
Un avance científico reciente indica que la temperatura de la nariz podría convertirse en una herramienta clave para evaluar el estrés, lo que podría transformar el diagnóstico de trastornos de salud mental. Investigadores han demostrado que, mediante cámaras térmicas, es posible detectar cambios sutiles en la temperatura nasal que reflejan el nivel de tensión emocional de una persona, según informó New Scientist.
Este hallazgo abre la puerta a métodos de monitoreo más objetivos y accesibles, con potencial para modificar la forma en que se identifican y gestionan condiciones como la ansiedad y la depresión.
El reto de medir el estrés
El estrés es un factor importante en el desarrollo de enfermedades mentales y físicas, pero su medición ha sido un desafío para la ciencia. La experiencia del estrés varía entre individuos, influida por factores genéticos, sociales y culturales, lo que dificulta la obtención de indicadores universales y fiables.

En este contexto, la posibilidad de contar con un marcador fisiológico visible y no invasivo, como la temperatura de la nariz, adquiere especial relevancia para la salud mental, tal como subraya New Scientist.
Hasta ahora, los métodos tradicionales para evaluar el estrés se han basado principalmente en dos enfoques. Por un lado, los cuestionarios permiten recoger información sobre el estado emocional de una persona, pero suelen aplicarse después de que la situación estresante haya pasado y dependen de la capacidad del individuo para identificar y expresar sus emociones.
Por otro lado, los marcadores biológicos, como la presión arterial, la frecuencia respiratoria y el ritmo cardíaco, ofrecen datos más objetivos, aunque requieren equipos especializados y pueden alterar la rutina del paciente. Además, el propio proceso de medición puede inducir estrés, lo que afecta la fiabilidad de los resultados.
Cámaras térmicas para detectar el “nasal dip”

En este escenario, la introducción de cámaras térmicas representa una innovación relevante. Originalmente usados para detectar fugas de calor en edificios, estos dispositivos han encontrado aplicaciones en medicina para identificar alteraciones de temperatura asociadas a infecciones, inflamaciones y tumores.
Ahora, los investigadores exploran su capacidad para mapear los cambios térmicos en el rostro y, en particular, en la nariz, como una forma de leer los niveles de estrés de manera continua y sin contacto físico.
El fenómeno fisiológico que sustenta este avance se conoce como “nasal dip”. Cuando una persona experimenta estrés, el sistema nervioso redirige el flujo sanguíneo hacia los ojos y los oídos, lo que reduce la cantidad de sangre en la zona nasal. Esta disminución se traduce en un descenso de la temperatura en la punta de la nariz, fácilmente detectable por una cámara térmica.

Este efecto se ha observado en adultos, niños y primates no humanos, lo que sugiere un origen evolutivo en la respuesta al estrés. La nariz, al permanecer relativamente inmóvil, ofrece una señal térmica clara y estable, lo que la convierte en un indicador fiable del estado emocional.
Las aplicaciones prácticas de esta tecnología son amplias. La posibilidad de monitorizar el estrés de forma continua y sin necesidad de laboratorios o equipos invasivos podría beneficiar a bebés que aún no pueden comunicarse verbalmente, a pacientes con dificultades para expresar sus emociones y a personas expuestas a entornos de alta presión, como salas de emergencia, mercados financieros o zoológicos.
Además, el uso de la temperatura nasal como biomarcador permitiría a los individuos tomar conciencia de su propio estrés y modificar su comportamiento en consecuencia. Según destaca New Scientist, la visibilidad de la respuesta al estrés facilita el aprendizaje sobre su impacto en la mente y el cuerpo, tanto antes como durante y después de situaciones estresantes. Un aspecto que podría abrir nuevos horizontes en la que la objetividad y accesibilidad necesarias para la salud mental de millones de personas.
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