
La luz en interiores, desde la que emiten las lámparas hasta la que proyectan las pantallas, tiene un impacto profundo en el metabolismo, la salud celular y el bienestar general. Así lo explicaron el neurocientífico Andrew Huberman, de la Universidad de Stanford, y el profesor Glen Jeffery, de University College London, en un episodio reciente del pódcast Huberman Lab.
Ambos científicos advirtieron sobre los riesgos de la iluminación LED y ofrecieron alternativas prácticas para mejorar la calidad de la luz en la vida cotidiana, con especial énfasis en los beneficios de la luz roja y la importancia de la luz natural.

Espectro de luz e impacto biológico
Jeffery aclaró que solemos considerar la luz como el espectro visible, de 400 a 700 nanómetros, pero la luz solar abarca una franja mucho más amplia, desde los 300 (ultravioleta) hasta casi 3.000 nanómetros (infrarrojo).
“El sol emite una enorme cantidad de luz que no vemos”, explicó el profesor Jeffery. Esta franja invisible tiene efectos biológicos importantes: las distintas longitudes de onda interactúan de modo particular con los tejidos y las células.
Las ondas cortas, como el azul y el violeta, poseen alta energía y pueden provocar daño, como quemaduras solares. En cambio, las ondas largas, como el rojo y el infrarrojo, penetran profundamente y pueden ejercer acciones protectoras y reparadoras a nivel celular.
Luz roja y metabolismo: mecanismos con hallazgos
Uno de los descubrimientos relevantes del experto es que la luz roja y la infrarroja mejoran la función mitocondrial, la capacidad de las células para producir energía. Debido a esto, afirmó: “La luz roja y la luz infrarroja pueden mejorar la función mitocondrial y el metabolismo”.
Este mecanismo no depende solo de la absorción directa de luz por las mitocondrias, sino del agua que las rodea. Además, la exposición a luz roja estimula la síntesis de proteínas mitocondriales, reforzando la capacidad celular para generar energía a largo plazo.
Asimismo, la luz roja atraviesa tejidos, ropa e incluso el cráneo, alcanzando órganos internos y el cerebro, según subrayó Jeffery, “ciertas longitudes de onda pueden pasar a través del cuerpo y mejorar la salud de todos los órganos al apoyar a las mitocondrias”.

Efectos nocivos de la luz LED: evidencia en animales y humanos
La popularización de la iluminación LED supuso un cambio radical en la calidad de la luz artificial. Jeffery fue tajante: “Este es un problema de salud pública, comparable al asbesto”.
Sus investigaciones señalaron que la luz LED, especialmente la que domina en interiores, emite picos de onda corta (azul-violeta) y carece de componentes rojos e infrarrojos. Así, rompe el equilibrio evolutivo bajo el que se desarrollaron las mitocondrias.
En experimentos animales, la exposición prolongada a luz LED originó deterioro progresivo de la función mitocondrial, aumento de peso, alteraciones en la regulación de la glucosa y daños en órganos como hígado y testículos.
“Los ratones bajo luz LED desarrollan hígado graso y muestran señales de estrés hepático”, relató el investigador. En humanos, la exposición a este tipo de luz se vincula con mayores riesgos de enfermedades metabólicas y visuales.

Aplicaciones prácticas: cómo y cuándo usar luz roja
El entrevistado describió experimentos en los que la exposición a luz roja en una pequeña zona de la piel antes de una prueba de tolerancia a la glucosa redujo el pico glucémico en más de un 20%. A propósito de esto, explicó la función grupal de las mitocondrias: “La respuesta fue sistémica, no limitada al área iluminada”.
De este modo, exponer los ojos a luz roja de 670 nanómetros durante tres minutos mejoró la percepción del color y la función visual en personas mayores de 40 años. El efecto se mantuvo hasta cinco días tras una sola sesión. “No se necesita una luz muy intensa; incluso niveles bajos son efectivos”, aclaró Jeffery.
El momento de exposición también es importante, dado que se observaron mayores beneficios en la mañana, cuando las mitocondrias están más activas y el organismo produce más ATP.
Recomendaciones para el hogar, la escuela y el trabajo
Para quienes pasan la mayor parte del día en interiores, los expertos propusieron varias estrategias:
- Priorizar la exposición a la luz natural, saliendo al exterior varias veces al día.
- Utilizar lámparas halógenas o incandescentes en la mañana y en espacios de trabajo o estudio.
- Evitar el uso exclusivo de LED, o al menos complementarlo con fuentes de luz roja o infrarroja.
- En escuelas, instalar ventanas sin tintes y, si es posible, añadir lámparas incandescentes con regulador de intensidad.
- Incorporar plantas en interiores y exteriores, ya que reflejan luz infrarroja y mejoran el ambiente.

Plantas, ventanas y entorno construido
Las plantas reflejan luz infrarroja y el profesor recomendó aprovechar este efecto en el diseño de edificios y espacios públicos. “Plantar árboles cerca de los edificios ayuda a reflejar el infrarrojo hacia el interior”, explicó. La vegetación, además, se ha asociado con menores niveles de inflamación y estrés en estudios poblacionales.
El tipo de vidrio en las ventanas es clave: los cristales que bloquean el infrarrojo reducen la entrada de luz beneficiosa. Los expertos recomendaron evitar vidrios tintados y preferir materiales que permitan el paso del espectro solar completo.

El especialista Glen Jeffery compartió el caso de una niña con enfermedad mitocondrial que experimentó mejoras motoras notables tras la exposición a luz roja, aunque subrayó que estos resultados son preliminares y no constituyen una recomendación médica.
También mencionó ensayos en pacientes con retinitis pigmentosa, donde un cambio de bombillas en el hogar podría tener efectos positivos en la visión.
La conclusión de los expertos fue que recuperar el equilibrio lumínico, priorizando la luz natural y fuentes de luz roja e infrarroja en interiores, puede marcar la diferencia en la salud metabólica y visual, especialmente en un contexto cada vez más dominado por la iluminación artificial.
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