
El estrés crónico fue identificado como un factor que puede afectar la salud cardiovascular, pero su relación con los accidentes cerebrovasculares (ACV) en personas jóvenes todavía debe ser investigada en profundidad. A diferencia de las causas tradicionales, como la hipertensión o el tabaquismo, es una variable subjetiva que puede ser difícil de medir con precisión.
Sin embargo, estudios recientes comenzaron a sugerir que la percepción de estrés podría estar relacionada con un mayor riesgo de ACV, incluso en ausencia de otros aspectos predisponentes.
Un estudio publicado en Neurology, la revista de la Academia Americana de Neurología, analizó este posible vínculo en adultos jóvenes de entre 18 y 49 años que habían sufrido un accidente cerebrovascular isquémico criptogénico (ACV-IC). Se trata de un bloqueo de flujo sanguíneo en una parte determinada del cerebro sin una causa identificable.
La investigación comparó a 426 pacientes que habían tenido un ACV-IC con otras 426 personas sin antecedentes de esta afección. Los resultados mostraron que aquellos con niveles más altos de estrés autopercibido tenían una mayor probabilidad de haber sufrido un accidente, especialmente en el caso de las mujeres. En los hombres, en cambio, no se halló una asociación clara.
El estrés como factor de riesgo en el accidente cerebrovascular isquémico criptogénico

El ACV-IC se define como un accidente cerebrovascular isquémico cuya causa no puede ser determinada tras un estudio clínico exhaustivo. A diferencia de otros tipos, donde factores como la frecuencia cardíaca irregular, la aterosclerosis (acumulación de placa en las arterias) o la trombosis pueden ser identificados como desencadenantes, no se encuentra un origen claro.
Esto llevó a los investigadores a explorar nuevas hipótesis, lo que incluyó la posibilidad de que el estrés crónico y otros aspectos psicosociales puedan desempeñar un papel relevante.
El estudio utilizó la Perceived Stress Scale (PSS), un cuestionario validado que mide el nivel de estrés autopercibido en los últimos 30 días. A los participantes se les pidió que indicaran con qué frecuencia experimentaban situaciones de falta de control sobre su vida, dificultades para afrontar problemas o sensación de sobrecarga.
Los resultados indicaron que el 46% de los pacientes con ACV-IC habían tenido niveles de estrés moderado o alto previo al ictus, en comparación con solo el 33% del grupo control. Estos hallazgos coinciden con análisis previos que señalaron el impacto del estrés en la salud cardiovascular.

Esas investigaciones vincularon el estrés crónico con la inflamación sistémica, disfunción endotelial y alteraciones en la coagulación, mecanismos que podrían facilitar la aparición de un accidente cerebrovascular. “Nuestro estudio descubrió que puede aumentar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular en mujeres jóvenes”, señaló el Dr. Nicolas Martínez-Majander del Helsinki University Hospital en Finlandia, y autor del estudio, en un comunicado de la Academia Americana de Neurología.
Diferencias de género y edad en la relación entre estrés y CIS
Uno de los aspectos más llamativos es que la asociación entre estrés y ACV-IC fue significativamente más fuerte en mujeres que en hombres. Los investigadores encontraron que las mujeres con estrés moderado tenían un 78% más de probabilidades de padecer este tipo de lesión. En contraste, en los hombres no se encontró una relación estadísticamente significativa.
Los investigadores señalaron que aún no está claro por qué el estrés percibido parece aumentar el riesgo de ACV-IC en mujeres, pero no en hombres. “Es necesario realizar más investigaciones para comprender por qué las mujeres que se sienten estresadas, pero no los hombres, pueden tener un mayor riesgo de sufrir un ACV”, afirmó Martínez-Majander.
También destacó la importancia de analizar por qué las probabilidades de padecer un ACV en mujeres fue mayor con niveles moderados de estrés que con niveles altos, una observación que desafía la lógica esperada y requiere estudios adicionales.

El análisis por grupos etarios también arrojó resultados interesantes. La relación entre estrés y ACV-IC fue más marcada en los participantes de 18 a 39 años, mientras que en aquellos de 40 a 49 años la asociación fue menos consistente.
Implicaciones y futuras líneas de investigación
Los hallazgos de este estudio refuerzan la necesidad de considerar el estrés como un posible factor de riesgo modificable para el accidente cerebrovascular en adultos jóvenes, particularmente en mujeres. Si bien la evidencia aún no es suficiente para establecer una relación causal directa, estos resultados abren nuevas líneas de investigación.
Es importante destacar que este análisis tiene algunas limitaciones. Una de ellas es la posibilidad de sesgo de memoria, ya que los pacientes reportaron sus niveles de estrés después del evento cerebrovascular, lo que podría haber afectado sus respuestas. Además, los investigadores reconocen que las personas más estresadas podrían haber sido menos propensas a participar.
A pesar de esto, los datos obtenidos representan un avance significativo en la comprensión del papel del estrés en los i. Futuras investigaciones deberán centrarse en identificar los mecanismos fisiológicos específicos que explican esta asociación y en desarrollar estrategias efectivas para reducir el impacto del estrés en la salud neurológica. Como concluye Martinez-Majander, “saber más sobre el papel que desempeña el estrés podría ayudarnos a crear mejores formas de prevenir estos ACV”.
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