Los sueldos suben, pero el poder adquisitivo no, y tiene que ver con que deberíamos trabajar mejor: “Mientras la productividad crezca poco, los salarios reales apenas aumentarán”

Para que los salarios aumenten por encima de los precios es necesario que la economía española genere más valor por cada hora laboral, según los expertos

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Dos trabajadores con un vehículo
Dos trabajadores con un vehículo de la fábrica de Ford en Almussafes, Valencia (Rober Solsona / Europa Press)

Almudena trabaja como administrativa en Madrid. En 2024, su sueldo aumentó de 1.500 a 1.560 euros brutos al mes. Sobre el papel, un incremento del 4% que debería permitirle llegar algo más holgada a fin de mes. Sin embargo, su realidad diaria es otra: llenar la cesta de la compra le cuesta cerca de 50 euros más que hace un año, el recibo de la luz ha subido, y los gastos cotidianos no dejan de crecer.

Como ella, muchos trabajadores en España sienten que, a pesar de los aumentos salariales de los últimos años, su dinero rinde menos. Y no es una percepción errónea. Los datos confirman la paradoja del salario que sube, pero no mejora la vida. “La sensación de que podemos comprar menos es real”, aclara a Infobae José Emilio Boscá, investigador de Fedea y catedrático de Universidad de Valencia.

El aumento salarial no compensa la inflación

El Índice de Precios de Consumo (IPC) elevó cuatro décimas su tasa interanual en julio, hasta el 2,7%, debido a un efecto base asociado a la caída del precio de la electricidad en el mismo mes de 2024 y por el encarecimiento de los carburantes, en menor medida, según los datos avanzados este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE). (Fuente: Agencia uno / Europa Press)

La inflación general en España cerró 2024 en el 2,8%, impulsada por el encarecimiento de los carburantes y del ocio, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La inflación subyacente -que excluye alimentos frescos y energía- se situó en el 2,6%. Aunque estas cifras reflejan una cierta moderación respecto al 2023, fueron suficientes para diluir buena parte del crecimiento de los sueldos.

Veamos ahora cuanto subieron los salarios: según la Encuesta Anual de Coste Laboral publicada por el INE, el salario bruto medio aumentó un 3,8% en 2024, hasta alcanzar los 27.447 euros. Una cifra que, al descontar el efecto de la inflación, se reduce considerablemente. “Si el salario bruto ha crecido un 3,8% y la inflación fue del 2,8%, el crecimiento del salario real ha sido solo un punto”, explica Boscá.

Este crecimiento coincide con el dato proporcionado por el Monitor Anual Adecco sobre Salarios, que estimó un aumento del 1% en el poder adquisitivo durante el año pasado. Una mejora que no compensa la pérdida acumulada de capacidad de compra desde la crisis financiera. En comparación con 2008, los salarios en términos reales siguen siendo un 4,6% más bajos.

Treinta años de salarios estancados

La brecha entre la sensación de empobrecimiento y la evolución agregada de la economía también tiene una explicación estructural. En los últimos treinta años, los salarios reales en España apenas han crecido. Según datos recopilados por la OCDE, entre 1994 y 2024 el salario real ajustado al coste de la vida solo se incrementó un 2,76%, muy por debajo de la media de los países de la organización, que fue del 30,8%.

Solo México, Japón e Italia muestran cifras peores. En comparación, Francia ha mejorado los sueldos reales un 28%, Alemania un 24%, y países como Lituania registran aumentos de hasta el 290%.

Una productividad insuficiente

Parte del problema, explica Boscá, está en la evolución de la productividad: “Mientras la productividad crezca poco -y en España ha crecido muy poco en estos 30 años-, los salarios reales apenas crecerán”. En otras palabras, para que los sueldos aumenten por encima de los precios de forma sostenida, es necesario que la economía genere más valor por cada hora trabajada.

Un artículo de Fedea elaborado por Boscá y Javier Ferri analiza la evolución entre 2007 y 2024 de la productividad y el coste laboral en España. En ese periodo, la productividad por trabajador, medida por el valor que aporta cada asalariado, subió un 14%, mientras que el coste laboral total que asumen las empresas aumentó un 15%. Aunque esto podría sugerir una mejora para los trabajadores, lo cierto es que, descontando la inflación, el salario real se ha mantenido prácticamente estancado.

Además, si se analiza el PIB por trabajador, la productividad apenas ha mejorado en la última década, en contraste con los avances del 3,9% en la UE y del 13,3% en EEUU. Esta brecha se explica, en parte, por el modelo económico español, basado en la creación de empleo en sectores de baja productividad como el turismo y los servicios, con contratos muchas veces temporales y precarios.

El estancamiento también responde a un déficit de inversión privada en sectores estratégicos, pese al buen momento de la demanda y la situación financiera favorable de muchas empresas. A esto se suma el escaso impacto de la digitalización, especialmente entre pymes, y el bajo gasto en I+D. Además, la fragmentación del mercado de capitales en la UE dificulta el acceso a financiación, lo que obliga a las empresas españolas a depender del crédito bancario, más caro y restrictivo.

La gran pérdida de la clase trabajadora: sus salarios rozan el poder adquisitivo de 2019, pero ni se acercan al de hace 15 años.

El coste laboral es mayor debido a las cotizaciones sociales

“Para la empresa, el coste laboral total ha crecido al ritmo de la productividad, pero el trabajador solo ve la parte del salario bruto dividido por el IPC”, apunta Boscá. Esto se debe, en parte, a que este coste incluye componentes que no percibe directamente el trabajador, como las cotizaciones sociales.

Estas cotizaciones a cargo del empleador se incrementaron un 14% entre 2017 y 2020, según el artículo, lo que implica que una parte importante del aumento del coste del trabajo se ha destinado a sostener el sistema público de protección, no a mejorar los sueldos netos.

El desacople entre los precios de producción y los de consumo

Todo el fenómeno se debe a un “desacople” entre el coste laboral y el salario real en términos de capacidad de compra. Entre 2007 y 2024, los precios al consumo (medidos por el IPC) han crecido más rápido que los precios a los que las empresas venden su producción (medidos por el deflactor del PIB).

Como resultado, el coste laboral para la empresa aumentó en línea con la productividad, pero los salarios reales de los trabajadores no reflejaron ese crecimiento, generando una brecha entre lo que cuesta contratar a un empleado y lo que ese empleado puede comprar con su salario.

Una realidad palpable en cada factura

En este contexto, la paradoja que viven millones de trabajadores en España es consecuencia de una combinación de varios factores: una inflación que, aunque moderada, sigue siendo superior a los aumentos reales de los salarios; una productividad estancada; y un sistema laboral donde el coste para el empleador no se traduce siempre en un mayor ingreso disponible para el empleado. “El salario real no es más que dividir el salario nominal que da el INE por el IPC”, recuerda Boscá. Si los precios suben tanto como los sueldos, el resultado es que no se gana poder adquisitivo.

Esta percepción de empobrecimiento tiene efectos concretos: dificultades para afrontar gastos imprevistos, pérdida de capacidad de ahorro, y una creciente presión sobre los hogares para mantener su nivel de vida. Para revertir esta tendencia, advierte el experto, es imprescindible apostar por una mejora de la productividad, apoyada en la innovación, la digitalización, la formación y reformas estructurales de largo plazo.

Mientras tanto, la sensación de que el dinero da para mucho menos seguirá siendo, para la mayoría, más que una impresión subjetiva. Será una realidad palpable en cada factura y en cada ticket del supermercado.