
En los muelles de la isla de Bintan, en Indonesia, se alza una silueta que parece llegada de otra época. Es el antiguo SS Medina, construido en 1914, cuya historia refleja la evolución de la navegación comercial y humanitaria durante más de un siglo y que hoy, bajo el nombre de Doulos Phos The Ship Hotel, invita a turistas y amantes del mar a vivir una experiencia náutica sin igual.
De cebollas a cruceros, de misión flotante y sobreviviente de un atentado a hotel de lujo, este barco atesora una de las trayectorias más singulares del turismo internacional.

Una vida en el mar y un destino improbable
El barco, construido en Newport News, Virginia, poco después del hundimiento del Titanic, fue concebido inicialmente para transportar productos agrícolas, cebollas y cargas similares. Con el paso del tiempo, su función fue mutando: durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como apoyo logístico a la armada estadounidense; luego, reconvertido con motor diésel, se transformó en crucero bajo el nombre de MS Franca C, y más adelante, ya como MV Doulos, operó como barco misionero y biblioteca flotante. “Durante las tres décadas siguientes, el buque navegó más de 360.000 millas náuticas y atracó en más de 100 países”, detalló CNN.
El momento más crítico en su historia reciente ocurrió en 1991, cuando el buque, surcando aguas de Filipinas, fue blanco de un ataque con granadas perpetrado por separatistas musulmanes, resultando en la muerte de dos evangelistas que se encontraban a bordo. No obstante, “tras más de un siglo en el mar, el barco ha recalado —en tierra firme— en Bintan, una isla tropical indonesia conocida por sus resorts de playa”, señaló CNN.

El proyecto visionario de Eric Saw
Detrás de la restauración y transformación del Doulos Phos está Eric Saw, empresario singapurense, quien prefiere considerarse el “mayordomo” del barco antes que su propietario. Saw invirtió 15 años y aproximadamente USD 18 millones para evitar que la “gran dama de los mares” terminara en el desguace. “Si no tuviera este proyecto, quizá tendría un Ferrari y un Lamborghini en casa, y estaría navegando alrededor del mundo cada año con mi familia”, contó a CNN desde el restaurante del hotel, agregando que la compleja tarea fue, para él, “un llamado de Dios”.
El empresario, que por entonces gestionaba un restaurante flotante en Sentosa, rescató al Doulos del abandono en 2010, cuando el buque ya no cumplía con las exigencias de seguridad internacional. Tras una subasta en la que participaron desguazadores ansiosos por obtener chatarra, Saw consiguió quedarse con la nave por 900.000 euros (USD 1,1 millones). Sin embargo, esta cifra fue apenas el punto de partida de una inversión colosal y de una auténtica epopeya logística y arquitectónica.

Un hotel anclado en tierra y en la memoria
Bintan resultó ser el destino ideal para la nueva encarnación del antiguo vapor, gracias a la voluntad de las autoridades locales y a la colaboración entre Indonesia y Singapur para promover el turismo de lujo. Saw no solo pidió un espacio frente al mar, sino que solicitó —y obtuvo— “una isla con forma de ancla” donde se construyó una península artificial para acoger el hotel.
El proceso de remolque, reacondicionamiento y, sobre todo, de izado del barco de 6.800 toneladas hasta tierra firme fue uno de los mayores retos enfrentados por el equipo. “Con enormes bolsas de aire que actuaban como rodillos, una serie de cabrestantes mecánicos comenzaron a arrastrar el buque más de 167 metros por una rampa provisional. El arrastre duró siete semanas de infarto”, recordó Saw.
A pesar del agotamiento, no perdió la fe en su visión: “A medida que el proceso se prolongaba, supongo que me desanimé. Pero siempre me aferré a la esperanza de que debemos cumplir la visión que se ha depositado en nuestros corazones”.

Experiencia náutica, historia y lujo para viajeros
Al cruzar hoy las puertas de Doulos Phos The Ship Hotel, el huésped ingresa a un universo donde la tradición marítima se respira en cada rincón. Pasillos angostos y techos bajos dan acceso a unos 100 camarotes y suites, muchas con ojos de buey y pesadas puertas metálicas que se abren a balcones con vistas al mar de China Meridional, donde antiguamente los marineros caminaban en cubiertas laterales.
El hotel prescinde de la terminología convencional: aquí, los empleados son “tripulación”, las habitaciones son “camarotes” y los pisos, “cubiertas”. Saw describe con entusiasmo la experiencia: “La vida aquí es tan auténticamente parecida a la de un barco que algunos huéspedes incluso se sienten un poco mareados, especialmente cuando miran por los ojos de buey y ven las olas. Pero después de algunas horas se acostumbran”, bromeó.
Las tarifas por noche varían entre 1,7 y 3,8 millones de rupias indonesias (aproximadamente entre USD 105, y USD 235), lo que sitúa el hotel en la gama media-alta del mercado local, con servicios y detalles exclusivos que fascinan tanto a turistas curiosos como a aficionados a la historia naval.

Conservar el legado para el futuro
El diseño interior fusiona restauración y modernidad. Los remaches originales se han reutilizado en muebles y accesorios; la sala de máquinas, inalterada y abierta a visitas, evoca la era del vapor; seis botes salvavidas originales cuelgan a ambos lados del buque y varias estancias permiten revivir la experiencia del pasado marino.
Saw insistió siempre en la conservación del legado: “Pensamos que podíamos conservar el legado del barco. Todos los cambios realizados en el barco son reversibles, en caso de que un futuro propietario desee devolverlo al océano”. Aunque confiesa con humor que “probablemente pueda seguir navegando otros 111 años, pero yo no estoy seguro”.
Lidiar con el óxido sigue siendo un desafío técnico constante: “Los problemas de óxido siempre están ahí, incluso en tierra. Si empiezas a pintar desde la proa hasta la popa, al llegar a la popa es hora de empezar de nuevo por la proa”, explica Saw.
No obstante, la recompensa no es material sino espiritual. Saw recibe un salario simbólico de solo USD 1 al año y destina todas las ganancias operativas a causas benéficas cristianas: “No es más que una masa de acero. Es lo que hacemos con ella lo que le da sentido”, sostuvo.
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