
El día de Juan Carlos —nombre ficticio— arranca muchos antes de que los más fiesteros se vayan a dormir, e incluso, en días de verano, acaba aún con el sol dejándose ver. A las 6:30 de la mañana ya está en la silla de su oficina, tecleando en su ordenador, y no es hasta las 14 horas cuando, a punto de acabar su jornada, para a comer. Entre las 17 o 18 de la tarde acude a clases de CrossFit y no sale hasta después de una hora. Tic tac. En un par de horas tiene que irse a dormir porque vuelta a empezar; esa es su rutina. “Entre que me ducho en el gimnasio y voy a mi casa, se me hacen las 20 o 20:30 y ahí me tengo que poner a cocinar″, cuenta este hombre de 36 años a Infobae España. “A veces lo hago, pero duermo poco, estoy cansadísimo... Entonces, claro, cocino mucho durante el fin de semana, pero a veces no me da la vida”, añade. Al menos lo intenta. Esto hace que al menos tres días a la semana recurra a platos preparados. Ya sea de restauración para llevar, empresas de tuppers a domicilio, o como no, platos del supermercado.
Como Juan Carlos, más gente cada vez en España. Es en supermercados donde, de hecho, se nota más el aumento de esta nueva forma de comer. Ya sea para el trabajo o para casa, por falta de tiempo o pereza, son productos cada vez más presentes en los frigoríficos españoles. El consumo de platos preparados de supermercado ha crecido un 48% desde 2023. Lentejas, noodles yakisoba con carne y verduras, arroz de secreto ibérico con setas, pollo al curry con arroz, albóndigas con salsa... las opciones disponibles son muchas. Además, en función de la cadena, los supermercados dividen este tipo de platos en diferentes categorías, ya sea para consumir en los hogares, en los propios establecimientos o ‘por el camino’, con opciones precocinadas o frías, entre otras.
Cerca de ocho millones de españoles recurren a esta alternativa, según los datos de la consultora Kantar, del último año hasta el mes de marzo. ¿Los motivos? La comodidad, la falta de tiempo y las propuestas cada vez más elaboradas y sanas por parte de los supermercados, detalla la misma fuente. “El interés en este momento radica en la búsqueda de equilibrio entre tiempo, salud y placer culinario”, detalló la directora de clientes de gran consumo, Veronika Khurshudyan. Los consumidores “no solo compran alimentos, buscan soluciones”, añade. Y es que ya lo dijo Juan Roig, presidente de Mercadona. “Lo dije y lo mantengo, a mitad del siglo XXI no habrá cocinas”, aseguró el empresario. Y lo que está claro es que vamos por ese camino.
En los últimos meses, el despliegue ha sido tal que durante 2024 los hogares españoles consumieron más de 700.000 toneladas (702.270.833 kilogramos) de platos preparados, según la Asociación Española de Fabricantes de Platos Preparados (Asefapre), un aumento del 6,6 % respecto al año anterior, con 17 kilogramos/per cápita.
Comemos peor que en 2014
Pero estos platos, sean más saludables o menos, dejan entrever una cosa: España cocina menos. Cada año que pasa, queda más lejos el ideal de dieta mediterránea que nuestros abuelos comulgaron.
Un análisis de la OCU sobre consumo de alimentos de los españoles en la última década corrobora que comemos peor que hace diez años. Por ejemplo, si en el 2014 la desviación sobre el consumo recomendado respecto al consumo de frutas frescas era del -6%, en 2023 es del -27%. Desde 2014, el consumo de estos alimentos ya se situaba por debajo de los niveles recomendados y ha seguido descendiendo desde entonces, con la única excepción de los frutos secos, cuyo consumo ha aumentado.
Lo mismo ocurre con las hortalizas frescas o el pan integral. Si la desviación del primer grupo hace 10 años era del -45%, a finales de diciembre de 2023 aumentó en un 10%; mientras que en el caso del pan con grano completo pasó del -93% al -94% en la última década.
Comer peor también se traduce en menos salud. La OCU detalla que en los últimos 10 años, en la población española ha aumentado el número de personas con exceso de peso, enfermedades cardiovasculares y con diabetes tipo 2.