
La investigación sobre la esperanza de vida saludable está experimentando un cambio de enfoque: el objetivo ya no es solo prolongar los años de vida, sino asegurar que esos años se vivan en condiciones óptimas de salud.
En el Icahn School of Medicine at Mount Sinai de Nueva York, un equipo multidisciplinario liderado por Miriam Merad, Zahi Fayad y Fanny Elahi impulsa este nuevo paradigma, según un informe de Nature. Su meta es intervenir en los procesos biológicos que impulsan el envejecimiento antes de que las enfermedades se manifiesten, utilizando tecnología avanzada, biomarcadores y la promoción de hábitos saludables para extender la calidad de vida.
Vivir mejor y no solo más tiempo
El envejecimiento, tradicionalmente considerado un proceso inevitable, ahora se aborda como un fenómeno que puede ralentizarse y modificarse. El programa de envejecimiento de Mount Sinai, respaldado por investigaciones genómicas y colaboraciones internacionales, busca identificar los mecanismos que aceleran el deterioro o promueven la resiliencia.
Este enfoque pretende no solo prolongar la vida, sino también aumentar los años vividos en buena salud, una meta que, de acuerdo con el portal científico, redefine las prioridades de la ciencia biomédica.

Papel de la inflamación y el sistema inmunológico
La investigación dirigida por Merad, al frente del Marc and Jennifer Lipschultz Precision Immunology Institute, se centra en cómo el envejecimiento afecta al sistema inmunológico y promueve la inflamación crónica. Con el paso del tiempo, las células protectoras del sistema inmune disminuyen en número y eficacia, mientras que las células inflamatorias se acumulan y liberan señales dañinas.
Este desequilibrio favorece el desarrollo de enfermedades crónicas como el cáncer, las cardiopatías y la demencia. “La inflamación es un factor principal en el deterioro asociado a la edad”, resumió Merad de forma contundente.
La urgencia de abordar este problema se refleja en el ensayo NYC-Vita, impulsado por Mount Sinai y financiado en parte gracias a su reconocimiento como semifinalista en el XPRIZE Healthspan. Sumado a que, estudios evalúan si la combinación de ejercicio, suplementos como la espermidina y fármacos inmunomoduladores puede restaurar el equilibrio inmunológico y prevenir el daño tisular antes de que surjan enfermedades.
Tecnología y biomarcadores: hacia la personalización de la salud
Mediante una integración de tecnología y biomarcadores están revolucionando la prevención y el monitoreo del envejecimiento. Merad trabaja en la identificación de biomarcadores de inflamación que puedan medirse de forma rutinaria, al igual que hoy se controlan el colesterol o la glucosa. El objetivo es combinar mejoras en el estilo de vida con tratamientos dirigidos, como una posible “píldora antiinflamatoria” para quienes no logran resultados solo con cambios de hábitos.
Fayad, director del BioMedical Engineering and Imaging Institute, explora cómo el estrés, el sueño, la dieta y la actividad física influyen en la salud a largo plazo. Utiliza sensores y dispositivos portátiles que monitorizan en tiempo real parámetros como la saturación de oxígeno, la temperatura corporal y la variabilidad de la frecuencia cardíaca, un indicador clave de la capacidad de recuperación del organismo.
Fayad visualiza un futuro en el que la inteligencia artificial integre estos datos y ofrezca recomendaciones personalizadas antes de que aparezcan síntomas. “La esperanza de vida saludable es una práctica diaria. Las herramientas ya están en nuestras manos”, afirmó en Nature.

Importancia del estilo de vida como prevención
El sistema de salud de Estados Unidos, según Fayad, se orienta principalmente al tratamiento de enfermedades ya desarrolladas, en lugar de la prevención. Por ello, aboga por políticas que incentiven la salud a largo plazo, fomentando hábitos saludables desde la infancia y manteniéndolos durante toda la vida.
Dormir bien, alimentarse de forma equilibrada, participar en actividades comunitarias y monitorizar la salud de manera continua son prácticas que, según los investigadores, pueden marcar la diferencia en la calidad de los años vividos.

El deterioro cerebral representa uno de los mayores desafíos del envejecimiento. Elahi, directora del Glickenhaus Center for Successful Aging, investiga cómo la red de pequeños vasos sanguíneos del cerebro se debilita con el tiempo, lo que incrementa el riesgo de microinfartos y pérdida de conectividad.
Incluso sin eventos graves, el daño acumulado puede afectar la función cognitiva. Dado que los vasos sanguíneos pueden ser objeto de intervenciones terapéuticas, representan una vía prometedora para prevenir el deterioro cerebral.
Elahi destaca la importancia de los biomarcadores sanguíneos para identificar a personas en riesgo años antes de que aparezcan los síntomas. Gracias a tecnologías como la proteómica, que permite analizar miles de proteínas simultáneamente, y a la secuenciación genómica de más de un millón de pacientes en el Mount Sinai Million Health Discoveries Program, los investigadores pueden trazar perfiles de riesgo personalizados y anticipar intervenciones. “Creo que vamos a poder individualizar la salud”, sostuvo Elahi.

Perspectivas a futuro y desafíos para la salud pública
De cara a 2030, la Organización Mundial de la Salud estima que uno de cada seis habitantes del planeta tendrá más de 65 años, lo que incrementará la presión sobre los sistemas sanitarios y la economía global.
Los expertos de Mount Sinai consideran que el futuro de la medicina pasa por anticiparse a la aparición de enfermedades, utilizando datos genéticos, biomarcadores y tecnología portátil para intervenir de forma personalizada y preventiva.
Estos especialistas concluyeron en que la meta de la investigación actual es ampliar los años vividos con buena salud, actuando antes de que las enfermedades se manifiesten clínicamente. Esta visión, difundida por Nature, marca el rumbo de una nueva era en la ciencia del envejecimiento.
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