Almacenar correctamente la comida puede parecer bastante ‘de cajón’. Si se pone malo, a la nevera; y si no, en la despensa. Pero no es tan sencillo, en realidad: hay alimentos, como el queso, que durarán más y se conservarán en mejor estado si se guardan de maneras concretas. Incluso aquellos alimentos sobre los cuales es bien sabido que se deben meter en la nevera (como los lácteos, la carne, o los huevos) se deben almacenar de forma concreta para alargar al máximo su vida útil.
En general, este tipo de conocimiento solo se adquiere si se sabe sobre comida o si algún familiar o amigo lo comparte, por lo que las personas tienden a utilizar tanto la lógica (que no es infalible) como las costumbres en sus hogares para decidir dónde debe ir cada cosa.
La lógica puede ser más complicada con la miel. Es un líquido, pero no del todo; y es de origen animal, pero hecho con néctar de flores. Por suerte, los expertos han hablado, y a partir de ahora la miel se podrá conservar mucho mejor, aunque, según expertos de Ashville Bee Charmer (una empresa fabricante de miel tradicional), “toda la miel cruda se cristalizará con el tiempo, aunque el tipo de miel, la forma de almacenarlo, y la temperatura afectarán lo rápido que pasará”.
La miel no se debe guardar en la nevera
La miel es un alimento un tanto difícil de clasificar. Se trata de un alimento de origen animal, aunque está hecho a partir del néctar de flores concretas. Las abejas obreras adultas (de más de 21 días) lo succionan y lo almacenan en su abdomen, donde modifican su nivel de acidez al mezclarlo con unas enzimas. Después, de vuelta en la colmena, lo traspasan a obreras más jóvenes, que lo extraen y descomponen en compuestos más sencillos, ricos principalmente en azúcares naturales (fructosa y glucosa) a través de varias digestiones enzimáticas.
Estos azúcares son los que - además de otorgarle su sabor dulce - cargan calóricamente la miel. Tardan aproximadamente media hora en “masticarla”, proceso mediante el cual su humedad pasa del 70% al 20% y su pH llega al 3,9%, es decir, muy ácido. Es precisamente por estas dos características, su acidez y su humedad, que debe almacenarse de forma concreta.
El factor más importante es la temperatura. Según ha informado el medio británico Express, los expertos indican que la cristalización de la miel “sucede mucho más rápido a temperaturas más bajas”, especialmente a partir de menos de 10ºC. Por tanto, recomiendan que la miel no se guarde en “un sótano frío ni en un vestíbulo sin calefacción” y, claro, en la nevera tampoco. Para que la miel conserve sus propiedades, lo ideal es conservarla en un armario o despensa fresca y seca a entre 10ºC y 21ºC.
Tampoco recomiendan comprar miel almacenada en plástico, sino optar por marcas que la vendan en botes de cristal. Según los expertos, el plástico es más poroso, lo que permite la entrada de humedad, favoreciendo su cristalización. Realmente, sin embargo, si se encuentra que la miel ya ha empezado a cristalizar, no significa que se haya puesto mala, y se puede arreglar. Con meter el bote en un recipiente lleno de agua caliente que cubra aproximadamente 3/4 del exterior del bote y remover la miel de forma suave continua, debería recuperar su consistencia original.