
Durante diferentes estaciones, principalmente en verano, los mercados se llenan de frutas frescas y jugosas, que provocan una explosión de colores y aromas. Esta abundancia invita a preguntarse cómo aprovecharla al máximo y conservarla para disfrutarla más allá de la temporada.
La respuesta está en la congelamiento casera, un método sencillo y eficaz que permite mantener tanto el sabor como los nutrientes de cada fruta.
Acceder al congelador en pleno invierno y encontrar allí moras, duraznos o mangos listos para un batido, un postre o una preparación horneada es un pequeño lujo que ofrece practicidad y flexibilidad.
Frente a otras técnicas de conservación, como la deshidratación o las mermeladas, la congelación sobresale por permitir usar las frutas enteras o en trozos según la receta, asegurando que su frescura y valor nutricional se mantengan durante meses.
Frutas que rinden al máximo en el congelador
Según Silvana Franco, la nutricionista consultada por The Telegraph, la mayoría de las frutas soportan muy bien el proceso de congelación si se siguen algunos pasos clave de selección y preparación.

No obstante, el cambio en la estructura celular que implica el congelamiento hace que estas piezas resulten ideales luego para preparaciones donde una textura más suave no representa desventaja, tales como batidos, salsas y recetas horneadas.
Las frutillas figuran entre los alimentos óptimos para almacenar en frío. Por su parte, las bananas que maduraron demasiado en el frutero pueden pelarse, cortarse en trozos y guardarse en frío. De esta forman, se pueden usar directamente en panes, pasteles o batidos, sin necesidad de descongelarlos antes.
Los frutos rojos, como las frambuesas, moras y arándanos, también admiten el congelamiento completo. Estas frutas de sabor intenso pueden salir directamente del congelador para realzar un tazón de yogur o para integrarse en copas de avena durante los días más fríos.
En el caso de las frutas con carozo, incluyendo damascos, ciruelas, duraznos y cerezas, conviene cortarlas en gajos antes de guardarlas en frío. Un truco útil es añadirlas directamente desde el congelador a preparaciones horneadas, pues de este modo retienen mejor su estructura y liberan paulatinamente su jugo.

El grupo de las frutas tropicales también se congela favorablemente. El mango, el ananá y la papaya requieren ser pelados, despulpados y troceados en partes de tamaño similar para lograr resultados óptimos.
En cuanto al maracuyá, basta con extraer la pulpa y colocarla en cubiteras, creando porciones fáciles de emplear en el momento deseado.
Las manzanas y peras, cortadas y peladas, pueden conservarse por largo tiempo, aunque presentan tendencia a la decoloración. Para reducir este efecto, Franco recomendó sumergir los trozos en zumo de limón o bien blanquearlas brevemente en agua hirviendo si la firmeza de la fruta lo permite.
Los higos y las uvas presentan un comportamiento especialmente favorable cuando se congelan. Los higos grandes se dividen en mitades, mientras que las uvas adquieren un sabor particular si se bañan previamente con zumo de limón, azúcar y una pizca de sal antes de ir al congelador.
Frutas que conservan mejor su frescura
No todas las especies resultan adecuadas para el congelador. El contenido de agua y la resistencia de las paredes celulares son determinantes para definir si una fruta sirve para este método de preservación. El agua que se expande al congelarse puede romper la estructura interna y dejar como resultado piezas blandas y menos atractivas tras la descongelación.

Entre los alimentos menos recomendados destacan los cítricos. Naranjas, limas, limones y pomelos tienden a perder firmeza y se vuelven pastosos. Como alternativa, tanto la ralladura como el zumo sí pueden almacenarse en frío para facilitar su uso posterior.
El melón, en sus distintas variantes y la sandía contienen tanta agua que, tras el congelamiento, su textura se convierte en pulposa y de poco interés gastronómico.
En todo caso, cortarlo en pequeños cubos permite usarlo como refresco helado, aunque perderá sabor y consistencia después de descongelarse.
Pasos esenciales para una conservación eficaz
Un procedimiento meticuloso al momento de preparar la fruta asegura resultados de mayor calidad. Se comienza con lavar y secar las piezas con delicadeza, retirar todo rastro de tallos, semillas, corazones y piel, y segmentar las frutas grandes en rodajas o cubos uniformes. Distribuirlas sobre papel de cocina ayuda a eliminar la humedad excesiva.

La clave del éxito reside en la congelación abierta: se deben ubicar los trozos en una sola capa sobre una bandeja, sin que se toquen, para evitar que se peguen entre sí y se forme un bloque compacto. El proceso de enfriamiento dura al menos cinco horas, o toda la noche.
Finalizado este paso, es fundamental almacenar la fruta en envases herméticos o bolsas diseñadas para el congelador, procurando eliminar la mayor cantidad de aire posible para prevenir las quemaduras propias del frío intenso.
La nutricionista aconsejó etiquetar y fechar los recipientes y consumir la fruta almacenada en un plazo aproximado de cuatro meses, ya que la textura continúa deteriorándose con el tiempo.
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