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A pesar de la crisis climática actual y los récords de temperatura en todo el planeta, la Tierra se encuentra en una de sus fases más frías en términos geológicos.
Así lo indica un estudio publicado en New Scientist, que analiza la evolución del clima terrestre durante los últimos 420 millones de años y revela que la presencia de casquetes polares es un fenómeno excepcional en la historia del planeta.
De acuerdo con el modelo desarrollado por el equipo de Benjamin Mills, de la Universidad de Leeds, la formación de estos períodos glaciales, denominados ice house climates, solo ocurre cuando se combinan dos factores clave...
Por un lado, una reducción en las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) por parte de los volcanes y un aumento en la erosión de rocas, un proceso que extrae CO₂ de la atmósfera.
Un clima resistente al frío
Los datos geológicos sugieren que la Tierra ha atravesado numerosas fases de temperaturas elevadas, pero pocas en las que el clima haya sido lo suficientemente frío como para permitir la existencia de casquetes de hielo permanentes.
Según Mills, “cuando se observan los registros geológicos, se encuentra mucha evidencia de climas cálidos, pero no tanta de glaciaciones”.
Los períodos glaciales están directamente relacionados con bajas concentraciones de CO₂ en la atmósfera, ya que este gas es el principal responsable del efecto invernadero.
Sin embargo, el estudio indica que la reducción del CO₂ no se debe a una sola causa, sino a la combinación de distintos procesos geológicos.
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Las claves del enfriamiento terrestre
Hasta ahora, se han propuesto diferentes hipótesis sobre qué factores propiciaron estos episodios de bajo CO₂ en la atmósfera.
Algunos científicos han sugerido que se debieron a una disminución en la actividad volcánica, lo que redujo la cantidad de CO₂ liberada al aire.
Otros han planteado que la clave estuvo en un aumento en la meteorización de las rocas, un proceso químico que extrae CO₂ de la atmósfera y lo fija en los sedimentos terrestres.
El estudio de Mills y su equipo incorpora ambas ideas en un modelo geológico detallado que cubre los últimos 420 millones de años, una fracción significativa del eón Fanerozoico.
A diferencia de modelos anteriores, este incluye por primera vez la posición tridimensional de los continentes a lo largo del tiempo, lo que permite evaluar con mayor precisión los efectos de la erosión y la actividad volcánica en la concentración de CO₂.
Los resultados indican que ni la reducción de la actividad volcánica ni la erosión de rocas, por sí solas, pueden explicar la formación de climas fríos.
Solo cuando ambos procesos ocurren simultáneamente, el CO₂ en la atmósfera desciende lo suficiente como para permitir la formación de casquetes polares. “Eso significa que todos tenían razón en cierta medida”, señala Mills.
Un modelo con limitaciones
A pesar de sus hallazgos, el estudio ha recibido algunas críticas. La geóloga Isabel Montañez, de la Universidad de California en Davis, argumenta que el hecho de que múltiples procesos influyan en los cambios climáticos no es un descubrimiento nuevo.
“Llevamos décadas entendiendo que el sistema terrestre funciona con la interacción de varios factores”, sostiene.
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Además, el modelo no es capaz de explicar cambios climáticos a corto plazo, ya que su resolución se limita a períodos de decenas de millones de años.
También se ha señalado que los datos utilizados sobre las concentraciones de CO₂ pueden estar desactualizados y que el estudio no toma en cuenta el impacto de la evolución de la vegetación en la meteorización de las rocas.
Lecciones para el futuro
Si bien los resultados del estudio no se aplican directamente a la crisis climática actual, ofrecen una advertencia sobre la vulnerabilidad del sistema terrestre.
Andrew Merdith, coautor del estudio, destaca que los períodos de ice house climate han llegado a su fin de forma relativamente rápida en el pasado, lo que sugiere que el equilibrio climático puede cambiar abruptamente.
En este sentido, Merdith advierte que no se debe asumir que una reducción en las emisiones de CO₂ logrará devolver al planeta a su estado climático preindustrial de manera automática.
La historia de la Tierra muestra que la estabilidad climática es un fenómeno complejo y que sus cambios pueden estar influenciados por múltiples factores que van más allá de la actividad humana.
El estudio deja abierta la puerta a futuras investigaciones que incorporen más elementos en la ecuación del clima terrestre.
Entre ellos, la influencia de la vegetación en la erosión de rocas y el impacto de otros procesos geológicos aún poco comprendidos.
Lo que queda claro es que la formación de casquetes polares es un fenómeno excepcional en la historia del planeta y que su permanencia no está garantizada.