
Las declaraciones de Donald Trump tienen en vilo a inversores, exportadores, productores agropecuarios y a cuanto otro actor clave del mundo de los negocios pueda imaginarse. Enojado con una periodista que trataba de interpelarlo, defendió el acuerdo que estaría por formalizar con nuestro país y sorprendió a los presentes al afirmar que “Estados Unidos está considerando comprar carne argentina para aliviar la escasez interna y los precios récord”. Se trataría de volúmenes moderados, aunque no hubo detalles al respecto, teniendo en cuenta que la Argentina tiene actualmente una cuota de 20 mil toneladas que podría ampliarse.
Exagerado, afirmó que nuestro país “está muriendo, no tienen dinero”, y defendió el rescate de 20 mil millones de dólares que su administración ha dispuesto para la Argentina, una movida que sigue generando reacciones negativas en toda la cadena agroindustrial estadounidense, enojo que iría in crescendo si se concretan las compras adicionales de carne vacuna.
Pocos días antes, Trump había advertido que su administración estaba trabajando para reducir el precio de la carne vacuna que llega al consumidor, que ha trepado hasta alcanzar máximos históricos. “Por cierto, es más alto de lo que deseamos. Estamos trabajando en este tema, y creo que hemos llegado a un acuerdo. Hicimos nuestra magia“, adelantó. El republicano prometió abordar formalmente esta cuestión cuanto antes, como parte de sus esfuerzos por mantener la inflación bajo control.

Por cierto, hubo otras referencias en la semana que pueden involucrarnos en cuestiones comerciales con el país de las barras y las estrellas. La embestida de Donald Trump contra China empieza a ofrecer grietas. Su talón de Aquiles es la soja. El gigante asiático es por escándalo el principal comprador de la oleaginosa en todo el planeta, y enfrentarlo implica quedarse con muchas toneladas de poroto que no tienen destino comercial, lo cual equivale a precios relativamente deprimidos en Chicago. Todo deriva en un farmer con cuentas en rojo y empezando a cuestionarse al apoyo que oportunamente le dio al republicano.
El gobierno estadounidense advirtió que los chinos son un hueso duro de roer, y que va a tener que encontrar una solución al problema de la soja. Una primera opción, que no debiera descartarse, es reducir las pretensiones respecto del comercio con la nación asiática. Mientras llega ese momento, la secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins, declaró que buscan diversificar urgentemente los mercados para la soja del país. Los agricultores ya le han hecho saber que no quieren cheques del gobierno, pretenden clientes a los cuales venderles sus productos.
China, que alguna vez explicó el 50% de las exportaciones estadounidenses de soja, no ha comprado una sola tonelada esta campaña, iniciada en septiembre último. En lo que va del año anotó 5 millones de toneladas, contra 27 millones en el mismo periodo del año anterior. En semejante contexto, Rollins insinuó posibles oportunidades en Asia, África y Latinoamérica, donde Estados Unidos podría suministrar soja para su procesamiento y posterior exportación.

A las puertas de la peor crisis agrícola en tres décadas, Ted Seifried, de Zaner Ag Hedge, advirtió que “parece que están tratando desesperadamente de encontrar una salida a un problema que no tiene una solución a corto plazo”. A la afirmación de Rollins respecto de que Estados Unidos está en conversaciones con algunos países de Sudamérica para triturar soja, Seifried enfatizó que eso no va a compensar lo que implica haberse distanciado de China. “Estados Unidos necesita desarrollar la infraestructura necesaria para procesar 21 millones de toneladas adicionales de soja y así compensar la pérdida de demanda del país asiático”.
Rollins no ofreció detalles de las negociaciones que lleva a cabo con molturadoras sudamericanas (claramente los candidatos que esconde el enigma serían Brasil y/o Argentina). Más de uno pensó en el acuerdo de libre comercio que estaría cerrando nuestro país con Estados Unidos, y en la formidable capacidad de molienda en torno del puerto de Rosario, actualmente ociosa en buena medida. Se desconoce asimismo si la harina y el aceite resultante se venderían como originados en el país donde se realizó la molturación, quizás a modo de una importación temporaria como ocurre con la soja paraguaya. Claro, de producirse perjudicaría a nuestros productores.
Hoy por hoy, los aranceles chinos sobre la soja estadounidense se mantienen en torno del 34%, lo que ha obligado a Beijing a trasladar sus compras a Brasil y Argentina, donde ha anotado millones de toneladas. Ahora, las trituradoras chinas tienen poca motivación para asegurar suministros de soja, ya que los precios de Brasil han reducido sus márgenes. Después, en enero, llegará la nueva cosecha del vecino país, con precios más bajos. En la coyuntura, podría incluso utilizar reservas propias.

Este escenario, enfrenta a los chinos con su propio pragmatismo: la soja brasileña se ha encarecido, pero no quieren comprar el poroto estadounidense, más barato. Por eso han pisado la pelota y momentáneamente están frenando las operaciones, a pesar de que precisan cubrir sus necesidades para diciembre-enero, estimadas en unos 9 millones de toneladas, tras completar los arribos de noviembre con importantes compras de soja argentina. Para algunos analistas, estos negocios con nuestro país señalan que China ya no volverá a depender de Estados Unidos para hacerse del grano que necesita.
Para el analista brasileño Alessandro Delara, la toma de decisiones de China no es técnica, sino estratégica. Se trata de equilibrar tiempo, costo y riesgo, y esto impacta directamente en el comercio global. No es una caída de la demanda sino un cambio en el ritmo de compras y en el calendario comercial, que requiere análisis de escenarios, preparación logística y una mayor atención a los márgenes y las primas en las próximas semanas.
Las importaciones de soja de China alcanzaron en septiembre el segundo nivel más alto registrado. Otra vez máximos históricos, como en mayo, junio, julio y agosto. En los primeros nueve meses de 2025 totalizaron 86,18 millones de toneladas, un 5,3% más interanual, la enorme mayoría desde Brasil. A Estados Unidos le quedan los últimos cartuchos; su ventana de ventas se cierra a comienzos de enero. Se espera que la soja figure en la agenda de una posible reunión entre Trump y el presidente chino Xi Jinping en Corea del Sur, a fines de este mes, pero las opciones que está buscando la Casa Blanca demuestran poca confianza en alguna clase de pacto.

Trump tuvo una semana que ha desconcertado tanto a inversores como a agricultores. Arrancó calificando a China como hostil y amenazándola con tarifas astronómicas, además de afectar los negocios relacionados con el aceite de cocina de este origen y otros productos comerciales, como represalia por no comprar soja estadounidense. Asimismo amenazó con cancelar el encuentro con Xi Jinping, para poco después avisar que la reunión estaba en pie. Ahí indicó que “con China va a estar todo bien” y elogió la estatura como dirigente del presidente de este país.
Se espera que el gobierno federal gaste más de 40 mil millones de dólares en pagos a agricultores en 2025, la segunda cantidad más alta desde 1933, según datos del USDA. Esta suma eclipsa los 23 mil millones de dólares usados con el mismo fin durante el primer mandato de Trump. Para el farmer, a medida que avanza la cosecha la atención principal pasa por almacenar la soja que no quiere vender a este precio. Cuando termine la trilla, la realidad económica se hará notar.
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