
Conservar frutillas frescas durante más tiempo ha sido un desafío constante tanto para consumidores como para productores. Esta fruta, apreciada por su sabor y valor nutricional, se destaca también por su corta vida útil y alta susceptibilidad al deterioro.
Sin embargo, existen métodos validados por la ciencia que permiten reducir el deterioro y el moho, mejorando la calidad de las frutillas y evitando el desperdicio. El baño térmico o termoterapia es una de las estrategias más eficaces respaldadas por la investigación científica internacional y constituye una alternativa práctica para aplicar en casa.
¿Por qué se deterioran las frutillas tan rápido?
Las frutillas, debido a su alto contenido de humedad, delgada piel y abundancia de azúcares, son un medio ideal para el desarrollo rápido de hongos y bacterias. Uno de los principales enemigos tras la cosecha es el moho gris, causado por el hongo Botrytis cinerea.

Una investigación de la revista Postharvest Biology and Technology, citada por Cuerpo Mente señala que la presencia de una sola frutilla afectada dentro del envase puede propagar el moho en cuestión de horas, sobre todo cuando las condiciones de temperatura y humedad son elevadas. Además, los golpes y cortaduras en la superficie de la fruta crean puntos de entrada para microorganismos y aceleran el proceso de putrefacción y marchitamiento.
Esta delicadeza obliga a adoptar estrategias precisas tanto en la manipulación como en el almacenamiento de la fruta una vez adquirida para prolongar su frescura y, así, su vida útil.
La termoterapia: un método avalado por la ciencia
Entre las muchas técnicas analizadas para conservar frutillas, la termoterapia se ha destacado por su sencillez y eficacia. ¿En qué consiste? Diversos estudios, por ejemplo, los publicados en Food Control y Journal of Food Protection, coinciden en que el baño en agua caliente reduce en gran medida la carga bacteriana y fúngica presente en la superficie de las frutas frescas.

El procedimiento es simple y se puede realizar en cualquier cocina sin equipamiento sofisticado. Los pasos recomendados y respaldados científicamente son los siguientes:
- Selección y revisión minuciosa: Al llegar a casa, es fundamental revisar todas las frutillas para descartar aquellas con golpes o signos visibles de moho. La presencia de piezas dañadas acelera el deterioro del resto.
- Preparar el baño térmico: Se debe calentar agua hasta alcanzar entre 50 y 55 grados. Si no se cuenta con un termómetro, una forma válida es mezclar a partes iguales agua hirviendo y agua fría.
- Sumergir las frutillas durante 30 segundos: Las frutillas deben estar enteras, con el tallo incluido. El tiempo es fundamental: una inmersión demasiado larga podría afectar la textura y el sabor, mientras que menor tiempo reduce la eficacia antimicrobiana.
- Enfriar inmediatamente: Al finalizar el baño caliente, las frutillas se deben pasar a agua fría para detener el efecto del calor.
- Secado cuidadoso: Se deben secar con papel absorbente o un paño limpio. Eliminar la humedad es fundamental, ya que el exceso favorece la aparición de hongos.
Después del tratamiento, se recomienda almacenar las frutillas en un recipiente hermético o tapado con film transparente dentro de la heladera . Según estudios científicos, incluidos los mencionados, la termoterapia puede aumentar la vida útil de las frutillas entre cinco y siete días sin alterar negativamente sus características organolépticas.

La acción del agua caliente elimina una parte importante de los microorganismos —sobre todo Botrytis cinerea y bacterias superficiales— sin afectar la integridad de la fruta si se cumplen los parámetros de temperatura y tiempo. Al reducir la carga microbiana inicial, la aparición de moho se retrasa y se disminuye considerablemente el deterioro visible.
Prácticas adicionales recomendadas
La ciencia también subraya la importancia de una manipulación cuidadosa para potenciar los efectos del baño térmico:
- No lavar las frutillas bajo el grifo: La presión del agua puede romperlas, y así facilitar el ingreso de microorganismos y acelerar la descomposición.
- Evitar quitar el tallo antes de almacenar: El tallo protege la pulpa del ingreso de agua y patógenos. Solo debe retirarse justo antes de consumir la fruta.
- Almacenarlas bien secas y refrigeradas: La humedad residual favorece el desarrollo microbiano, por lo que el secado minucioso es fundamental.
Un manipulado correcto y la aplicación del baño térmico forman un sistema integral avalado por la literatura científica para mantener frescas las frutillas durante más tiempo.
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