Fueron los primeros en llegar y los últimos en irse. La fundación World Central Kitchen, creada por el chef José Andrés en el año 2010, llegó a Valencia a la mañana siguiente de que la DANA azotara cientos de localidades de la zona, dejando a su paso cientos de muertos e incontables daños materiales. La organización, centrada en ofrecer alimento en situaciones de crisis humanitarias como esta, supo reaccionar, llevando hasta las zonas afectadas a miles de voluntarios con ingredientes, ollas y sartenes bajo el brazo. No han abandonado la zona hasta el 8 de enero de 2025, tras más de 6,2 millones de comidas y 1,7 millones de kilos de productos frescos e ingredientes esenciales.
En contextos como este, en los que un plato de comida caliente se convierte en una necesidad inalcanzable para muchos, ellos llegaron de inmediato para repartirlos por doquier. Ahora, World Central Kitchen y su líder, el popular cocinero de origen asturiano, siguen trabajando en la zona, al mismo tiempo que comienzan a recibir reconocimientos por su impagable labor. Hace solo unos días, la organización recibía el premio especial María de Villota por su “extraordinaria respuesta ante las trágicas consecuencias de la DANA”. Lo recogía en nombre de José Andrés y su equipo la cocinera Pepa Muñoz, chef en el popular restaurante madrileño El Qüenco de Pepa y representante de la organización en España.
“Todo reconocimiento es bonito, pero la verdad es que nosotros cuando hacemos cualquier acción de emergencia no pensamos en recoger premios, el premio es estar en la emergencia. Aunque no os lo creáis, es así. El poder ayudar a la gente, para nosotros ese es el premio. Pero que te reconozcan y que la gente se acuerde de ti es muy bonito”, expresa la cocinera, que lleva ya cinco años formando parte del equipo de WCK.
El poder de un plato caliente
La chef madrileña tardó poco en darse cuenta de que lo que estaba pasando en Valencia era de una gravedad tremenda. “Ya huelo la necesidad, tengo el olfato activado para una emergencia así”, cuenta la cocinera en una conversación con Infobae España, todavía con el premio entre las manos. Es un aprendizaje fruto de su experiencia en situaciones de crisis, como fue, por ejemplo, la pandemia de Covid-19, cuando Pepa se dedicó a organizar los menús que WCK repartía entre los sectores más desfavorecidos. Algo similar sucedió después de la tormenta Filomena en 2021, y también durante la llegada de refugiados ucranianos a España, en 2022.
“El propio martes a las 19:36 de la tarde, le mando un mensaje José Andrés en Washington, y en esa misma tarde ya estábamos activando el protocolo”, cuenta la cocinera. Esa misma madrugada prepararon todo para salir para allá. No hizo falta que nadie les llamara, ellos mismos sabían que eran necesarios. Y allí se plantaron, dispuestos a repartir decenas de miles de platos de comida caliente entre los afectados durante días y días.
Para ello contaron con la ayuda de voluntarios y cocineros de la zona, que quisieron sumarse a la organización para poner su granito de arena. Pepa considera la solidaridad un valor común a sus colegas del gremio, algo que hizo que muchos de ellos se movilizaran para aportar en la medida de sus posibilidades. “Este ha sido un escenario completamente de guerra, en el que ha habido gente muy buena”, resume en pocas palabras la chef. “Eso es lo más destacado para mí, la cantidad de gente tan buena que hay y cómo se han volcado, cómo han ayudado, cómo hemos ayudado juntos”.
Pepa describe sus días en Valencia como algunos de los más impactantes de su carrera, al mismo tiempo que tristes, intensos e incluso bonitos, al sentirse rodeada de una inmensa solidaridad. “Cuando pasa en tu país, y sobre todo cuando ha habido tantas víctimas y las hemos visto con nuestros ojos… Pues la verdad es que te toca más”, confiesa la cocinera. “También lo ha vivido José desde que empezó con esto, y ha estado en muchísimos sitios, en Haití, en Puerto Rico... Vives días, no hay ni lunes, ni sábado, ni domingo. En una situación así, todos los días son lunes. Al final convives mucho con ellos, se crea una comunidad, un vínculo que es inevitable que te afecte”.
Fue en la pandemia cuando Pepa se unió a la causa de José Andrés, metiéndose de lleno en el proyecto que ha cambiado su vida. “Yo ya hacía pequeñas cosas solidarias, con Mensajeros de la Paz, cenas benéficas... Pero hay un antes y un después en la pandemia, cuando World Central Kitchen llega a mi vida. O yo llego a la vida de World Central Kitchen”, cuenta la cocinera.
Todo fue gracias a su amigo y compañero de profesión, José Andrés. “José es mi hermano y yo, para él, soy su hermana. Nos dicen que somos hermanos gemelos a los que separaron al nacer, somos muy parecidos. Nos lo dicen incluso nuestras mujeres. Y José, tanto en esta Dana, como en cualquier situación de emergencia, y por supuesto en mi vida personal, es una persona que quieres tener toda la vida a tu lado”. Después de estar durante semanas ayudando a los afectados por la DANA, el chef José Andrés y su ONG World Central Kitchen se han desplazado ahora a Los Ángeles para dar de comer a los equipos de emergencia que trabajan extinguiendo los incendios que asolan la zona.
La magia del Qüenco de Pepa
Pepa fue una apasionada a la cocina desde niña. Con 9 años ya limpiaba calamares y boquerones en el negocio familiar y con 11 ya cocinaba al lado de su padre, Pepe, al que acompañaba a los caterings que daba por toda España. “Mis primeros recuerdos son, siempre lo digo, un arroz con leche de mi abuela. Y luego partir calamares y freír pescado. Lo recuerdo mucho, ahora mismo lo tengo en la mente, en la freidora, friendo pescado en nuestra casa de Córdoba, en la calle General Martínez Campos. Y ver a mi padre y a mi madre trabajar, trabajar y trabajar mucho”, recuerda la cocinera.
De enseñanza autodidacta y curiosa por naturaleza, Pepa aprendió a base de cocinar. Fue en 2003 cuando, junto a su socia y esposa Mila Nieto, puso en marcha su particular interpretación de la gastronomía, haciendo realidad un restaurante que se convertiría en un clásico del panorama madrileño, El Qüenco de Pepa. El restaurante, galardonado con un Sol Repsol desde hace casi una década, lleva más de dos décadas ofreciendo una carta de recetas tradicionales adaptadas a la visión de Muñoz.
Las verduras (y concretamente el tomate), son las grandes protagonistas de su carta, aunque, asegura, a día de hoy se inclina más por las legumbres, un ingrediente que representa el momento en el que se encuentra su cocina. La suya es una cocina “tradicional pero renovada, que tiene mucha identidad”, describe en pocas palabras. Bajo esta premisa trabajan las 56 personas que empujan al unísono para hacer avanzar su restaurante, que cumple este año 22 temporadas y que, de momento, no ve su final. “Yo me veo muchos años en mi restaurante, haciendo la cocina en la que yo creo”, sentencia Pepa, con una sonrisa por bandera.
Es quizá su simpatía natural y su saber tratar a los clientes lo que hace que sus mesas se llenen a menudo con las caras más conocidas del panorama social, cultural e incluso político español. Han probado sus platos de cuchara desde Felipe González hasta Almeida, y también Jill Biden, ex primera dama de Estados Unidos. No quedan atrás artistas, toreros, celebridades... Sobre las razones que llevan a tantos famosos a sentarse en su mesa, no parece tener clara la clave.
“En mi restaurante se da un trato muy personalizado, pero también se come muy bien, por supuesto. Hay que dar de comer bien porque tú puedes ser muy simpática, pero si no das de comer bien nadie vuelve”, responde. “No quiero perder esas recetas que dejaron nuestras abuelas o nuestras madres. Peleo por ellas, más bien cocino por ellas y lo veo con larga vida. Mientras que yo pueda, ahí estará”.