
El deterioro cognitivo está en alza en el mundo. Las enfermedades que afectan el cerebro aumentan su incidencia en la población cada año y los expertos están preocupados por el estilo de vida de millones de personas que no cuidan su salud física y ello lleva directamente también a un deterioro mental.
Tanto el incremento de la ingesta de alimentos ultraprocesados en la sociedad hoy en día, como los problemas sociales o de estilo de vida de las personas, fueron dos de los temas clave de la conferencia AAIC Neuroscience Next 2025, organizada por la Alzheimer’s Association y coordinada por FLENI en Argentina, fue su relación directa con el deterioro cognitivo.
Este jueves, la doctora Amy Kind, Decana Asociada de Ciencias y Programas de Salud Social en la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin (UW) brindó su charla sobre la prevención de la enfermedad de Alzheimer y las demencias relacionadas en Buenos Aires. El título de su presentación fue: “¿Una vía prometedora para reducir el riesgo?: el exposoma social y la enfermedad de Alzheimer y las demencias relacionadas (ADRD)“.
“Nuestro trabajo se centra en comprender más sobre cómo el exposoma social adverso afecta al cerebro y, específicamente, cómo influye en los riesgos de la enfermedad de Alzheimer. El concepto de exposoma implica un cambio de perspectiva en la investigación de cómo los riesgos ambientales afectan a la salud humana", sostuvo Kind a Infobae.
¿Qué es el exposoma y su impacto en el deterioro cognitivo?

El exposoma comprende no solo la exposición a productos químicos y contaminantes, sino también el estilo de vida, el nivel socioeconómico y el entorno social de un individuo.
Este concepto en Salud Pública fue introducido en 2005 por el doctor Christopher Oscar Wild, epidemiólogo molecular y director de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de Estados Unidos, quien buscó destacar la necesidad de llevar a cabo mediciones más completas de cómo las exposiciones humanas podrían iniciar procesos de una determinada enfermedad.
Por lo tanto, el exposoma surge como una nueva estrategia o herramienta para evaluar los factores de riesgo de enfermedades generadas por el medio ambiente. “Hemos descubierto que las personas que viven en áreas muy desfavorecidas tienen vínculos muy fuertes con mayores tasas de Alzheimer, así como otros tipos de neuropatología en el cerebro", indicó Kind.

Y agregó: “Mediante una métrica llamada índice de privación de área, nuestro equipo desarrolló estudios en muestras post mortem sobre esta tendencia. Esto es muy importante porque nos ayuda a comprender más sobre la focalización del riesgo y la posible intervención para mejorar la salud en todas las poblaciones. El índice de privación es una medida que se ha utilizado ampliamente en los Estados Unidos y es accesible a todas las personas".
“Hemos trabajado mucho para garantizar que todo el público pueda acceder a esta métrica independientemente de su origen, o de su formación o educación. Pueden interactuar con el índice de privación de área a través de una serie de mapas personalizados para aprender más sobre el área en la que viven y aplicar esta información para mejorar sus propias comunidades”, añadió la experta.
Y dejó un último concepto: “Sería fantástico ver este tipo de métricas disponibles en toda Latinoamérica y, en particular, no solo para el público de investigación, sino también para el público en general”
Comidas ultraprocesadas y su relación con el deterioro cognitivo

Respecto a la problemática de la ingesta de comidas ultraprocesadas, tanto las papas fritas, medallones de pollo congelados, hamburguesas industrializadas, pizzas congeladas, salchichas, salsas y hasta comidas preparadas, son parte de la dieta semanal de muchas personas que, sin tiempo para cocinar alimentos caseros o sin el presupuesto para comprar comida de calidad, cae en su consumo, que resulta ser nocivo para la salud, según distintos estudios científicos recientes.
Uno de los más destacados fue publicado a fines de 2022 en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer en San Diego, en donde se probó que los participantes de la investigación que obtenían el 20% o más de sus calorías diarias de alimentos ultraprocesados vivenciaron un deterioro mucho más rápido en el rendimiento cognitivo, en un lapso de seis a diez años, en comparación con las personas con dietas que contenían pocos alimentos procesados.
La doctora Claudia Suemoto, coautora del estudio y profesora asistente en la división de geriatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo y directora del Biobanco para Estudios en Envejecimiento de la misma institución, estuvo presente en la conferencia NEUROSCIENCE NEXT 2025 y explicó a Infobae esta relación directa entre el consumo de alimentos ultraprocesados y el deterioro cognitivo.

“Mostramos por primera vez en 2022 esta asociación y fue sorprendente porque ya se sabía que el consumo de ultraprocesados estaba relacionado con muchas dolencias como el cáncer, el infarto o el ACV. Pero ahora también sabemos que existe una fuerte asociación entre este tipo de alimentos perjudiciales para el organismo y su influencia en la salud cerebral”, explicó Suemoto a Infobae.
El trabajo probó que las personas que consumieron más del 20 % de las calorías diarias de los alimentos procesados tuvieron una disminución de la cognición global un 28% más rápida y una disminución del funcionamiento ejecutivo un 25% más rápida, en comparación con las personas que comieron menos del 20% de estos alimentos.
“Estamos empezando a darnos cuenta de que afectan a la mente. Eso se debe a que provocan inflamación, que puede afectar a los neurotransmisores del cerebro. Los alimentos procesados también actúan a nivel microscópico con miles de millones de células bacterianas que perjudican el funcionamiento del organismo”, agregó Suemoto que es geriatra y epidemióloga con sólida trayectoria en el estudio del envejecimiento cerebral y las demencias.

Los alimentos ultraprocesados se definen como “formulaciones industriales de sustancias alimenticias (aceites, grasas, azúcares, almidón y aislados de proteínas) que contienen poco o nada de alimentos integrales y generalmente incluyen saborizantes, colorantes, emulsionantes y otros aditivos cosméticos”, describe el estudio científico.
Según la experta, los alimentos procesados son en realidad alimentos que tienen ingredientes nocivos para la salud en grandes cantidades. Pueden ser carbohidratos procesados como harina y azúcar, o polvos de proteínas.
Los alimentos procesados requieren poca preparación y suelen ser fáciles de consumir porque no suelen producir una sensación de saciedad tan grande como cuando se comen alimentos integrales como frutas, verduras, legumbres, papas, huevos, mariscos o carne.
“Más allá de la cantidad de calorías, independientemente de la cantidad de alimentos saludables que intentes comer, los alimentos ultraprocesados no son buenos para tu cognición. Sé que a veces es más fácil abrir un paquete y meterlo en el microondas o comprar una hamburguesa procesada, pero a largo plazo te va a costar algunos años de vida. Es mejor hacer la hamburguesa casera con carne picada magra”, recomendó Suemoto.

Infobae: ¿Cómo se le ocurrió hacer foco en esta relación?
Suemoto: Para ser sincera, fue en un almuerzo con una amiga, que es una de las mayores especialistas de ultraprocesados del Grupo Nova de Salud Pública de Brasil. Estábamos comiendo, y me consulta que cuando comía alimentos ultraprocesados, luego se sentía decaída y lenta mentalmente para continuar con sus actividades diarias.
Y entonces me preguntó si había algún estudio que relacione el consumo de alimentos ultraprocesados con el rendimiento del cerebro. Y como no lo había, decidí con mi equipo llevar adelante una gran investigación clínica para tener una respuesta.
- ¿En qué se basó para hacer foco en el trabajo y cómo desarrolló el estudio?
En los últimos 10 años hemos visto muchos factores asociados con deterioro cognitivo y mi grupo también viene trabajado su aparición con relación a la alimentación, haciendo un seguimiento detallado en 15.000 personas estudiadas en Brasil. A ellas les preguntamos distintos cuestionarios detallados sobre lo que comen diariamente, semanalmente y mensualmente. Con hasta gramos y frecuencia de las comidas procesadas y la no procesadas.

Cada alimento utiliza un software matemático que nos dice cuánto por ciento tiene de sal, cuántos por ciento tiene de determinadas sustancias químicas. Y fue así que clasificamos la presencia de ultraprocesados en cada una de las dietas estudiadas. Si bien en esta etapa no se utilizaron herramientas o programas con inteligencia artificial, no descartamos hacerlo en futuros estudios, ya que puede ayudar mucho en la interacción entre lo que comemos sano y no sano. Podría ayudar a predecir cómo estas comidas interactúan y qué modelos son mejores para aplicar. Y todo ello, qué impacto tendría en la salud cerebral.
- ¿Qué aprendió usted, desde que fue publicado el estudio en 2022 hasta la actualidad, respecto a la investigación que hizo y el impacto que tuvo?
Después de publicado el estudio, diferentes países mostraron también la asociación que hay entre comidas ultraprocesadas y la función cerebral. Y esto es muy importante, porque si además de los resultados de Brasil, podemos contar, por ejemplo, con los de Estados Unidos o Reino Unido, que se están haciendo ahora, se podrían confirmar los datos a nivel global. Precisamos ese tipo de trabajo también en Argentina, así vemos el impacto regional también.
Otra línea de investigación es la referida a la relación entre los diversos alimentos ultraprocesados con el riesgo de tener un ACV, porque tiene un patrón de asociación con test que indican una vinculación directa. Lo que vamos a intentar es ver el consumo de estos alimentos en relación con la aparición de lesiones cerebrales, haciendo estudios de resonancia magnética. Buscaremos evaluar la relación entre el consumo de estos alimentos con la enfermedad neurovascular. Y por supuesto, la relación que tiene la inflamación que generan los ultraprocesados y la relación con el deterioro cognitivo.

- ¿Cómo se pueden cambiar los malos hábitos alimenticios?
Precisamos de políticas públicas, de campañas efectivas para cambiar esos hábitos. Por ejemplo, en Brasil se está discutiendo que los alimentos ultraprocesados no estén ligados a promociones infantiles, que no tengan publicidad asociada a cualquier cosa que atraiga la atención de los más pequeños.
Que no se haga publicidad engañosa. Que el empaquetado no tenga figuras atractivas para los niños. Por eso se busca prohibir el marketing para chicos en las comidas. Y también que estén expuestas las etiquetas que adviertan que estos alimentos no son saludables.
Una forma práctica de garantizar la calidad de la dieta es cocinar y preparar la comida desde cero en casa. Si bien decimos que no tenemos tiempo, en realidad no lleva tanto y vale la pena, porque protegerás tu corazón y tu cerebro de la demencia o la enfermedad de Alzheimer. Esa es la moraleja: hay que dejar de comprar alimentos superprocesados.
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