
Durante el pico de la pandemia de COVID-19, mientras millones de personas enfrentaban niveles sin precedentes de agotamiento, un estudio descubrió un patrón llamativo entre quienes lograban mantener la claridad mental y la estabilidad emocional: su alimentación.
Según la investigación realizada por la Fundación Virsa, las personas que seguían una dieta vegana o basada en alimentos integrales de origen vegetal reportaron significativamente menos estrés y mayor resiliencia emocional que quienes seguían la dieta estadounidense estándar.
La fundación, una organización sin fines de lucro enfocada en la salud pública y la sostenibilidad, encuestó a 14.626 adultos en EEUU entre enero de 2020 y septiembre de 2021, de acuerdo con la información del artículo de Fortune.

El objetivo fue analizar la relación entre las elecciones alimentarias y la capacidad de afrontar el estrés, así como los efectos emocionales de la pandemia.
El estudio se enfocó en evaluar cómo distintos patrones dietéticos influían en la resiliencia mental, la recuperación frente a enfermedades infecciosas y el agotamiento emocional.
Las respuestas se recopilaron a través de cuestionarios detallados sobre frecuencia alimentaria, tipo de dieta y estado emocional.
Qué revelaron los datos sobre la salud mental de los participantes
Los resultados mostraron diferencias claras entre los tipos de alimentación. Las personas que seguían dietas basadas en plantas o veganas reportaron mayores niveles de claridad mental, mayor estabilidad emocional y mejores mecanismos de afrontamiento frente al estrés.
Uno de los hallazgos más contundentes fue que el 51% de los encuestados en este grupo afirmó no sentir estrés en absoluto, según indicó Fortune.
Además, estos participantes mostraron una mayor sensación de control sobre sus emociones, confianza personal y una capacidad más robusta para manejar situaciones de alta exigencia emocional. Estos datos contrastan fuertemente con los obtenidos de otros grupos alimentarios.
En cambio, aquellos que no se adhirieron a una dieta específica o indicaron consumir principalmente carne, lácteos, comida rápida y ultraprocesados registraron una frecuencia más baja de consumo de frutas, verduras y fibra.
En ese sentido, los investigadores observaron que estas personas eran más propensas a experimentar nerviosismo, angustia emocional e ira.
Además, reportaron menos herramientas emocionales para enfrentar el agotamiento, lo que sugiere una conexión directa entre un patrón alimentario pobre y una salud mental debilitada, agregó el medio estadounidense.
Cómo el estrés impacta en la alimentación y viceversa
La investigación también exploró el vínculo bidireccional entre el estrés y los hábitos alimenticios. “Cuando nos sentimos estresados, abrumados y emocionalmente alterados... Encontramos consuelo en la comida reconfortante”, explicó Nivi Jaswal, fundadora y presidenta de la Fundación Virsa, en diálogo con Fortune.

Jaswal destacó que los altos niveles de estrés provocan inflamación y desencadenan el deseo de consumir alimentos ricos en sal, grasas o azúcar. Este patrón alimentario, a su vez, agrava la inflamación y eleva el riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes.
En cambio, quienes mantenían una alimentación más saludable lograron una respuesta más adecuada al estrés. “Tenían esa capacidad adicional para superar el deseo de comer algo poco saludable, pero pudieron complementarlo y reemplazarlo con un comportamiento más saludable”, agregó Jaswal.
Consejos prácticos para mejorar la resiliencia a través de la alimentación
La fundación elaboró una serie de recomendaciones a partir del estudio. El primer consejo es aumentar el consumo de plantas en la dieta diaria. “Si buscas rendimiento, ya sea físico o psicológico, elige plantas siempre que sea posible”, escribieron según Fortune.
El segundo es observar el nivel de procesamiento de los alimentos: optar por versiones menos industrializadas, sin importar el tipo de dieta que se siga.
Por último, Jaswal invitó a sustituir la comida por otras estrategias de afrontamiento en momentos de tensión, como caminar, beber agua o simplemente moverse. “Esto puede ayudarte a sintonizar con tus señales de hambre si estás acostumbrado a comer por estrés”, concluyó.
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