
Mostrar las emociones mediante el llanto no indica debilidad; puede transformarse en una herramienta valiosa para el bienestar emocional y físico, según especialistas y estudios citados por The Telegraph.
Aunque la cultura laboral y social durante décadas promovió la idea de que llorar refleja fragilidad, la evidencia científica y los testimonios de expertos afirman que las lágrimas cumplen funciones esenciales para la salud mental y la conexión interpersonal.
Durante los años 80, la presencia de mujeres en el entorno laboral era limitada y el llanto se consideraba inaceptable, una muestra de vulnerabilidad empresarial capaz de afectar la carrera profesional.
Incluso en la actualidad, muchas personas deciden ocultar sus lágrimas en el trabajo, optando por apagar la cámara en reuniones virtuales para no evidenciar sus emociones.
Datos que desmienten el tabú
Las cifras revelaron que el llanto en el ambiente laboral es más común de lo imaginado. Un estudio realizado por Vision Direct, citado por The Telegraph, indicó que más de un tercio de los británicos reconoció haber llorado en el trabajo al menos una vez en el último año.

El 55% de los encuestados mencionó el estrés como el principal detonante. Se observaron, además, diferencias generacionales: el 34% de la Generación Z admitió haber llorado en el trabajo, frente al 7% de los Baby Boomers.
Esta evidencia refleja un cambio en la forma en que las nuevas generaciones gestionan y expresan sus emociones en el entorno profesional.
Consecuencias de reprimir las lágrimas
Reprimir las lágrimas puede acarrear consecuencias negativas. El psicólogo clínico Cord Benecke de la Universidad de Kassel descubrió que quienes no lloran tienden a aislarse socialmente y describen sus relaciones como menos conectadas, experimentando con mayor frecuencia sentimientos negativos como rabia y disgusto.

Investigaciones de la Universidad de Tilburg, en los Países Bajos, citadas por The Telegraph, indicaron que las personas que evitan la cercanía emocional y reprimen las lágrimas tienden a mantener distancia emocional, lo que dificulta establecer vínculos profundos.
La función biológica y social del llanto
Desde lo biológico, las lágrimas cumplen funciones diversas. El cirujano oftalmólogo Sancy Low explicó que existen tres tipos principales: basales, que lubrican y protegen los ojos; reflejas, que se producen ante irritantes como la cebolla; y emocionales, que surgen en respuesta a sentimientos intensos como la impotencia o la pérdida.
Las lágrimas emocionales concentran más proteínas, lo que las vuelve más viscosas y visibles en el rostro. Esta liberación puede actuar como válvula de escape cuando las emociones o el estrés superan ciertos límites, ayudando a restablecer el equilibrio afectivo.
El llanto es también un mecanismo de señalización social. Ad Vingerhoets, profesor de emociones y bienestar en la Universidad de Tilburg, dedicó su carrera al estudio de la ciencia de las lágrimas.

Sus investigaciones demuestran que los seres humanos son la única especie que produce lágrimas emocionales y mantiene esta capacidad en la adultez. Vingerhoets sostiene que la función principal del llanto es conectar a las personas y promover la empatía.
Sus hallazgos revelaron que quienes observan a alguien llorar tienden a brindar ayuda y apoyo, reforzando la idea de que las lágrimas pueden fortalecer los lazos sociales.
Los efectos del llanto: alivio, indiferencia o malestar
A pesar de sus beneficios, el impacto del llanto varía según varios factores. Vingerhoets, en declaraciones a The Telegraph, indicó que solo la mitad de las personas se siente mejor después de llorar; el 40% no nota cambios y un 10% experimenta malestar.
El efecto positivo está ligado al estado mental, a la situación que provoca las lágrimas y a la reacción del entorno. El apoyo y la comprensión de quienes rodean a la persona que llora resultan determinantes: si la respuesta es empática, el llanto tiene efecto reparador; si la reacción es de burla o enfado, el impacto resulta negativo.
Líderes y figuras públicas: el cambio de percepción social
Esta transformación en la percepción social también se refleja en el comportamiento de figuras públicas y líderes. El expresidente estadounidense Barack Obama lloró en público al hablar sobre la masacre de Sandy Hook y en su último discurso como presidente de Estados Unidos, transmitiendo sinceridad y autenticidad ante la imposibilidad de modificar la legislación sobre armas.

Eve Poole, experta en liderazgo, sostiene que llorar en el ámbito profesional puede ser señal de fortaleza y de inteligencia emocional, cualidades cada vez más valoradas en el liderazgo actual. Poole relató que sus propias lágrimas en reuniones sirvieron para demostrar empatía y humanidad frente a momentos difíciles.
Las lágrimas, legitimidad y nuevas posibilidades
Con estas evidencias, los distritos investigadores coincidieron en que el llanto deja de ser motivo de vergüenza para convertirse en una manifestación legítima de la experiencia humana.
Las lágrimas permiten señalar aquello que resulta verdaderamente importante y alertan sobre situaciones que superan la capacidad de afrontamiento, abriendo la puerta a la honestidad y al cambio personal y colectivo.
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