
La anatomía humana es el resultado de millones de años de presiones evolutivas, compromisos biológicos y adaptaciones funcionales. Un nuevo estudio, el más ambicioso hasta la fecha en su tipo, citado por New Scientist, ha arrojado luz sobre uno de los grandes dilemas de nuestra evolución: la forma de la pelvis humana y sus implicaciones no solo en el parto, sino también en la locomoción, la salud ósea y la biomecánica corporal.
El trabajo fue liderado por Vagheesh Narasimhan, genetista de la Universidad de Texas en Austin, y se basó en el análisis de escaneos de densitometría ósea (DXA) y perfiles genéticos de más de 31.000 adultos del Biobanco del Reino Unido.
El equipo buscó correlaciones entre la morfología pélvica, el rendimiento físico, la salud musculoesquelética y las complicaciones obstétricas, abriendo una nueva perspectiva sobre la forma en que el cuerpo humano ha evolucionado para lidiar con exigencias contradictorias.
El dilema obstétrico bajo la lupa genética
En los años 60 se formuló por primera vez una hipótesis que hoy cobra nueva fuerza: el “dilema obstétrico”.
Esta teoría sostiene que la evolución humana debió enfrentar una tensión fundamental entre dos demandas biológicas incompatibles: un canal de parto suficientemente amplio para permitir el nacimiento de crías con cerebros grandes, y una pelvis suficientemente estrecha para caminar con eficacia sobre dos piernas.
Durante décadas, la hipótesis generó controversia, en parte por la falta de evidencia concluyente y por estudios limitados en tamaño y diversidad de muestras.
Narasimhan y su equipo han abordado estas limitaciones con datos masivos y tecnología de escaneo avanzada, combinando morfometría con genética y registros clínicos.
Según explicó el investigador, “cuando el cerebro crece con el tiempo, pero la pelvis se reduce por exigencias locomotoras, se genera inevitablemente un conflicto”.

Dos caminos evolutivos: seguridad vs. movilidad
Los resultados del estudio muestran que las personas con pelvis más anchas presentan una menor probabilidad de requerir cesáreas de emergencia y enfrentan menos complicaciones durante el parto.
Sin embargo, esta ventaja obstétrica tiene su precio: se asocia a una marcha más lenta, una mayor carga sobre el suelo pélvico —con riesgo de incontinencia o prolapso— y una mayor propensión a desarrollar osteoartritis en la cadera con el paso del tiempo.
En contraste, quienes poseen una pelvis más estrecha tienden a caminar más rápido y con mayor eficiencia biomecánica, pero enfrentan un mayor riesgo de complicaciones durante el parto, así como una incidencia más alta de dolores lumbares y artrosis en las rodillas.
Esta disyuntiva revela hasta qué punto la evolución ha debido negociar entre eficacia funcional y viabilidad reproductiva.
Un legado genético que modela nuestros cuerpos
Otro de los hallazgos relevantes del estudio es la correlación genética entre la anchura de la pelvis y el tamaño del cráneo de los recién nacidos. Las personas con tendencia a dar a luz bebés con cabezas más grandes también tienden a tener pelvis más amplias, lo que sugiere una selección natural a favor de esta coincidencia.
Sin embargo, con la creciente generalización de las cesáreas, algunos investigadores plantean que esta presión evolutiva podría estar atenuándose.

También se indagó si la anchura pélvica estaba relacionada con la duración del embarazo, como algunas teorías habían sugerido. La conclusión fue negativa: no se encontró relación entre ambas variables. De hecho, este hallazgo coincide con estudios previos que indican que los humanos no dan a luz significativamente antes que otros grandes primates.
Asimetría, lateralidad y desarrollo
Una observación adicional del estudio es que la mayoría de las personas tienen pelvis ligeramente asimétricas, una característica que parece estar relacionada con la lateralidad (es decir, si son diestros o zurdos).
Esta condición, según Narasimhan, podría deberse a que la pierna dominante influye en la manera de caminar y, con ello, en el desarrollo pélvico durante la infancia y la adolescencia.
Aunque la asimetría no representa un problema de salud por sí misma, sí revela cómo incluso rasgos como la preferencia manual o podal tienen un efecto tangible sobre la morfología corporal.
Hacia una comprensión integral del cuerpo humano

Los especialistas destacan el valor metodológico del estudio, que integra anatomía, genética, historial médico y comportamiento. Scott Simpson, antropólogo de la Case Western Reserve University, considera que se trata de una “contribución extraordinaria” a la comprensión de un aspecto central de la evolución humana.
Por su parte, Nicole Webb, investigadora en la Universidad de Zúrich, ha subrayado que los hallazgos podrían ser aún más impactantes si se replicaran en poblaciones más jóvenes y diversas, ya que todos los sujetos del estudio eran mayores de 40 años y procedían del Reino Unido.
Una evolución marcada por compromisos
Lejos de ser un diseño perfecto, el cuerpo humano es el resultado de una serie de concesiones evolutivas. La pelvis, en particular, muestra cómo las fuerzas de la naturaleza han debido negociar entre dar a luz de forma segura, caminar con eficacia y preservar la salud del sistema musculoesquelético.
El estudio de Narasimhan y su equipo no solo reafirma una hipótesis clásica de la antropología, sino que también abre nuevas vías para comprender los costos y beneficios que implica nuestra singular manera de estar erguidos y traer vida al mundo.
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