuerdo a la mejoría de la capacidad cardiorrespiratoria, es decir, del metabolismo aeróbico”, dijo el especialista en Medicina del Deporte.
Luego sumó que hay que tratar de pasar de ese 50% hasta el 70% de la frecuencia cardíaca máxima con el tiempo establecido por cada uno. “¿Y cómo nos damos cuenta si la intensidad es la correcta? Se debe realizar la caminata sin llegar a faltar el aire ni cansancio extremo, etc. Se debe poder entablar una conversación mientras caminamos sin que nos falte el aire, pudiendo hablar correctamente, de lo contrario, detenerse a descansar hasta que esa sensación ceda”, recomendó el médico.
En conclusión, el doctor Andersson expresó: “El ejercicio no solo fortalece el cuerpo, sino también el cerebro. Su impacto en la prevención y tratamiento de enfermedades es tan significativo que cada vez más médicos y científicos lo consideran una herramienta terapéutica esencial. Implementarlo en la práctica clínica no es solo recomendable, sino necesario”.