
Despertar tras una siesta con sensación de aturdimiento, náuseas o incluso dolor de cabeza es una queja frecuente que intriga tanto a quienes lo experimentan como a los especialistas en sueño. Según el Dr. Waiz Wasey, médico especialista en sueño de Mayo Clinic y residente en Scottsdale, Arizona, estos síntomas son efectos comunes que pueden variar en intensidad y tener múltiples causas. Una de las principales es la llamada inercia del sueño: un estado transitorio de somnolencia, desorientación y malestar general que ocurre cuando alguien se despierta durante las fases más profundas del ciclo de sueño.
Cada ciclo de sueño completo dura unos 90 minutos e incluye tanto etapas ligeras como profundas y la fase REM. Cuando una persona interrumpe una siesta antes de completar ese ciclo, es más propensa a experimentar la inercia del sueño. Según explicó a The Guardian Funke Afolabi-Brown, médica especialista en medicina del sueño con tres certificaciones, con sede en Filadelfia, este fenómeno puede ser leve y durar solo 20 minutos, pero en casos severos se prolonga hasta varias horas y puede acompañarse de síntomas físicos como vómitos o agitación similar al pánico.
Estas molestias no son exclusivas de las siestas sino que también pueden presentarse al despertar por la mañana, aunque suelen ser más intensas tras un sueño diurno debido al ritmo circadiano del organismo. El cuerpo, acostumbrado a estar despierto en la tarde, puede reaccionar con mayor desorientación o malestar cuando se le interrumpe el reposo fuera de las horas habituales. La susceptibilidad es mayor en personas con trastornos del sueño, insomnio, apnea o privación de descanso, quienes tienen más probabilidades de experimentar una inercia del sueño intensa.
Los síntomas también tienden a ser más graves después de una siesta debido al ritmo circadiano del cuerpo, o ciclo natural de sueño diario. “El cuerpo no espera dormir por la tarde”, dice Afolabi-Brown. “El aturdimiento matutino suele desaparecer en 15-30 minutos, mientras que los síntomas posteriores a la siesta pueden persistir más tiempo”.
Influencia de la duración y el momento de la siesta

El momento y la duración de una siesta son factores determinantes en su impacto sobre el bienestar físico y mental tras el despertar. Los expertos coinciden en que una siesta breve es la opción más segura para evitar los síntomas desagradables asociados al sueño interrumpido. “Siempre recomendamos que las siestas sean breves: de 20 minutos o menos”, indica al medio británico el Dr. Wasey. Dormir más de este tiempo incrementa el riesgo de entrar en sueño profundo, donde es más probable que se active la inercia del sueño.
En ciertas situaciones, una siesta de 90 minutos —el tiempo necesario para completar un ciclo de sueño— puede ser recomendable si la persona necesita descansar más. No obstante, exceder este periodo, o tomar una siesta demasiado avanzada en el día, puede perturbar el sueño nocturno y complicar la conciliación del sueño en la noche.
El ritmo circadiano también desempeña un papel importante. Tomar una siesta temprano en la tarde tiende a ser menos disruptivo y más restaurador, mientras que dormir siesta muy tarde puede disminuir la presión natural para dormir por la noche, lo cual genera dificultades para lograr un sueño reparador.
Problemas gastrointestinales y hábitos alimenticios relacionados con la siesta

No todos los síntomas desagradables posteriores a la siesta se deben al ciclo del sueño. Los problemas gastrointestinales, como el reflujo ácido o la acidez estomacal, también son causas frecuentes de náuseas y malestar tras un descanso diurno. El Dr. Bharat Pothuri, gastroenterólogo certificado con sede en Houston, Texas, explica que acostarse poco después de comer favorece el reflujo, ya que el contenido gástrico puede regresar más fácilmente al esófago produciendo molestias. Los alimentos grasos, ácidos, fritos, cremosos, lácteos o ricos en fibra tienden a permanecer más tiempo en el tracto digestivo, exacerbando estos síntomas si la persona se recuesta enseguida.
El 20% de la población puede experimentar reflujo ácido frecuente, y quienes duermen siesta tras una comida copiosa tienen más riesgo de percibir sensaciones de náusea, dolor y mareo. La dieta, el tiempo de digestión y la postura durante el descanso son factores que influyen de forma directa en el bienestar post-siesta.
Otros condicionantes, como la deshidratación o bajos niveles de glucosa, también pueden acentuar los síntomas negativos tras una siesta, haciendo que el despertar resulte incómodo o incluso enfermizo.
Recomendaciones para prevenir y tratar molestias post-siesta
Prevenir los efectos adversos de la siesta parte de una combinación de hábitos de sueño adecuados y cuidados digestivos. Los especialistas recomiendan limitar la duración de la siesta a 20 minutos o, si es necesaria una recuperación mayor, a ciclos completos de 90 minutos. Establecer rutinas de relajación antes de dormir, limitar la exposición a luces brillantes y reservar el sueño diurno para horas tempranas del día ayudan a minimizar el impacto sobre el ritmo circadiano y la sensación de aturdimiento.
En cuanto a los hábitos alimenticios, es aconsejable dejar pasar al menos tres a cuatro horas después de una comida antes de acostarse para una siesta. Para quienes no puedan esperar tanto, lo ideal es evitar comidas pesadas, grasas o muy ácidas, optando por alternativas ligeras y fáciles de digerir. Además, elevar la cabeza y el pecho con ayuda de almohadas puede reducir el riesgo de reflujo ácido. Cuando persisten las molestias digestivas o el insomnio, los expertos aconsejan consultar a un médico, pues pueden existir problemas subyacentes que requieran atención específica.
La Dra. Rucha Mehta Shah, gastroenteróloga certificada en Scottsdale, Arizona, afirma que la dieta influye. “Ciertos alimentos, como los grasosos, fritos, cremosos, lácteos o ricos en fibra, pueden permanecer en el organismo durante más tiempo y causar más síntomas”, explica.
Estas estrategias, combinadas con una adecuada higiene del sueño, pueden transformar la siesta en una práctica revitalizante, en lugar de una experiencia incómoda y perturbadora.
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