
Nutricionistas, dietistas, gerontólogos y epidemiólogos han buscado por años la clave para alargar la esperanza de vida y cumplir así un mayor número de años. De esta manera, la mayoría de las investigaciones se centran en el estudio de diferentes células. En el ámbito de la biomedicina, se investigan fármacos como la metformina y terapias con células madre para regenerar tejidos y combatir enfermedades asociadas con la edad. Mientras, Los epidemiólogos examinan factores ambientales y estilos de vida en poblaciones longevas, como las Zonas Azules, para identificar patrones comunes.
Los expertos de la neurociencia se centran en la prevención de enfermedades neurodegenerativas y el papel de la estimulación cognitiva en el envejecimiento saludable. Por su parte, los genetistas apuestan por examinar el ADN de personas centenarias y la influencia de los cromosomas en la longevidad. De todos ellos se pueden obtener grandes resultados. No obstante, Manel Esteller ha realizado una investigación que ha dejado asombrado a muchos expertos, pues ha demostrado que la vejez no va necesariamente asociada a la enfermedad.
Sus conclusiones las ha evidenciado con un seguimiento de la microbiota de Maria Branyas, la española que fue la mujer más longeva del mundo con 117 y la octava más longeva de la historia, hasta el lunes 19 de agosto de 2024, el día que “se apagó durmiendo” en la residencia de Olot en Girona, confirmó la familia a EFE. Según las palabras de su hija Rosa a la agencia de comunicación, “ha vivido tanto porque no ha tenido ninguna enfermedad”, sobrevivió a la covid en 2020, con 113 años, y se convirtió en la persona mayor del mundo el 17 de enero de 2023, cuando falleció la francesa Lucile Randon con 118 años.
“Tenía una microbiota como la de una niña”

Maria consciente de que era la persona de mayor edad del mundo, no se atribuyó “ningún mérito”. La gran longeva pasó sus últimos días sin dolor. A pesar de tener “una bajada bastante grande”, “no le duele nada ni padece ninguna enfermedad”, aseguró Rosa a EFE. Branyas fue perdiendo la visión, el oído y la memoria hasta la madrugada del 19 de agosto. Ante el insólito caso de la mujer de 117 años, Manel Esteller, una de las máximas autoridades en epigenética y en el estudio del envejecimiento y el cáncer, ha revelado los resultados de la investigación “más exhaustiva y completa” que se ha hecho a una persona supercentenaria. El genetista decidió estudiar las células de Maria porque: “Hay bastantes personas centenarias en el mundo, pero pocas supercentenarias, que son las que sobrepasan los 110 años”, lo que la hacía muy especial.
Durante sus observaciones celulares, el experto detectó que la supercentenaria “tenía una microbiota como la de una niña” y “un genoma privilegiado”. De este modo, los expertos que han explorado su caso coinciden en que la vejez no va necesariamente asociada a la enfermedad, pues el código genético heredado de los progenitores de Branyas hacía que las células “se sintieran” y “se comportaran” como unas más jóvenes, haciendo que tuviera una edad biológica diecisiete años inferior a la cronológica, afirmó el investigador del Instituto Josep Carreras y catedrático de genética de la Universidad de Barcelona. Igualmente, este patrón genético “le concedía una gran protección frente a enfermedades cardiovasculares y de otros tipos, y su microbiota hacía que tuviera una baja inflamación intestinal; lo que hizo que no padeciera ninguna enfermedad. Así que, la combinación de un genoma selecto y su microbiota intestinal fueron la combinación perfecta para “que hubiera un decalaje entre su edad cronológica y la biológica”.
Los equipos de investigadores de gran prestigio internacional, que inspeccionaron los genes de Maria, realizaron un análisis transcriptómico, metabolómico, proteómico, microbiómico y epigenómico de diferentes tejidos que detectaron: un perfil lipídico excepcional (altos niveles de colesterol bueno y bajos de los malos), una regulación óptima del azúcar en sangre (lo que reduce el riego de diabetes y obesidad), un sistema inmunológico equilibrado y autoinmune y un bajo perfil inflamatorio (con bajas concentraciones de glicoproteínas A y B).
El estilo de vida de Maria Branyas

Además de obtener unos datos excepcionales de sus genes, Maria también contaba con unos hábitos envidiables. Los especialistas detectaron que la gran longeva seguía una dieta mediterránea que incluía tres yogures al día; lo que podría haber contribuido a mantener sanas las bacterias intestinales. Además, “le gustaba andar, no bebía alcohol ni fumaba y estaba acompañada muy a menudo de su familia, con lo cual no se sentía aislada y esto evitaba la demencia”, ha detallado Esteller.
Sin duda, gracias a los resultados de este estudio, los autores podrán desarrollar “fármacos útiles en la lucha contra el envejecimiento”, definir las “dietas adecuadas” para alargar la esperanza de vida y elaborar “tipos de patrones prebióticos asociados a la longevidad”. Sin embargo, el descubrimiento más destacado de la investigación de Esteller y su equipo es que el envejecimiento y la enfermedad no tienen por qué estar vinculados, lo que “desafía la percepción general de que están inexorablemente ligados”, explican.