
La búsqueda de tratamientos seguros y eficaces para aliviar el dolor de espalda es una constante en la vida moderna. Cada vez más personas exploran opciones distintas a los medicamentos o procedimientos invasivos y, en ese escenario, la quiropraxia se posiciona como una de las terapias más populares en todo el mundo.
Fundada en el siglo XIX, esta disciplina apuesta por técnicas manuales y un enfoque integral del cuerpo humano, despertando tanto el interés de quienes buscan alivio como el debate entre los especialistas en salud. ¿Qué hay detrás de este método? ¿Hasta qué punto es seguro y eficaz?
Qué es la quiropraxia y para qué sirve
La quiropraxia es una disciplina de la salud centrada en el diagnóstico y tratamiento de trastornos del sistema neuromusculoesquelético, especialmente de la columna vertebral. Su objetivo es aliviar el dolor, mejorar la movilidad y promover el equilibrio corporal mediante técnicas manuales, conocidas como “ajustes” o “manipulaciones espinales”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a la quiropraxia como una profesión sanitaria enfocada en la relación entre la estructura del cuerpo y la función del sistema nervioso.
En sus guías de formación y seguridad, la OMS resalta que debe practicarse bajo estándares profesionales y basarse en evidencia científica, evitando afirmaciones no comprobadas.

Según la World Federation of Chiropractic (WFC), la terapia surgió en 1895 en Estados Unidos, de la mano de Daniel David Palmer en Davenport, Iowa. El término chiropractic fue creado por el reverendo Samuel Weed a partir de las palabras griegas cheiro (mano) y praktikos (acción).
Con el tiempo, la práctica se expandió a Canadá, Suiza y buena parte de Europa, hasta alcanzar reconocimiento y regulación en numerosos países. Hoy se estima que hay más de 100.000 quiroprácticos activos en el mundo y millones de personas acuden a ellos cada año, principalmente por dolencias de espalda, cuello o cefaleas.
Cómo funciona
Durante una sesión, el profesional coloca al paciente en una camilla o mesa articulada y lo posiciona en función de la zona a tratar. Luego, aplica una fuerza breve y controlada sobre una articulación de la columna o las extremidades, con el objetivo de liberar la tensión acumulada y mejorar la movilidad.
Es común escuchar un chasquido o “crack”, un sonido que suele generar curiosidad: no se trata de que el hueso “se acomode”, sino del escape de gas —principalmente nitrógeno— del líquido sinovial, un fenómeno físico similar al que ocurre al crujir los nudillos.

Antes del ajuste, algunos quiroprácticos utilizan termógrafos o escáneres infrarrojos para detectar pequeñas variaciones de temperatura a lo largo de la columna. Estas diferencias térmicas pueden sugerir zonas de tensión muscular o inflamación.
En ciertos consultorios también se emplean electromiógrafos de superficie, que registran la actividad eléctrica de los músculos paravertebrales, o sistemas digitales de análisis postural que captan asimetrías del cuerpo.
Según la American Chiropractic Association, estos instrumentos no reemplazan los estudios médicos convencionales —como radiografías o resonancias—, pero pueden servir como herramientas complementarias para personalizar el tratamiento y seguir la evolución del paciente.
Durante el procedimiento, muchos pacientes describen una sensación de alivio inmediato o de mayor ligereza corporal, aunque en otros casos la mejoría se percibe progresivamente en los días siguientes. La sesión suele durar entre 15 y 30 minutos e incluye, además del ajuste manual, recomendaciones posturales o ejercicios suaves para sostener los resultados a largo plazo.

Según la Mayo Clinic, las causas más comunes de consulta son la lumbalgia, el dolor de cuello y ciertos tipos de cefaleas. El procedimiento no requiere preparación especial y, tras la sesión, pueden presentarse molestias leves o fatiga que suelen desaparecer en pocas horas.
La manipulación espinal es una de las opciones no farmacológicas más utilizadas para el manejo del dolor de espalda y cuello. Diversos estudios coinciden en que ofrece resultados similares a los de la fisioterapia o la atención médica estándar, especialmente en casos de dolor crónico o inespecífico.
En los últimos años, investigaciones recientes reforzaron esta tendencia. Una revisión publicada en Systematic Reviews (2025) concluyó que la manipulación espinal es eficaz y segura para tratar el dolor cervical agudo, con mejoras en el rango de movimiento y sin registrar complicaciones graves.
Otro estudio de PLOS ONE (2025) observó que los pacientes con ciática que comenzaron tratamiento con quiropraxia tuvieron menos eventos adversos relacionados con el uso de opioides, lo que sugiere un posible beneficio adicional al reducir la dependencia de analgésicos fuertes.

Riesgos y precauciones
Aunque la quiropráctica se considera segura cuando la realiza un profesional calificado, no está exenta de riesgos. La Mayo Clinic advierte que, en casos excepcionales, pueden producirse complicaciones como hernias de disco, compresión nerviosa o, tras manipulaciones en el cuello, accidente cerebrovascular. Por eso, no se recomienda en personas con osteoporosis avanzada, cáncer vertebral o trastornos óseos severos.
La mayoría de los efectos secundarios son leves —dolor pasajero, rigidez o cansancio— y desaparecen al poco tiempo. Estudios internacionales calculan que los eventos adversos graves son extremadamente raros, con una incidencia que va de uno cada dos millones de procedimientos a unos pocos casos por cada diez mil pacientes.

Con más de un siglo de historia, la quiropraxia logró consolidarse como una práctica complementaria en el manejo del dolor musculoesquelético. Los estudios más recientes refuerzan su eficacia en ciertos casos y su perfil de seguridad, aunque los especialistas insisten en que no debe sustituir al seguimiento médico convencional.
Como toda intervención terapéutica, su éxito depende de la adecuada formación del profesional, la correcta selección del paciente y la integración con otros abordajes de la salud física y mental.
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