
En los últimos años, la evidencia científica ha confirmado que el colesterol elevado está asociado a enfermedades cardiovasculares como infartos o accidentes cerebrovasculares y además al deterioro cognitivo.
Según una presentación reciente en la Alzheimer’s Association International Conference, el colesterol alto es oficialmente uno de los 14 factores de riesgo modificables para la demencia.
Este nuevo enfoque sobre sus implicancias ha puesto el foco nuevamente en la dieta como herramienta preventiva central.
Si bien el cuerpo necesita colesterol para cumplir funciones esenciales, como la producción de hormonas y la integridad de las membranas celulares, la acumulación excesiva de colesterol LDL (el llamado “malo”) en sangre puede provocar obstrucciones arteriales que derivan en múltiples patologías.
La alimentación juega un rol decisivo en este proceso, ya que algunos, especialmente aquellos con grasas saturadas, trans o azúcares simples, inducen directamente su incremento.
Carnes rojas

Las carnes rojas, como la carne de vaca, cerdo o cordero, contienen altos niveles de grasas saturadas, especialmente en cortes como hamburguesas, costillas y asados. Estas grasas incrementan la concentración de LDL en sangre.
Según Harvard Health, “no es necesario eliminar completamente la carne de la dieta, pero sí limitar su consumo y preferir cortes magros como el lomo o el solomillo”.
Además, sugiere reducir las porciones a 85 gramos por comida, e incorporar fuentes proteicas más saludables como pescado, legumbres o pollo sin piel.
Frituras

Según Harvard Health, las frituras son especialmente perjudiciales por contener grasas trans y grasas saturadas, ambas conocidas por aumentar el colesterol LDL.
James Vickers, nutricionista citado por The Telegraph, explica que alimentos como papas fritas, pollo empanado, aros de cebolla o rollitos primavera, están cargados de grasas industriales que, además de aumentar el colesterol, obstruyen arterias.
Harvard Health agrega que “freír alimentos eleva su densidad energética y contribuye a la ganancia de peso”, lo que agrava aún más el perfil lipídico.
Productos de panadería y repostería industrial

Pasteles, galletitas, tortas y demás productos horneados industriales contienen grandes cantidades de manteca o grasas hidrogenadas, fuentes importantes de grasas trans y saturadas.
Harvard Health recomienda evitar estos productos, o bien reemplazarlos al cocinar por alternativas como puré de banana o compota de manzana en lugar de manteca.
Según contó Vickers a The Telegraph, los helados ultraprocesados son otra categoría dentro de este rubro. La nutricionista Rhian Stephenson explica a ese mismo medio, que estos productos “incluyen grasas de coco, jarabe de maíz de alta fructosa y otros ingredientes hipercalóricos que elevan el colesterol”.
Embutidos y carnes procesadas

Salchichas, panceta, chorizo y fiambres están elaborados con los cortes más grasos de la carne roja, lo que los convierte en fuentes potentes de colesterol y grasas saturadas. Aunque las versiones elaboradas con pavo o pollo contienen algo menos de colesterol, siguen siendo consideradas perjudiciales.
Harvard Health recomienda reducir drásticamente su presencia en la dieta y priorizar otras fuentes de proteína con menos grasas.
Aceite y leche de coco

Según datos de la British Heart Foundation, el aceite de coco contiene 86% de grasa saturada, más que la manteca (aproximadamente 50%). La leche de coco también es un riesgo: “una sola lata contiene alrededor de 66 gramos de grasa saturada, más del doble de la cantidad diaria recomendada”, advierte la dietista Orla Walsh.
Aunque hay estudios con resultados mixtos, el consenso de instituciones como la Mayo Clinic y expertos como James Vickers es evitar su uso frecuente y optar por aceites insaturados como oliva o girasol.
Bebidas azucaradas (con alto contenido de fructosa)

El consumo excesivo de bebidas azucaradas, como gaseosas o jugos industrializados, eleva el colesterol a través de un mecanismo hepático.
Katherine Paton, terapeuta nutricional citada por The Telegraph, señala que “cuando bebemos calorías líquidas, el hígado las transforma rápidamente en nuevo colesterol debido a la velocidad de absorción de la fructosa líquida”.
Este punto es respaldado por el estudio del Instituto Nacional de Salud, de Estados Unidos, que identificó al azúcar como un factor que “causa un aumento leve en los niveles de LDL” con evidencia moderada.
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