
La vitamina D no solo es esencial para la salud ósea, sino que también desempeña un papel crucial en el funcionamiento adecuado de los riñones y en la prevención de enfermedades crónicas.
Este nutriente, que el cuerpo puede sintetizar a través de la exposición solar o adquirir mediante la dieta y suplementos, regula el metabolismo de minerales como el calcio y el fósforo, fundamentales para la salud renal. Además, investigaciones han señalado que su deficiencia puede agravar condiciones como la enfermedad renal crónica (ERC) y otros trastornos metabólicos.
La relación entre la vitamina D y los riñones
Según un informe publicado en Nefrología al día, los riñones son órganos clave en la regulación del calcio y el fósforo en el cuerpo, y la vitamina D juega un papel esencial en este proceso.
Este nutriente ayuda a los riñones a filtrar el calcio en la sangre y a prevenir la acumulación excesiva de fósforo, un desequilibrio que podría causar daño renal a largo plazo. Además, la vitamina D tiene propiedades antiinflamatorias que contribuyen a mejorar la función renal, especialmente en personas con enfermedades renales crónicas.

Otro aspecto relevante es su impacto en la presión arterial. La hipertensión es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar enfermedades renales, y la vitamina D puede ayudar a regularla, reduciendo así el riesgo de daño renal.
¿De dónde se obtiene la vitamina D?
El cuerpo humano obtiene aproximadamente el 90% de su vitamina D a través de la exposición solar. La piel, al recibir rayos ultravioleta B (UVB), produce vitamina D de manera natural.
Sin embargo, factores como la ubicación geográfica, el tipo de piel y los hábitos de protección solar pueden influir en la cantidad de vitamina D que se sintetiza. Por ejemplo, las personas con piel más oscura necesitan exponerse al sol de cinco a diez veces más que aquellas con piel clara para producir niveles similares de vitamina D.
En cuanto a la dieta, alimentos como pescados grasos (salmón, trucha y sardinas), hígado de res, yema de huevo y productos fortificados (lácteos, cereales y jugos) son fuentes importantes de este nutriente. Sin embargo, en casos donde la exposición al sol o la dieta no sean suficientes, los suplementos de vitamina D pueden ser necesarios, siempre bajo supervisión médica.

Mantener niveles adecuados de vitamina D es fundamental no solo para la salud ósea, sino también para el correcto funcionamiento de los riñones y otros sistemas del cuerpo. Sin embargo, es crucial evitar el exceso de este nutriente, ya que niveles demasiado altos pueden tener efectos adversos, como daño renal.
A medida que avanzan las investigaciones, se espera que se comprendan mejor los beneficios de la vitamina D en la prevención y tratamiento de enfermedades crónicas, lo que podría llevar a nuevas recomendaciones y políticas de salud pública. Por ahora, la clave está en equilibrar la exposición solar, la dieta y, cuando sea necesario, el uso de suplementos bajo supervisión médica.