
El déficit de vitamina D es algo relativamente común. De hecho, según el medio especializado en divulgación científica y médica Elsevier, se estima que alrededor de mil millones de personas en el mundo sufren deficiencias o insuficiencias de esta vitamina.
Se trata de un nutriente que el cuerpo necesita para fortalecer los huesos y mantenerlos sanos, además de para la regulación de muchas otras funciones: sus propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, y neuroprotectoras contribuyen a la salud y el correcto funcionamiento del sistema inmune, de la función muscular, y la actividad de las células cerebrales.
La síntesis de la vitamina D se produce cuando la piel se expone directamente a la luz del sol, que convierte un químico presente en la piel en calciferol, la forma activa de la vitamina. El déficit de esta vitamina puede provocar que los huesos se vuelvan frágiles, hasta el punto de poder desarrollar osteoporosis, por lo que, si no se obtiene una cantidad suficiente de alguna de las fuentes naturales, podría ser necesaria alguna ayuda extra. Al haber tan pocos alimentos que la contengan de manera natural (como la leche fortificada, los cereales fortificados o el pescado graso, como el salmón, las sardinas o la caballa), la forma más habitual de regular los niveles de esta vitamina es a través de suplementos.

La vitamina D se vuelve tóxica si se consume en exceso
Pero, claro, como con todo, el exceso nunca será bueno: cuando se tienen cantidades demasiado elevadas de esta vitamina en la sangre, puede desarrollarse Hipervitaminosis D, una afección grave (pero poco frecuente) que supone que esta vitamina pase a ser tóxica. Según la página web de Mayo Clinic, esto solo puede suceder por un consumo excesivo de suplementos de la misma (porque ni el Sol ni la alimentación pueden proporcionar cantidades tales). En general, la vitamina D se vuelve tóxica a partir del consumo de dosis superiores a las 10.000 UI (unidades internacionales), unos 0,25 mg de esta sustancia.
La vitamina D se vuelve tóxica debido a la acumulación de calcio en la sangre (hipercalcemia), ya que la vitamina facilita su absorción; y puede provocar náuseas y vómitos, debilidad general y una mayor frecuencia de micción (poliuria). Además, también puede derivar en dolor de huesos y problemas renales como la formación de cálculos de calcio (el tipo más frecuente de piedras renales). De acuerdo con el medio especializado en información médica Medline Plus, otros síntomas que se pueden experimentar debido a esta afección son una disminución del apetito, deshidratación, estreñimiento, fatiga y confusión, irritabilidad, sed excesiva, y un aumento de la presión arterial.
En general, si se acude al médico por Hipervitaminosis D, los profesionales recomendarán, simplemente, detener la ingesta de vitamina D, tanto (y sobre todo) en suplementos como a través de la dieta. De acuerdo con lo publicado en Manuales MSD (uno de los recursos de información médica más utilizados del mundo), en algunos casos será necesario más tratamiento, como por ejemplo la administración de sueros por vía intravenosa o el consumo de algún medicamento como corticoesteroides o bisfosfonatos, que inhiben la liberación del calcio de los huesos.