
La aviación comercial podría experimentar una transformación profunda en la próxima década. Varias aerolíneas impulsan la adopción de las denominadas Operaciones de Piloto Único (SPO), un esquema en el cual los copilotos humanos serían sustituidos por sistemas de inteligencia artificial (IA).
Según revela New Scientist, el objetivo declarado: combatir la creciente escasez de pilotos y reducir los elevados costos operativos.
La propuesta contempla que, a partir de la década de 2030, los vuelos comerciales operen con un único piloto humano asistido por una IA capaz de asumir tareas críticas.
Actualmente, los vuelos de grandes aeronaves exigen la presencia de un capitán y un copiloto en la cabina de mando. Modificar esta estructura no solo implica un cambio tecnológico, sino también la revisión de protocolos de seguridad establecidos desde hace décadas.
Críticas desde los gremios y la comunidad aeronáutica

La iniciativa ha sido duramente criticada por sindicatos de pilotos en todo el mundo, quienes consideran que el reemplazo de copilotos humanos responde exclusivamente a una estrategia de reducción de costos, en detrimento de la seguridad de los pasajeros.
Durante una conferencia organizada por la Royal Aeronautical Society (RAeS) en el Reino Unido, especialistas señalaron que la cooperación entre dos pilotos humanos es fundamental para garantizar la seguridad del vuelo.
No solo se trata de compartir tareas y monitorearse mutuamente, sino también de ofrecer apoyo emocional en momentos de alta tensión, como durante fallos técnicos o condiciones meteorológicas adversas.
Tanja Harter, presidenta de la European Cockpit Association, advirtió que el plan no aborda amenazas fundamentales como la fatiga de los pilotos.
En un esquema de Operaciones de Tripulación Mínima Extendida (eMCO), donde uno de los pilotos descansaría mientras el otro opera, el piloto activo podría sufrir un aumento de fatiga y estrés debido al aislamiento y la sobrecarga de responsabilidades.

Riesgos ante eventos imprevistos
Uno de los principales temores expresados por los expertos es la capacidad limitada de la inteligencia artificial para enfrentar situaciones imprevistas.
Los sistemas automatizados dependen de un flujo constante de datos para funcionar de manera adecuada. La pérdida repentina de información, como ocurrió durante el incendio de una subestación eléctrica en el aeropuerto de Heathrow en marzo de 2024, podría dejar a una IA sin la capacidad de tomar decisiones seguras.
El caso del vuelo Qantas QF32, en noviembre de 2010, se ha convertido en un ejemplo emblemático de los riesgos de confiar ciegamente en los sistemas automatizados.
Cuando un motor explotó poco después del despegue en Singapur, la computadora de vuelo, confundida por la falta de datos precisos, recomendó acciones que habrían empeorado la emergencia.
Los pilotos humanos, confiando en su experiencia, desobedecieron las instrucciones automáticas y lograron aterrizar de manera segura.
Estos incidentes demuestran que el juicio humano sigue siendo insustituible en situaciones críticas, algo que una inteligencia artificial, por sofisticada que sea, aún no puede replicar.
El papel de los organismos reguladores
La preocupación por los riesgos potenciales ha llevado a la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) a aplazar cualquier decisión sobre la regulación de las SPO.
Tras una solicitud de investigación presentada en 2022 por los fabricantes Airbus y Dassault Aviation, la agencia ha decidido reevaluar el concepto en profundidad, posponiendo cualquier aprobación hasta, al menos, después de 2027.
Pedro Caetano, representante de EASA, confirmó en la conferencia de la RAeS que el organismo se ha enfocado en nuevos conceptos de operación que busquen mejorar, en primer lugar, los niveles de seguridad en cabina, antes de permitir modificaciones tan significativas en la composición de las tripulaciones.
Los pasajeros tendrán la última palabra
Más allá de las decisiones regulatorias y los avances tecnológicos, el futuro de las Operaciones de Piloto Único dependerá, en última instancia, de los propios pasajeros.
Según Floris de Haan, economista especializado en transporte aéreo, el nivel de aceptación del público será determinante para que las aerolíneas continúen o desistan del proyecto.
De Haan aconsejó a los consumidores manifestar sus opiniones escribiendo directamente a las compañías aéreas con las que suelen volar, dado que las aerolíneas realizan encuestas periódicas sobre la aceptación de nuevas tecnologías.
La industria aeronáutica se enfrenta así a un dilema complejo: cómo conciliar la eficiencia económica y la innovación tecnológica con la necesidad irrenunciable de garantizar la máxima seguridad para todos los viajeros.
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