
La exploración de los cuerpos celestes más allá de la Tierra permitió a lo largo de la historia realizar descubrimientos fascinantes sobre la posibilidad de vida en otros mundos.
Un área clave en este contexto es la existencia de océanos subterráneos, los cuales podrían proporcionar indicios de ambientes habitables en lugares inesperados, como por ejemplo las lunas heladas de Júpiter. Calisto, uno de los satélites más grandes de este gigante gaseoso, ha sido un objeto de estudio particular debido a sus características geológicas aparentemente simples, pero que esconden secretos debajo de su superficie.
En ese sentido, recientemente, un análisis realizado por un equipo de científicos liderado por Corey J. Cochrane proporcionó una nueva perspectiva sobre este cuerpo rocoso. Con datos de la misión Galileo, los expertos revisaron detalladamente las mediciones magnéticas tomadas durante varios sobrevuelos. La información sugiere que Calisto podría albergar un mar profundo bajo su capa de hielo. Esta investigación podría ofrecer una de las evidencias más sólidas de la existencia de un océano subterráneo. El trabajo fue publicado en AGU Advances.
Análisis de los datos magnéticos de Calisto

El magnetómetro de la sonda espacial de la NASA, Galileo, proporcionó mediciones clave durante los sobrevuelos cercanos a Calisto en la década de 1990. En esos momentos, los especialistas observaron una señal de inducción magnética, lo que indicaba una posible interacción entre el campo magnético de Júpiter y una capa conductora bajo la superficie de la luna.
Sin embargo, la presencia de una intensa ionosfera en el satélite hacía que los científicos dudaran si esta señal era producto de una capa líquida conductora, como un océano, o si era simplemente el resultado de la ionosfera en sí. Los estudios previos no despejaron esta incertidumbre, debido a la complejidad de los datos y la interacción entre las distintas capas, según los expertos.
El equipo de Cochrane y colaboradores fue más allá al incorporar toda la información disponible de los sobrevuelos de Galileo, lo que les permitió realizar un examen más exhaustivo a partir de modelos computacionales avanzados. Al integrar la data recolectada durante los ocho viajes cercanos de la sonda, los investigadores concluyeron que la ionosfera de Calisto por sí sola no podría explicar todas las observaciones magnéticas.
Más bien, la combinación de la ionosfera y un océano subterráneo fue lo que mejor se ajustaba a los datos. Este análisis sugiere que el satélite podría albergar un mar profundo que interactúa de manera significativa con el campo magnético de Júpiter, lo que deja una huella detectable.
Posibles propiedades del océano subterráneo

El estudio sugiere que, si esta luna alberga un océano subterráneo, este podría ser bastante profundo y grueso. Las estimaciones apuntan a que podría tener al menos decenas de kilómetros de grosor, medidos desde la capa superficial helada hasta el fondo de la supuesta masa de agua.
La investigación también presenta la posibilidad de que este océano estaría cubierto por una capa de hielo que podría variar en espesor, desde algunos pocos kilómetros hasta varios cientos, según la variabilidad de los modelos y las suposiciones sobre la composición y los procesos internos de Calisto.
Aunque las evidencias actuales son prometedoras, el análisis subraya que aún es necesario un examen más detallado para corroborar la presencia del océano. Misiones futuras, como la Europa Clipper de la NASA y el JUICE (Jupiter Icy Moons Explorer) de la Agencia Espacial Europea, están diseñadas para recolectar nuevos datos que permitirán verificar la existencia de un mar subterráneo. Estas cuentan con instrumentos que pueden medir de manera más precisa los campos magnéticos y las interacciones de plasma cerca de la luna, lo que podría proporcionar la confirmación definitiva de la hipótesis.
Además de la verificación de la presencia de agua líquida bajo la superficie, de confirmarse esta teoría, también abriría nuevas preguntas sobre su habitabilidad. Los científicos podrían investigar la posibilidad de que en su interior existan condiciones aptas para la vida, similar a lo que se está explorando en Europa, otra de las lunas de Júpiter, que también podría tener un mar en su interior.
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