
Madrid se despide inesperadamente de las icónicas pastelerías Embassy, todo un clásico de la hostelería de la capital. Aunque aún no se conoce si será un cierre permanente o uno temporal, la noticia del adiós hacia esta histórica pastelería, con casi 100 años de historia, ha conmocionado al mundo de la gastronomía española.
Fundada en el año 1931 como salón de té, esta pastelería se fue expandiendo hasta crear una franquicia que contaba con varias sedes distribuidas por todo Madrid. Desde sus inicios, este salón servía elegantes pastas y sándwiches de pan blanco, convirtiéndose pronto en un punto de referencia para las clases altas de la capital.
Ahora, según informaba el diario El Periódico de España, han “cerrado de forma provisional” debido a circunstancias principalmente económicas. Pese a las medidas adoptadas por la empresa en los últimos años para mantenerse a flote, los “problemas de liquidez” estaban ahogando a la empresa, según han explicado fuentes internas consultadas por el periódico. Entre esas dificultades, se encuentran la subida de costes de las materias primas y de la energía, la subida de costes laborales y las dificultades para acceder a financiación, todo ello unido a la “no recuperación de las ventas previas a la pandemia”.
Embassy asegura haber iniciado “un proceso de negociaciones” con sus acreedores, en busca de una solución al cierre definitivo. A esperas de que la situación se esclarezca, la empresa ha parado la producción y bajado la persiana de sus seis locales, tanto la situada en barrio de Aravaca, como las tiendas de Chamartín, La Moraleja, Goya, O’Donnell y Santa Engracia.
Fundada por la británica Margarita Kearny Taylor, que inició este negocio imitando los clásicos salones de señoras de Londres, Embassy fue en su momento un referente de la pastelería de lujo en la ciudad, especialmente en su emblemático local de La Castellana, que ya había cerrado sus puertas en 2017.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el salón se convirtió en un escenario singular: situado cerca de las embajadas alemana y británica, atraía a funcionarios y espías de ambos bandos en pleno conflicto. Además, fue parte de una ruta de escape para refugiados judíos, que encontraron allí una vía de escape a la persecución nazi en España.
Más allá de este capítulo, la pastelería era famosa por sus pasteles y bombones, también por sus tartas, de sabores como el limón, la de amarenas, la de fresas o la de manzana. Además, servía desde sus inicios recetas inglesas como los clásicos scones, unos clásicos panecillos procedentes de Escocia. Asimismo, servía cocina salada, hacía sándwiches y bocadillos para tomar en sus salones y contaba con su propio cátering y un servicio a domicilio desde hace décadas.