
El tipo de colesterol genético conocido como lipoproteína(a) o Lp(a), pasó de ser un término poco conocido a convertirse en el centro de atención de la cardiología moderna. Aunque su existencia se documentó por primera vez en 1963, solo en la última década la comunidad médica comenzó a reconocer su papel crucial en el riesgo cardiovascular.
Según informó Time, la Lp(a) se perfila como un factor de riesgo genético que no responde a los cambios en la dieta ni al ejercicio, y cuya medición se recomienda al menos una vez en la vida adulta. A pesar de la ausencia de tratamientos específicos aprobados, los avances con investigaciones prometen nuevas terapias capaces de reducir sus niveles y, con ello, el riesgo de enfermedades cardíacas.

¿Qué es la Lp(a) y por qué es importante?
La lipoproteína(a) tiene una estructura que se asemeja a la del colesterol LDL, conocido popularmente como “colesterol malo”. Al igual que el LDL, la Lp(a) contribuye a la formación de placas en las arterias, lo que favorece la aterosclerosis y aumenta el riesgo de eventos cardiovasculares. Además, posee propiedades inflamatorias que agravan el daño vascular.
Sobre esto, la doctora Tamara Horwich, profesora clínica de cardiología y directora médica de rehabilitación cardíaca en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), explicó a Time que “la Lp(a) está involucrada en la creación de placa en las arterias y tiene propiedades inflamatorias”.
Asimismo, la importancia de la lipoproteína(a) radica en su fuerte asociación con enfermedades cardiovasculares graves, como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca, trombosis y enfermedad arterial periférica.
La medición de sus niveles permite identificar a personas que, aun con otros valores de colesterol normales, presentan un riesgo elevado de sufrir estos trastornos. “Medir la Lp(a) puede ayudar a identificar a quienes deben prestar más atención a sus riesgos cardiovasculares”, señaló Horwich.

Asociación entre niveles de Lp(a) y enfermedades cardiovasculares
Esta lipoproteína destaca por su origen genético: aproximadamente el 90% de sus niveles en sangre están determinados por la herencia familiar, según explicó el doctor Wesley Milks, cardiólogo y profesor asociado de medicina interna en la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio.
“La Lp(a) no se ve realmente afectada por la dieta, el ejercicio ni siquiera por la terapia con estatinas”, afirmó Milks en diálogo con Time. Esa misma característica explica por qué las concentraciones elevadas de lipoproteína(a) suelen observarse en familias con antecedentes de enfermedad cardiovascular prematura.
Por otro lado, la prevalencia de niveles altos de esta partículas es significativa: según datos oficiales, se estima que el 20% de la población mundial presenta valores elevados. Además, existen diferencias de género. Las mujeres, especialmente después de la menopausia, tienden a tener concentraciones más altas que los hombres de la misma edad.
Estudios citados por el portal Time indicaron que las mujeres posmenopáusicas presentan niveles de Lp(a) aproximadamente un 17% superiores a los de los hombres en el mismo rango etario. A propósito de esto, la doctora Janet O’Mahony, especialista en medicina interna del Mercy Medical Center en Baltimore, subrayó la importancia de considerar la Lp(a) en personas con antecedentes familiares de enfermedad cardíaca.

Opciones actuales de manejo: reducción de otros factores de riesgo
Ante la ausencia de medicamentos específicos aprobados para reducir la proteína, el manejo clínico se centra en controlar otros factores de riesgo cardiovascular. El objetivo principal es disminuir la probabilidad de eventos cardíacos mediante la reducción de la presión arterial, el control de la diabetes y la disminución del colesterol LDL.
Entre las principales aclaraciones, los expertos consultados recomendaron no fumar, mantener una vida activa, controlar el peso corporal y seguir una dieta saludable (como la dieta mediterránea). En algunos casos, el nivel de Lp(a) puede influir en la decisión de iniciar tratamientos farmacológicos.
El doctor Wesley Milks explicó que “si un paciente de mediana edad presenta hipertensión pero no fuma ni tiene diabetes, el riesgo estimado de enfermedad cardíaca a diez años podría no justificar el uso de estatinas”. Sin embargo, si las partículas están elevadas, este dato podría inclinar la balanza a favor de comenzar la terapia con estatinas antes de lo habitual.
Las estatinas, aunque no reducen la Lp(a), sí disminuyen el colesterol LDL y así al riesgo de infarto y accidente cerebrovascular. Para quienes presentan niveles elevados de LDL y no responden adecuadamente a las estatinas, los inhibidores de PCSK9, una clase de fármacos hipolipemiantes, demostraron reducir la lipoproteína entre un 20% y un 25%.

Avances en investigación: ensayos clínicos y medicamentos en desarrollo
Acerca de este tema, la comunidad científica mantiene la atención puesta en el desarrollo de terapias dirigidas específicamente a la Lp(a). Actualmente, varios ensayos clínicos evalúan la eficacia de medicamentos innovadores, entre ellos fármacos basados en ARN como pelacarsen, olpasiran, SLN360 y lepodisiran.
Pese a que estos tratamientos todavía no están disponibles en el mercado, los resultados preliminares generaron expectativas positivas e impulsaron una mayor demanda de pruebas de lipoproteína(a), ya que la posibilidad de contar con terapias específicas podría transformar la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares asociadas a este marcador genético.
Si los ensayos confirman su eficacia, estos medicamentos abordarían directamente la producción de Lp(a) en el organismo, lo que representaría un cambio significativo en la estrategia de manejo del riesgo cardiovascular.
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