
La fibra es uno de los componentes más subestimados en la dieta, pero también uno de los más esenciales. Basta con dejar de consumirla por solo tres días para que tu intestino empiece a resentirlo.
Y lo peor: muchas personas lo hacen sin darse cuenta.
La fibra se encuentra en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y semillas, y aunque no se digiere ni se absorbe como otros nutrientes, juega un papel crucial en la salud digestiva, la microbiota intestinal y el control del azúcar en sangre.

¿Qué pasa si eliminas la fibra, incluso por poco tiempo?
Estudios señalan que al eliminar la fibra de la dieta, aunque sea temporalmente, se reduce la diversidad de bacterias buenas en el intestino, lo que afecta directamente tu salud digestiva, inmunológica y metabólica.
En solo tres días sin fibra:
- Disminuye la motilidad intestinal, lo que provoca estreñimiento o sensación de pesadez.
- Se altera el equilibrio de la microbiota, aumentando bacterias inflamatorias.
- El intestino produce menos mucosa protectora, lo que puede provocar mayor sensibilidad o inflamación.
- Se debilita la capacidad de regular el apetito y los niveles de glucosa.

¿Qué tipos de fibra necesita tu cuerpo?
Existen dos tipos:
- Fibra soluble: se disuelve en agua y forma un gel que ayuda a regular la glucosa y reducir el colesterol (avena, manzana, linaza).
- Fibra insoluble: da volumen a las heces y promueve el tránsito intestinal (verduras, salvado de trigo, frutas con cáscara).
Ambas son necesarias y actúan como alimento para las bacterias benéficas del intestino (prebióticos).

¿Cómo saber si te está faltando fibra?
- Estreñimiento frecuente
- Gases o inflamación
- Hambre continua, incluso después de comer
- Cansancio o niebla mental
- Inmunidad baja o infecciones frecuentes
¿Cuánta fibra necesitas?
La OMS recomienda entre 25 y 30 gramos diarios. Una manzana con cáscara tiene alrededor de 4 g, media taza de lentejas, unos 8 g. Con pequeños ajustes puedes lograrlo sin suplementos.
Tres días sin fibra pueden alterar más de lo que imaginas. Tu digestión, inmunidad y salud metabólica dependen de una microbiota diversa y bien alimentada. La fibra es el combustible que esa maquinaria necesita todos los días.