En 2015, la legendaria compositora Joni Mitchell sufrió un devastador derrame cerebral que amenazó con silenciar una de las voces más icónicas del siglo XX.
Incapaz de caminar o hablar al regresar del hospital, los pronósticos médicos fueron desalentadores: su recuperación parecía improbable, al punto de que no se programaron revisiones.
Sin embargo, la intervención de su amigo Daniel Levitin, músico, neurocientífico y autor de renombre, cambió el curso de los acontecimientos gracias al poder de la música, informa The Guardian Weekly.
Cuando las enfermeras que cuidaban a Mitchell notaron cómo se animaba al escuchar canciones, buscaron el consejo de Levitin.
Para su suerte, el científico había ayudado previamente a Mitchell a crear una selección personalizada de sus canciones favoritas para Artist’s Choice, un proyecto de álbumes compilados por Starbucks a principios de la década de 2000.
Este material, que abarcaba desde Debussy hasta Marvin Gaye y Leonard Cohen, se convirtió en el eje de un programa de terapia musical diseñado específicamente para ella.
La música personalizada como herramienta terapéutica
Según Levitin, la personalización es esencial para que la música sea efectiva como terapia. Explica que cuando una persona disfruta una canción, sus niveles de dopamina aumentan, mejorando la motivación y el bienestar emocional.
En el caso de Mitchell, las melodías le proporcionaron consuelo, ayudándola a reconectar con su identidad, un factor crucial para su recuperación.
Levitin recurrió al material compilado años atrás, agregando piezas adicionales que consideraba significativas para Mitchell, como River: The Joni Letters, de Herbie Hancock, y la nostálgica Our House, escrita por Graham Nash, su expareja.
A través de estas canciones, Mitchell empezó a redescubrir quién era y qué le importaba, lo que la impulsó a seguir los protocolos terapéuticos.
El progreso fue lento pero constante. En un momento particularmente conmovedor, Mitchell, un año después del derrame, logró caminar por sí sola hasta un gabinete para buscar un jarrón específico que evocaba recuerdos de su vida en Laurel Canyon. Este gesto, aparentemente simple, simbolizaba el vínculo profundo entre la música, la memoria y la identidad.
El arte de sanar: la visión de Daniel Levitin
Levitin, autor de obras como This Is Your Brain on Music y el reciente Music As Medicine, es una figura destacada en el estudio de la neurociencia musical.
Su carrera incluye una notable transición desde la producción musical para artistas como Carlos Santana hasta la investigación académica en neuropsicología.
En sus libros, Levitin analiza cómo la música puede influir en funciones cerebrales fundamentales, desde la memoria hasta la coordinación motora.
Sin embargo, su trabajo reciente se centra en los beneficios médicos de las melodías, una temática que, según admite, carecía de evidencia científica sólida cuando escribió su primer libro en 2006.
Hoy, avances significativos en la investigación respaldan la capacidad de la música para aliviar dolores, mejorar la movilidad y reducir el estrés.
Aplicaciones terapéuticas comprobadas
Uno de los campos donde la música mostró un impacto notable es en el tratamiento del Parkinson.
Levitin detalla cómo las melodías rítmicas ayudan a los pacientes a sincronizar sus movimientos, facilitando la marcha incluso sin música después de semanas de terapia.
Además, investigaciones en su laboratorio demostraron que la música puede liberar opiáceos endógenos, actuando como un analgésico natural. Esto no reemplaza los medicamentos, pero permite reducir las dosis necesarias, disminuyendo los efectos secundarios asociados.
Asimismo, la música tiene el poder de desbloquear recuerdos profundamente arraigados, incluso en pacientes con demencia avanzada.
Un ejemplo impactante, destacado por Levitin, es el caso de Henry Dryer, un hombre en un hogar de ancianos que recuperó fragmentos de su memoria al escuchar canciones de su juventud.
La música y el lenguaje de las emociones
Levitin argumenta que la música cura el cuerpo, y el alma. A través de su ambigüedad y falta de precisión, las melodías pueden capturar emociones que las palabras no alcanzan a expresar.
Por eso, incluso las canciones tristes cumplen una función paradójica: al validar sentimientos de soledad o pérdida, liberan prolactina, una hormona calmante que proporciona consuelo.
La historia de Joni Mitchell es un recordatorio conmovedor de cómo la música puede convertirse en un hilo conductor de la identidad y la recuperación.
Para Levitin, esta terapia tiene aplicaciones clínicas, reafirmando la importancia de mantener una conexión con el arte y las emociones humanas en un mundo cada vez más tecnificado.
Mitchell, hoy con 81 años, encarna el poder de la resiliencia y la magia de las melodías para sanar, inspirar y, sobre todo, recordar quiénes somos.