La expresión “dejar todo” en una competencia indica que cuando alguien está participando de una carrera llega a la meta al límite de su resistencia. Si es una carrera corta, será con sensación de ahogo, si es un maratón, con un agotamiento muscular extremo. Pasar la meta y tirarse al piso, o caminar lento mientras se recupera el cuerpo. Que no quede nada, total a partir de allí empieza el proceso de recuperación, que en el caso de una carrera de 42 km 195 m será de tres semanas.
Esta breve introducción sirve para dejar en claro que ese límite no puede ser alcanzado en cada sesión de entrenamiento.
Un corredor aficionado entrena entre cuatro y seis días a la semana. Dichos entrenamientos varían según el plan de cada entrenador. Pueden ser series cortas, medianas, largas, pueden ser cuestas o fondos. Pueden ser trabajos de velocidad, técnica, fuerza o resistencia.
Claro que uno puede quedar con sensación de agotamiento al final, pero la sensación de agotamiento no significa el mismo límite que una competencia, no para los aficionados, cuya casi totalidad se prepara para carreras de 5 Km en adelante.
Si entrenamos y al otro día no nos podemos mover, el entrenamiento no ha sido productivo, ha sido negativo. Ese es un buen parámetro. Aunque todo corredor necesita al menos un día de descanso por semana, esta pausa no es por agotamiento, sino para evitar que éste aparezca.

Habrán visto las imágenes de los maratonistas que casi no pueden caminar al día siguiente de una competencia. Nadie llegará a ese punto en un entrenamiento, salvo que en un fondo decida ir, a ritmo de maratón y correr esa distancia.
Y ahí llegamos al punto. No se necesitan correr 42 km de fondo para preparar un maratón, mucho menos de forma continua y sin pausa y definitivamente no a ese ritmo. Si hacemos los fondos como carreras, estaremos haciendo carreras. Ahora imaginemos hacer una o dos carreras por semana para preparar un maratón o un medio maratón, simplemente no tiene sentido.
El equilibrio está en que se debe entrenar de forma proporcional al objetivo. Es por eso que muchos entrenadores eligen un punto de referencia, por ejemplo el ritmo en carreras de 10K para a partir de allí medir los entrenamientos.
Una serie corta, por ejemplo de 200 m, pueden hacerse a un ritmo intenso, pero no así una de 2000 m, donde hay que respetar la proporción con nuestro ritmo de, por ejemplo, 10K.

Las cuestas son diferentes, porque las subidas y las bajadas difícilmente se repitan iguales en una carrera. Allí hay que medir nuestra resistencia, empezando con un ritmo razonable e ir aumentando a medida que el cuerpo lo permita.
Una vez más: no se puede trabajar cuestas como una competencia, haciendo, por decir un ejemplo, 10K de cuestas intensas si lo que buscamos en una competencias de calle.
A mayor extensión del trabajo, más tranquilo es el ritmo. Hay que buscarlo, hay que aprender a encontrarlo, hay que llevar un registro para entender dónde están nuestros límites.
Todos tenemos un punto en el cual nos pasamos, pero todos tenemos más capacidad de la que creemos, así que es concentrarse y pensar, para que los entrenamientos nos hagan mejores corredores y finalmente podamos plasmar el resultado en las competencias.
*Santiago García es maratonista, autor de los libros “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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