A los 87 años, Ridley Scott no muestra señales de frenar. Con una carrera marcada por éxitos como Alien y Gladiator, el director sigue trabajando con la misma intensidad que lo caracterizó desde sus inicios.
Su energía y visión consolidaron su lugar entre los grandes del cine, aunque él no busca la aprobación de nadie. Para Scott, lo único importante es seguir adelante, dice en una entrevista con GQ.
En su oficina londinense, un objeto enmarcado llama la atención: un boletín escolar de 1950 que documenta su posición como el último de la clase.
Las notas, que incluían calificaciones mediocres en historia, geografía y latín, contrastan cómicamente con la profundidad histórica y cultural de sus películas.
Scott, lejos de verlo como una mancha en su pasado, lo considera un recordatorio de su determinación para encontrar su propio camino.
Los inicios de una visión rebelde
Desde joven, Scott se rebeló contra las estructuras tradicionales. Hijo de un ingeniero militar británico, creció en un ambiente marcado por constantes mudanzas, lo que moldeó su carácter independiente.
La rigidez académica nunca le convenció. En una ocasión, llegó a cuestionar a su director sobre la utilidad de estudiar francés o trigonometría, lo que resultó en una paliza disciplinaria. “Sabía que no era estúpido”, reflexiona hoy con un toque de humor.
Ese espíritu autodidacta lo llevó a descubrir su vocación artística. Tras completar estudios en el Royal College of Art de Londres, donde conoció a figuras como el reconocido pintor David Hockney, Scott comenzó su carrera en la BBC.
Allí, pasó de diseñar escenografías a dirigir. Su transición al mundo publicitario marcó un hito: producía más de 100 anuncios al año, una cifra que refleja su ritmo de trabajo implacable.
El salto al cine y el éxito inesperado
El salto al cine no fue fácil. Aunque su debut, The Duellists (1977), fue galardonado en Cannes, fracasó comercialmente.
Todo cambió en 1979 con Alien, una obra que redefinió el género de ciencia ficción y posicionó a Scott como un maestro del suspenso visual.
Desde entonces, su estilo innovador, caracterizado por una atención obsesiva al detalle y una narrativa visual impactante, se convirtió en su sello distintivo.
El año 2000 marcó un punto culminante en su carrera con Gladiator. La épica historia de Máximo Décimo Meridio ganó el Oscar a mejor película y revivió el género histórico en Hollywood.
Sin embargo, Scott confiesa que, en su momento, subestimó el potencial de realizar secuelas.
Un ritmo de trabajo incesante
En los últimos años, Scott mantuvo un ritmo de trabajo sorprendente. Películas como Napoleón (2023), La casa Gucci y El último duelo (The Last Duel, ambas de 2021) son prueba de su versatilidad y capacidad de adaptación.
A pesar de la tendencia de los directores veteranos a realizar películas más introspectivas, Scott sigue explorando historias expansivas y enérgicas. “Desde que Scorsese empezó Killers of the Flower Moon, yo hice cuatro películas”, comenta con cierta ironía.
Parte de su éxito radica en sus técnicas de rodaje. Scott prefiere filmar con múltiples cámaras simultáneamente, lo que reduce el número de tomas necesarias.
Además, trabaja en cortes preliminares mientras filma, agilizando el proceso de edición. Estas estrategias reflejan su pragmatismo, y su impaciencia por materializar sus ideas.
Una vida marcada por la pérdida y la pasión creativa
Más allá del cine, Scott muestra un lado personal marcado por las pérdidas familiares y una conexión especial con sus perros.
En Napoleón (2023), dedicó la película a Lulu, su querida terrier fallecida durante la producción. En su tiempo libre, se dedica a pintar cuadros de sus mascotas, una actividad que contrasta con la intensidad de su vida profesional.
Mirando hacia el futuro
Mirando hacia el futuro, Scott tiene varios proyectos en desarrollo, incluido The Dog Stars, una historia postapocalíptica, y una biografía sobre los Bee Gees.
En un giro que desafía su edad, considera aumentar aún más el ritmo de su producción. Su filosofía es clara: “Mientras pueda seguir entregando, no habrá problema”.
A pesar de su éxito, Scott mantiene una relación tensa con la crítica. Defendió cada una de sus películas, incluso aquellas que fueron mal recibidas, y no teme responder con dureza a los comentarios que considera injustos.
Para él, el cine es una labor personal e innegociable: “Somos narradores de historias. Ese es nuestro trabajo”.
En su búsqueda incansable por innovar, Ridley Scott planea explorar géneros que aún no tocó, como los musicales y los westerns.
Su legado ya es monumental, pero para él, el mayor logro es poder seguir creando. En palabras del propio director: “No dejes que la alternativa entre”.