
Consumir alimentos ricos en grasas saturadas -como las hamburguesas de los negocios de comidas rápidas, el jamón cocido, la morcilla o la manteca, entre otros- durante apenas tres días podría ser suficiente para desencadenar problemas de memoria y cambios inflamatorios en el cerebro de adultos mayores.
Así lo sugiere una investigación que fue realizada por científicos de universidades de los Estados Unidos, a partir de una experimentación en ratas. En la publicación, que realizaron en la revista Immunity & Ageing, los investigadores detectaron efectos negativos del consumo de estos alimentos en el cerebro, incluso antes de que se presenten alteraciones metabólicas o intestinales significativas. Es decir, el trabajo reveló el impacto directo de la dieta en la salud cerebral.
En diálogo con Infobae, el médico neurólogo Raúl Arizaga, exlíder del grupo de investigación de demencias de la Federación Mundial de Neurología, opinó: “Prácticamente, todos los factores que producen inflamación y neuroinflamación pueden iniciar la cascada que conduce a la neurodegeneración. Entre esos factores se encuentra la alimentación inadecuada, como el tipo de grasas saturadas. Se debería tener en cuenta que la dieta adecuada es un factor de prevención del deterioro cognitivo”.

Qué son las grasas saturadas y cómo impactan en la salud
La grasa saturada es un tipo de grasa dañina junto con las grasas trans. Son frecuentemente sólidas a temperatura ambiente. Alimentos como la mantequilla, el aceite de palma y de coco, el queso y la carne roja tienen grandes cantidades de grasas saturadas.
Si se consume mucha cantidad, puede llevar a que la persona desarrolle enfermedades cardíacas y otros padecimientos de salud.
Su alto contenido calórico también puede contribuir al aumento de peso si los alimentos con ese tipo de grasas se consumen en exceso, lo que a su vez eleva el riesgo de desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2.

Los investigadores de los Estados Unidos hicieron el trabajo al tener en cuenta que el consumo de una dieta occidental, que está caracterizada por altos niveles de grasas saturadas y carbohidratos refinados, no solo está relacionado con la obesidad y el síndrome metabólico.
Ese tipo de dieta también puede tener un impacto directo en el deterioro cognitivo y el desarrollo de enfermedades como el Alzheimer y otras formas de demencia.
Ese vínculo, que ha sido observado en diversas especies, desde peces cebra hasta humanos, plantea interrogantes sobre los mecanismos subyacentes que conectan la alimentación con la salud cerebral.
Cómo se hizo la investigación

El grupo de investigadores realizó el estudio para analizar los efectos de dietas altas en grasas (HFD) en el comportamiento, la memoria y la inflamación en ratas jóvenes y envejecidas.
Para eso, dividieron a las ratas en dos grupos de edad: jóvenes (3-5 meses) y envejecidas (22-24 meses), las cuales fueron alimentadas con una dieta estándar o con una dieta rica en grasas durante dos períodos diferentes: tres meses (largo plazo) o tres días (corto plazo).
Se midieron cambios en memoria, ansiedad, inflamación central y periférica, además de analizar el microbioma intestinal.
En los experimentos a largo plazo, las ratas que consumieron una dieta alta en grasas durante tres meses mostraron déficits de memoria y comportamientos relacionados con la ansiedad. Eso solo ocurrió en ratas envejecidas.

También se identificó una alteración en las citocinas proinflamatorias y antiinflamatorias en el cerebro de estas ratas alimentadas con la dieta alta en grasas, especialmente en el hipocampo y la amígdala, que son áreas claves para la memoria y el comportamiento emocional.
La inflamación en tejidos periféricos, como el tejido adiposo visceral y el colon, se observó solo tras el consumo prolongado de la dieta alta en grasas.
En cuanto al microbioma intestinal, se registraron cambios significativos con la dieta occidental, como el aumento de ciertas bacterias inflamatorias en las ratas envejecidas.

En el corto plazo (tres días), las ratas envejecidas también desarrollaron déficits de memoria y ansiedad tras consumir esta dieta. Sin embargo, no se detectaron cambios en marcadores metabólicos o inflamación periférica. Los resultados indicaron una rápida alteración en las citocinas cerebrales, pero los cambios en el microbioma intestinal fueron menores y no específicos de la edad.
Los investigadores concluyeron que los efectos de las dietas altas en grasas sobre el cerebro y el comportamiento aparecen de forma rápida y son independientes de las alteraciones metabólicas o de inflamaciones periféricas que caracterizan la obesidad inducida por estas dietas.
Los resultados podrían tener relevancia para diseñar estrategias que mitiguen el deterioro cognitivo en adultos mayores a través de enfoques centrados en el cerebro, incluso antes de abordar las consecuencias metabólicas generales.

Los resultados derribaron la idea de que la inflamación cerebral relacionada con la dieta en el envejecimiento esté impulsada por la obesidad, dijo Ruth Barrientos, autora principal del estudio e investigadora del Instituto de Investigación en Medicina del Comportamiento de la Universidad Estatal de Ohio.
“Las dietas poco saludables y la obesidad están vinculadas, pero no son inseparables. Realmente buscamos los efectos de la dieta directamente en el cerebro. Y mostramos que en tan solo tres días, mucho antes de que se instale la obesidad, están ocurriendo grandes cambios neuroinflamatorios”, dijo Barrientos.
La investigación contó con el financiamiento de agencias como el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos. Este trabajo marca un avance crucial en cómo las grasas saturadas afectan el envejecimiento cerebral y el comportamiento.