¿Nace una estrella?: no, nace un “equipo estelar”

Sumar individuos exitosos no garantiza automáticamente el éxito de la organización. Para que estos talentos prosperen, es fundamental contar con recursos adecuados, sistemas eficientes, procesos claros, liderazgo sólido y una red de apoyo interna

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Larry Bird, Scottie Pippen, Michael
Larry Bird, Scottie Pippen, Michael Jordan y Clyde Drexler, integrantes de Dram Team original, la selección de básquet de EEUU que ganó el oro olímpico en Barcelona 92 (REUTERS/Ray Stubblebine/File Photo)

Es un plantel repleto de estrellas, pero nunca pelea el campeonato. Tiene los mejores defensores, mediocampistas y delanteros (algunos incluso triunfaron en el exterior), pero por algún extraño motivo no logran conectar entre ellos. Pasan los técnicos, pasan las figuras y el equipo sigue juntando telarañas en el fondo de la tabla. ¿Por qué? Es un tema que siempre me preocupó: tratar de entender cuál es la clave del éxito de aquellos equipos que, ya sea en el mundo del deporte o en de las organizaciones, logran resultados extraordinarios.

Hace unos años tuve la oportunidad de trabajar con un equipo de la Primera División del fútbol argentino –compartí charlas de vestuario e interactué con los jugadores y el DT– y también pude conversar en profundidad con distintos directores técnicos. Me desvelaba comprender cómo, a la inversa del caso del principio, los equipos deportivos sin las mejores estrellas a veces logran resultados sorprendentes.

Una de las conclusiones a las que llegué fue que la clave no está solamente en elegir a los más destacados en sus puestos, sino a aquellos con mayor capacidad de trabajar en conjunto. Un Dream Team no es un equipo soñado por el mero hecho de tener estrellas, sino por algo mucho más profundo: es un equipo que logra trascender, que marca una época.

Equipos memorables que dejan su sello

Los equipos memorables son aquellos en los cuales sus integrantes sienten orgullo de pertenecer. Son equipos admirados no sólo por los resultados deportivos, sino por la calidad de sus vínculos, por la complementación que tienen sus miembros y por cómo ellos representan al equipo hacia adentro y hacia afuera.

El paralelismo con las empresas es inmediato: todas las organizaciones tienen momentos en los cuales los integrantes se sinergizan de tal forma que, literalmente, generan esa capacidad de “ser memorables”. Es decir, los recordamos por mucho tiempo, son un modelo a seguir y logran impactar en muchas vidas.

Entiendo que pensar en equipos de alto desempeño es considerar una serie de elementos que los contienen y los distinguen de los demás. Y obviamente, ¿quién de nosotros no se sentiría orgulloso de formar parte de un equipo estelar? Esto es: ser uno de los engranajes de ese equipo que marca una época, en el que no brilla solamente una estrella –o varias– sino que la figura destacada es el propio equipo.

De conjuntos brillantes a equipos extraordinarios

El desafío actual radica en encontrar la manera de lograr que integrantes de excelencia dentro de un grupo trabajen de manera colaborativa, de modo tal que el talento individual se alinee con los objetivos de la organización. La premisa es clara, pero su implementación es compleja: cómo evolucionar de un conjunto de estrellas a un equipo estelar.

Un director técnico de un club de Primera División en Argentina me confió: “Nos enfrentamos a un gran reto. Incorporamos a varios de los mejores jugadores disponibles en el mercado, pero ahora el verdadero trabajo es lograr que este plantel de figuras se transforme en un equipo que marque una época y sea recordado por mucho tiempo”.

Un proceso desafiante

Más allá del ámbito –ya sea en tecnología, medios de comunicación o en el mundo del deporte–, la encrucijada sigue siendo la misma: cómo convertir un equipo de estrellas en un equipo estrella (¡y no terminar estrellado en el intento!).

Un estudio realizado Boris Groysberg, Ashish Nanda y Nitin Nohria analiza los desafíos que surgen tras múltiples incorporaciones de alto perfil. La investigación demuestra que, en muchos casos, el brillo de estas individualidades se atenúa drásticamente al cambiar de organización, llevando a un desempeño inferior al esperado.

El informe resalta que, al integrarse a una nueva empresa, estos profesionales se enfrentan a transiciones más complejas de lo previsto. Necesitan familiarizarse con dinámicas, procesos y culturas organizacionales diferentes, además de lidiar con compañeros que, en ocasiones, pueden mostrarse poco permeables a colaborar. Es común que enfrenten resistencia e incluso hostilidad debido a diferencias salariales y de estatus.

La conclusión es clara: sumar individuos exitosos no garantiza automáticamente el éxito de la organización. Para que estos talentos prosperen, es fundamental contar con recursos adecuados, sistemas eficientes, procesos claros, liderazgo sólido y una red de apoyo interna.

El impacto de los “Jugadores A”

La consultora Bain, en su estudio Making star teams out of star players (Cómo convertir estrellas individuales en equipos de alto rendimiento), aporta una perspectiva complementaria y brinda algunas claves para gestionar este tema.

Según la investigación, los llamados “Jugadores A” son un activo de enorme valor, con una productividad hasta seis veces superior a la de otros profesionales. No obstante, muchas empresas evitan reclutarlos por temor a que los egos interfieran en la dinámica grupal, generando conflictos o afectando el liderazgo.

Sin embargo, el informe concluye que, si bien el factor ego puede representar un desafío, no necesariamente tiene que ser un obstáculo. Un ejemplo emblemático es el equipo olímpico de básquet de Estados Unidos en Barcelona 1992, considerado el mejor de la historia. Figuras legendarias como Magic Johnson, Michael Jordan y Larry Bird lograron integrarse de manera ejemplar, gracias a cuatro pilares fundamentales:

  • Un propósito superior: representar a su país con honor y orgullo.
  • Un criterio de selección claro: no solo ser talentos individuales, sino también jugadores de equipo.
  • Un reconocimiento colectivo: el premio era grupal, no individual.
  • Un sistema equitativo: evaluación de desempeño y recompensas compartidas.

El estudio de Bain enfatiza la importancia de contar con un liderazgo adecuado. Un equipo de estrellas liderado por dirigentes mediocres puede obtener resultados decepcionantes. Para evitarlo, se recomienda dedicar el mismo esfuerzo en la selección del líder como en la elección del equipo, asegurando que su desempeño sea evaluado de manera continua y, si es necesario, reemplazándolo sin titubeos.

En conclusión

En un mundo en el que los logros dependen cada vez más del trabajo colaborativo, no alcanza con reclutar estrellas individuales. El talento de élite es un recurso valioso, escaso y difícil de atraer. Sin embargo, una vez que logran consolidarse de manera armoniosa, los “Jugadores A” aportan significativamente a los resultados del negocio, son una fuente de inspiración y resultan agentes multiplicadores del crecimiento.

Para alcanzar esta meta es esencial trascender la idea de un simple plantel de estrellas y, como dijimos, aspirar a la construcción de equipos estelares; equipos que, más allá del brillo individual, dejen una huella profunda gracias a su inteligencia colectiva, con sus egos equilibrados y su capacidad de impactar positivamente en la organización y en su entorno.

El autor es Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Es autor de nueve libros, entre ellos “Liderazgo + humano - Historias de (mi) vida para inspirarnos” (2025)