
Un reciente relevamiento sobre liderazgo realizado por Consultora Funcionalmente, especialista en el entrenamiento de líderes en Argentina, dejó en evidencia un dato alarmante: el 64% de los líderes reconoce tener dificultades para manejar sus emociones, en especial la frustración y la ansiedad. Esto significa que más de la mitad conduce sus equipos sin controlar el volante emocional.
Este número no solo habla de un déficit individual, sino de un problema organizacional: líderes que no logran regular sus emociones terminan impactando directamente en la productividad, el clima laboral y la capacidad de sostener equipos en tiempos de incertidumbre.
Durante décadas, ser líder era sinónimo de fijar objetivos, diseñar estrategias y alcanzar resultados financieros. Hoy, ese paradigma quedó corto. En un mundo de cambios acelerados, el verdadero diferencial de un líder está en su capacidad de gestionar emociones propias y ajenas. La ansiedad, el enojo, el miedo y la confianza no son un “extra” en el trabajo, sino el terreno emocional desde donde se toman decisiones, se sostiene la motivación y se construye confianza.
En un mundo de cambios acelerados, el verdadero diferencial de un líder está en su capacidad de gestionar emociones propias y ajenas
Un gerente tecnológico que estalla a los gritos paraliza a su equipo justo cuando necesita creatividad. Una líder comercial que confía ciegamente en su instinto ignora datos clave y erosiona resultados financieros. El problema no es sentir: es no calibrar.
El velocímetro emocional
En mi libro Liderazgo Inconsciente introduzco una metáfora que ayuda a entender por qué las emociones pueden ser funcionales o disfuncionales según su intensidad.
Hablo del velocímetro emocional, que diferencia tres zonas:
- Zona de activación (0–90 km/h):cuando la intensidad emocional es baja, falta energía y foco.
- Zona funcional(90–130 km/h): es el rango ideal donde ansiedad, miedo, enojo o confianza se vuelven útiles, porque aportan alerta, prudencia, fuerza o motivación.
- Zona de desactivación (130–220 km/h):cuando la emoción se dispara, deja de ser funcional: demasiada ansiedad bloquea, un exceso de confianza nubla la visión y un enojo desmedido destruye vínculos.
Un líder ansioso circula a 200 km/h; uno apático,a 40 km/h. El verdadero desafío es mantenerse en esa franja donde la energía y la claridad se equilibran.
Emociones funcionales vs. disfuncionales
No existen emociones “malas” en sí mismas. Lo que las vuelve disfuncionales es la intensidad.
La confianza desmedida es tan peligrosa como la ausencia total de ella. Y los equipos lo perciben: un líder desbordado genera inseguridad; uno inexpresivo transmite distancia.
En un mundo de cambios acelerados, el verdadero diferencial de un líder está en su capacidad de gestionar emociones propias y ajenas
La encuesta confirma lo que vemos a diario en organizaciones:
El 60% de los líderes admite que la ansiedad afecta su rendimiento laboral, un tercio reconoce que directamente no sabe cómo gestionarla.
La ansiedad, entendida como preocupaciones futuras —reales o imaginarias—, se volvió el espejo del liderazgo actual: vivimos en un mundo de velocidad, incertidumbre y sobre exigencia.
Enojo, miedo y confianza: las otras emociones críticas
Así como la ansiedad,surge el análisis de otras emociones, cuya gestión resulta indispensable en el liderazgo.
- Enojo: el 45% de los líderes admite que interfiere en sus decisiones ante resultados no esperados.
- Miedo: el 64% señala que sus equipos avanzan con temor,reflejo de contextos de inestabilidad laboral y falta de claridad estratégica.
- Confianza: aparece como el gran integrador. El 53% de los líderes percibe altos niveles de confianza en sí mismos y sus equipos. Cuando está presente,potencia la resiliencia; cuando falta, las demás emociones se vuelven tóxicas.
El liderazgo inconsciente: el costo invisible
Gran parte de la dificultad de los líderes radica en que actúan en piloto automático, repitiendo patrones heredados de padres, jefes o figuras de referencia. Ese modo inconsciente hace que:
- Reproduzcamos respuestas emocionales sin cuestionarlas.
- Subestimemos el impacto del descanso, la alimentación, la actividad física o el entorno en nuestro estado emocional.
- Nos desconectemos de la huella genética de las emociones, que cargamos como herencia, pero que también podemos resinificar con hábitos conscientes.
La trampa del piloto automático es que el líder cree estar “manejando” cuando en realidad está siendo manejado por lo que aprendió de manera inconsciente.
El 53% de los líderes percibe altos niveles de confianza en sí mismos y sus equipos
Un director de ventas que perdió clientes descubrió, tras un proceso de coaching, que reaccionaba a la defensiva cada vez que lo desafiaban, tal como lo hacía su padre en discusiones familiares.
Lo inconsciente se filtraba en su estilo de liderazgo y lo alejaba de clientes y colaboradores. Solo cuando tomó conciencia pudo calibrar sus respuestas y recuperar influencia.
Del equilibrio racional-emocional al liderazgo híbrido
El modelo de Liderazgo 360 propone un liderazgo integral: rumbo x velocidad, es decir, claridad estratégica combinada con intensidad emocional calibrada. Hoy sabemos que el liderazgo efectivo no es solo técnico ni solo emocional: es híbrido, porque requiere habilidades duras (gestión, planificación, resultados) y blandas (empatía, escucha, regulación emocional).
Un líder que solo prioriza lo racional se vuelve frío y distante; uno que solo se deja llevar por la emoción se vuelve impulsivo e inestable. El desafío es integrar ambos mundos en un equilibrio que potencie al equipo.
Cómo entrenar el músculo emocional del líder
La encuesta y la experiencia en campo muestran que el problema no es sentir, sino no saber entrenar las emociones.
Algunas prácticas clave son:
- Autoobservación diaria:detenerse a identificar qué emoción domina antes de cada decisión importante.
- Micro hábitos de regulación: respiración, pausas activas,ejercicio físico o alimentación consciente para bajar la intensidad emocional.
- Espacios de feedback y coaching: pasar de la catarsis a la devolución constructiva.
- Gestión del descanso: líderes agotados deciden peor, comunican mal y pierden perspectiva.
El manejo emocional no se improvisa: se entrena como cualquier competencia de liderazgo.
Los datos son claros, la mayoría de los líderes aún no domina sus emociones, y eso erosiona la confianza, el rendimiento y la salud de los equipos. Pero también abren una puerta: si logramos reconocer, calibrar y entrenar nuestras emociones, podemos transformar el miedo en prudencia, la ansiedad en motor, el enojo en energía y la confianza en inspiración.
El verdadero liderazgo del futuro será el que se atreva a mirar lo invisible: el mundo emocional que sostiene cada decisión. Porque liderar no es solo marcar un rumbo, sino también elegir con qué intensidad lo vamos a transitar.
El autor es consultor especialista en Liderazgo y autor de los libros “Liderazgo 360°” y “Liderazgo Inconsciente”
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