
La vitamina D desempeña un papel esencial en la salud de los huesos y las articulaciones, gracias a su función en la absorción de calcio y el metabolismo óseo. Su déficit puede favorecer la aparición de dolor articular y muscular, así como enfermedades como la osteoporosis, osteomalacia y raquitismo.
Esta vitamina favorece la mineralización ósea y ayuda a mantener una estructura fuerte en los huesos. También influye en la regulación del sistema inmunológico y en la modulación de los procesos inflamatorios, por lo que su presencia adecuada en el organismo contribuye al alivio de molestias articulares y óseas. La insuficiencia de vitamina D se asocia con mayor riesgo de dolor crónico, inflamación y debilidad muscular.
Entre las causas habituales de deficiencia se encuentran la baja exposición solar, problemas de absorción intestinal, determinados trastornos médicos y una dieta pobre en alimentos ricos en vitamina D. Las personas mayores, quienes viven en latitudes alejadas del ecuador o quienes pasan la mayor parte del tiempo en interiores, presentan mayor riesgo de presentar niveles insuficientes.

El dolor articular relacionado con la deficiencia de vitamina D suele manifestarse como una molestia difusa o una sensación de malestar en articulaciones y músculos. En casos avanzados, la deficiencia puede derivar en fragilidad ósea, mayor predisposición a fracturas y degeneración de cartílago. La reposición de vitamina D mediante suplementación o una alimentación adecuada puede contribuir a mejorar la función articular y reducir el dolor en personas con niveles bajos de esta vitamina. Por este motivo, mantener niveles adecuados resulta fundamental para la prevención y el tratamiento de afecciones óseas.
Además de su papel en el bienestar óseo, la vitamina D interviene en la producción de proteínas necesarias para la función muscular. Su déficit suele estar relacionado con debilidad y dolor muscular, lo que puede acentuar el malestar en pacientes con problemas articulares y esqueléticos. El diagnóstico de deficiencia se realiza mediante análisis de sangre, y su tratamiento varía según la causa y gravedad.
La exposición solar es una vía importante para la síntesis de vitamina D, ya que la piel la produce a partir del colesterol cuando recibe radiación UVB. Sin embargo, la dieta también resulta determinante para asegurar cantidades adecuadas, especialmente en quienes reciben poca luz solar.
Alimentos ricos en vitamina D

- Pescados grasos (salmón, atún, sardina, caballa)
- Hígado de res
- Yema de huevo
- Aceite de hígado de bacalao
- Lácteos enteros y fortificados (leche, yogur, quesos)
- Hongos expuestos a luz ultravioleta
- Alimentos fortificados (cereales, jugo de naranja, margarinas)
La incorporación de estos alimentos en la dieta, junto con una exposición solar razonable, contribuye a mantener niveles óptimos de vitamina D en el organismo. Se recomienda consultar a un especialista antes de iniciar cualquier suplementación.