
El huevo cocido se ha convertido en un alimento clave dentro de las recomendaciones nutricionales para personas que padecen úlceras gástricas.
Su perfil nutricional, rico en proteínas de alta calidad, lo convierte en un aliado para la regeneración de tejidos, proceso fundamental en la cicatrización de las lesiones en la mucosa del estómago.
Además, su preparación sencilla y libre de grasas lo hace especialmente tolerable para el sistema digestivo, evitando irritaciones que puedan agravar los síntomas.
Consumido cocido o en tortilla sin aceite, el huevo ofrece una fuente de nutrientes esenciales sin añadir componentes que estimulen la producción excesiva de ácido gástrico.
A diferencia de otros alimentos ricos en proteínas, como algunas carnes o lácteos, el huevo cocido no genera fermentaciones ni reacciones adversas en el estómago, lo que lo convierte en una opción segura durante el tratamiento de la úlcera. Su digestión es rápida y no deja residuos que puedan interferir con la recuperación de la mucosa dañada.

Además del huevo, existen otros alimentos que pueden formar parte de una dieta adecuada para quienes sufren de úlceras gástricas.
Las carnes magras como el pollo, el pavo y el cerdo sin grasa son recomendables, siempre que se preparen hervidas o a la plancha.
El pescado blanco, como la merluza o el bacalao, también es bien tolerado y aporta proteínas sin generar acidez. Las verduras hervidas, especialmente aquellas que no producen gases, como la zanahoria, el calabacín o la papa, son ideales para acompañar los platos principales.
En cuanto a las frutas, se deben evitar los cítricos, pero se pueden consumir manzana, pera, plátano y melón, que son suaves y no irritan el estómago.
Los cereales como el arroz blanco, la avena y el pan sin semillas también son bien recibidos por el sistema digestivo. Los lácteos deben ser desnatados y en pequeñas cantidades, prefiriendo los quesos frescos o semicurados.

Las úlceras gástricas se forman cuando la mucosa que recubre el estómago se ve afectada por un desequilibrio entre los factores agresivos, como el ácido clorhídrico y la pepsina, y los factores protectores, como el moco gástrico.
Este desequilibrio puede ser provocado por la presencia de la bacteria Helicobacter pylori, el consumo prolongado de antiinflamatorios no esteroides sin protección gástrica, el estrés crónico o hábitos como el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.
Una vez que la mucosa se lesiona, se genera una herida que puede causar dolor, acidez, náuseas y otros síntomas digestivos. Ante cualquier síntoma persistente o duda sobre la dieta adecuada, es indispensable consultar al médico para recibir un diagnóstico preciso y un tratamiento personalizado.