Bryan Johnson es un empresario estadounidense de 47 años que lleva varios años tratando de “hackear” su organismo con el fin de vivir hasta los 150. Quizás sabe de lo que habla, o lo mismo confía demasiado en sí mismo, porque el procedimiento mediante el cual está tratando de revertir su reloj biológico se lo ha inventado él (aunque con el apoyo de expertos, claro). Entre otras cosas, es conocido por hacer ejercicio físico enganchado a una máquina de oxígeno, por su peculiar “cura” contra la alopecia androgénica y, sobre todo, por haberse inyectado el plasma sanguíneo de su hijo de (entonces) 17 años.
Nada más levantarse mira el móvil, pero para comprobar su ‘puntuación de sueño’
Ni que decir tiene que su rutina diaria es controversial, si bien fascinante. Bryan empieza su día a las 5 de la mañana, tras lo cual comprueba su “puntuación de sueño”, incluyendo el tiempo total que ha pasado dormido, el tiempo de REM y de sueño profundo, la media de su ritmo cardiaco, y su frecuencia de respiración. A continuación, se enciende en el baño una lámpara cegadora de rayos uva (que imita la luz del sol) “para colocar al cuerpo en su estado ideal” mientras comprueba su temperatura basal utilizando un termómetro en el oído interno.
A continuación, Johnson utiliza un pequeño electrodo que se introduce en la oreja para estimular su sistema nervioso autónomo. Según dice, esto ayuda al cuerpo a alcanzar un estado más parasimpático, el estado de calma y equilibro del cuerpo que suele conservar y restaurar la energía.
La dieta de Bryan Johnson: más de 100 pastillas al día y tres comidas veganas antes del mediodía
Lo primero que se echa a la boca es un mejunje que llama “Gigante Verde”, un batido hecho de ingredientes con nombres complicados como espermidina, creatina, péptidos de colágeno, y flavonoides de cacao. Aunque parezca mucho, realmente es solo una pequeña parte de un plan mucho más amplio que supone que ingiera más de 100 pastillas cada día, tanto suplementos naturales como ajo y raíz de jengibre a fármacos como la metformina (que se utiliza para tratar la diabetes).
Por si fuera poco, Johnson también ha confesado que toma litio, un medicamento que se usa comúnmente para tratar trastornos psiquiátricos. Según Bryan, la idea es que esos suplementos sirvan como reemplazo de las moléculas que el cuerpo produce con una eficacia progresivamente menor con el paso de los años.
La dieta de Johnson es especialmente estricta. Completamente vegana y de exactamente 1.977 calorías al día (lo que supone que consuma más de 18 kilos de verduras al mes), come tres veces al día. La primera comida es siempre la misma, a la que se refiere como “superverdura”, una combinación de lentejas negras, brócoli, coliflor, champiñones, y semillas de cáñamo.
Su segunda comida consiste en un “pudding de nueces”, mientras que la tercera varía, aunque no mucho: suele ser una combinación de verduras, bayas y semillas. Sin embargo, aunque coma, al igual que mucha gente, esas tres veces al día que se suelen recomendar, hay una peculiaridad de sus hábitos alimenticios: come tres veces, pero antes de las 12 del mediodía, y hasta el día siguiente no vuelve a comer nada más.
Una hora de ejercicio al día, terapia de luz roja, radioterapia, y 312 diodos láser directos al cuero cabelludo
Después de su “desayuno”, Johnson realiza una rutina de ejercicio de una hora. Incluye 25 ejercicios distintos y, aunque los repite todos los días, también realiza sesiones de entrenamiento de alta intensidad tres veces a la semana. Además, complementa esta actividad con una estimulación electromagnética de alta frecuencia aplicada en el abdomen, que - supuestamente - contribuye al fortalecimiento muscular y la regeneración celular.
También dedica 12 minutos a una terapia de luz cercana y roja, que utiliza con fines regenerativos y para acelerar la curación de los tejidos. No se queda ahí, tampoco: otro de los tratamientos destacados en su día a día es la radioterapia, que forma parte de su plan de regeneración auditiva. A estos procedimientos se suma el uso de una gorra con 312 diodos láser, que busca estimular el crecimiento del cabello.
Aunque la mayoría de las cosas que hace carecen de suficiente respaldo científico para asegurar sus efectos, lo que no se le puede negar es que lo está intentando. Y tiene más pelo que antes, aunque no queda claro si se debe a algún viaje a Estambul, al plasma de su hijo, o a sus rutinas tan peculiares y estrictas