Cuando este jueves zarpen desde Gran Canaria hacia Brasil, a los tripulantes del Juan Sebastián de Elcano, la princesa Leonor entre ellos, les esperan tres semanas continuas de océano, un mínimo de 5.200 kilómetros de navegación durante los cuales aprenderán a sobrellevar la vida a bordo y a convivir con los problemas que ella conlleva. Hasta que llegue ese momento, el buque escuela de la Armada Española espera amarrado en la Base Naval de Las Palmas, desde donde partirá el próximo jueves.
Hasta entonces, es lo más habitual que los guardiamarinas que estén libres de servicio durante estos días previos a la travesía aprovechen la última ocasión en las próximas tres semanas para hacer algo de turismo. Es lo que hizo Doña Leonor en Tenerife, donde fue vista callejeando con sus compañeros por Santa Cruz y visitando el Parque Nacional del Teide.
No se sabe cuáles son sus planes en Las Palmas de Gran Canaria en los próximos días. Sí es historia lo que hizo su padre, el rey Felipe, cuando pasó por esta misma experiencia y su crucero de instrucción con el Juan Sebastián de Elcano recaló en la isla. Era 1987 y el entonces príncipe de Asturias, que tenía 18 años, no solo cumplió con alguna visitas de protocolo, sino que además disfrutó de uno de los valores más interesantes de la cultura del archipiélago: su gastronomía.
Durante su visita a Las Palmas, el entonces muy joven príncipe fue visto comiendo en una posada de las medianías del sur de la isla, disfrutando del que es uno de los platos por excelencia de la cocina tradicional de las islas Canarias: un potaje con gofio. Acompañando a este plato, las crónicas de entonces narran que degustó algunos quesos naturales de la zona y unas papas arrugadas, otro gran clásico en bares y restaurantes palmenses.
Qué es el gofio
El ahora monarca español pudo entonces disfrutar del que es el ingrediente por excelencia de la cocina canaria; el gofio, una harina elaborada a partir de cereales tostados que es uno de los alimentos más representativos de las Islas Canarias. Este producto, que cuenta con la indicación geográfica protegida “Gofio Canario” desde 2014, no solo es un símbolo de la identidad cultural del archipiélago, sino también un elemento esencial en su gastronomía.
Aunque existen variantes similares en algunos países de América Latina, el gofio es sobre todo consumido en Canarias, donde se elabora principalmente a partir de maíz (conocido localmente como millo), aunque también puede incluir otros cereales como trigo, centeno o incluso quinoa. Este alimento es supernutritivo y se ha usado desde tiempos ancestrales para añadir sabor, textura y nutrientes a recetas de todo tipo.
El consumo de gofio en el archipiélago tiene sus orígenes en los pueblos indígenas de la región, los guanches, quienes lo utilizaban como parte fundamental de su dieta. Este legado ha perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un alimento básico que se adapta a diferentes preparaciones. En la actualidad, se utiliza tanto en platos dulces como salados: disuelto en leche para preparar desayunos energéticos o añadido a un clásico potaje, tal y como lo disfrutó hace ya más de 30 años Felipe de Borbón.
Esta suerte de harina se emplea también en la elaboración de postres como helados y mousses, o se combina con plátano para crear una mezcla dulce y nutritiva. Además, el gofio puede amasarse para formar “pellas” o “pelotas”, que cumplen una función similar al pan como acompañamiento en las comidas. Otra forma popular de consumirlo es escaldado, utilizando el caldo del potaje o caldo de pescado para obtener una textura cremosa que se sirve con verduras o como plato único.