![Comer alimentos asociados a recuerdos](https://www.infobae.com/resizer/v2/OF765CZHPZHD7I3RZCWWF5OIXU.jpg?auth=48e9f64b1251d236d448bbceecf743fd1586122f05fc4abb2619c4d171a6aeeb&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
Algunos sabores y olores pueden traer de vuelta recuerdos de distintos momentos de toda la vida, no solo de la infancia sino también de la adolescencia y de la adultez.
Un plato familiar, el aroma de una comida “de la abuela” o el gusto de un ingrediente pueden evocar escenas pasadas con una precisión inesperada. Esta conexión va más allá del los sentidos, e involucra también las emociones y el contexto.
Expertos consultados por Infobae y un estudio científico reciente han explorado cómo el sabor y el olor de un alimento pueden despertar nostalgia y generar una sensación de bienestar o rechazo. Esta dinámica, entre otras cosas, podría estar arraigada en mecanismos del cerebro.
La memoria y las emociones
La doctora María Teresa Calabrese, endocrinóloga, psiquiatra y psicoanalista especializada en enfermedades psicosomáticas, explicó a Infobae cómo funciona la memoria y su relación con las emociones: “Nuestra memoria se almacena en diferentes zonas del cerebro, cada una con distintos tipos de recuerdos. Por ejemplo, los órganos de los sentidos—vista, olfato, oído—guardan información en áreas específicas y dejan una huella mnémica“.
“Cuando un aroma despierta esa huella, esta viene acompañada de todo el contexto en el que se fijó la memoria. Es decir, si percibimos el olor a tostadas, podemos recordar inmediatamente las que hacía nuestra abuela cuando la visitábamos. Ese recuerdo se activa junto con todas las emociones asociadas”, planteó la especialista, quien es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), y es docente de la Universidad de Buenos Aires.
![Un estudio reciente analizó cómo](https://www.infobae.com/resizer/v2/CLU7IY7YV5AI3MVDYVHLOFIZVA.jpg?auth=1079e0e824c82d6f8ae24076a70b8ad2656d106746fdb4540b88648117388976&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
Según la experta, “los sentidos están ligados a las memorias más primitivas. El olfato, en particular, es uno de los primeros sentidos en desarrollarse, junto con la vista, el oído, el tacto y el gusto. Estas memorias se almacenan en distintas áreas del cerebro, donde influyen estructuras como el hipocampo y la amígdala, que están relacionadas con la memoria emocional. Cuando algo las activa, no solo emerge el recuerdo, sino también el conjunto de emociones que lo acompañaron en su origen”.
“El cerebro, además, le añade elementos a la memoria. Aunque es la estructura física donde se asientan las emociones y los recuerdos, la mente también interviene en su construcción. Por lo general, estos recuerdos nos remiten a la infancia, un período en el que nuestras necesidades eran cubiertas sin esfuerzo. Bastaba con llorar para recibir alimento o atención. Este tipo de recuerdos suelen estar cargados de nostalgia, especialmente en momentos difíciles, porque evocan una etapa en la que no había preocupaciones”, dijo Calabrese.
Otra profesional consultada por Infobae fue Alicia Stolkiner, psicóloga, profesora e investigadora, y ex titular de la cátedra de Salud Mental y Salud Pública de la Facultad de Psicología de la UBA, habló con Infobae sobre la relación entre la memoria y los sentidos, especialmente a través de la comida.
Stolkiner destacó que la memoria no es solo cognitiva, sino que involucra todos los sentidos. “Una persona recuerda (o no) las tablas de multiplicar y ese es un recuerdo fundamentalmente cognitivo, pero el recuerdo es de todos los sentidos: la vista, el olfato, lo gustativo, lo auditivo, etcétera. Y algunos de esos recuerdos se ligan más a sensaciones que a racionalidades cognitivas. Son más primarios y se alían a sentimientos”, explicó.
![Alicia Stolkiner señaló que la](https://www.infobae.com/resizer/v2/S3IR5XVG3NDBDCGGKKYKDLBOQU.jpg?auth=fd9a8d2dbfc6936b7d9e3a78a6ed9bb6e9a244ff7387b33a100ed1c4e5c3662d&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
Desde una perspectiva neurocientífica, indicó que estos procesos pueden implicar mecanismos distintos dentro del sistema nervioso y el cuerpo. “El recuerdo de una comida puede producir no solo sentimientos, sino deseo de comer y hasta salivación, como si se fuera a comer”, afirmó.
Y ejemplificó: “Los sabores de la infancia y los olores de comidas de la infancia son primarios y activan sensaciones, imágenes y pensamientos. Pueden ser buenos (en general lo son), pero a veces no”, señaló. Como ejemplo, recordó el caso de un amigo que había estado interno en un colegio de curas y desarrolló un rechazo a ciertos guisos y a la polenta”.
A su turno, el doctor Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), explicó a Infobae el vínculo entre la comida y la memoria emocional, y destacó el papel del sistema nervioso en esta conexión.
“El olfato y el gusto están directamente conectados con el sistema límbico, la parte del cerebro que regula las emociones y la memoria. Cuando comemos algo que nos recuerda a la infancia, se activan la amígdala (procesa emociones) y el hipocampo (almacena recuerdos), lo que genera una respuesta emocional intensa”, señaló.
También se refirió al Efecto Proust, fenómeno de la memoria involuntaria que Marcel Proust describió al relatar cómo el sabor de una magdalena con té desataba recuerdos vívidos de su infancia. “Hoy sabemos que los estímulos sensoriales, especialmente los olores y sabores, activan memorias involuntarias con más fuerza que otros sentidos, como la vista o el oído”, explicó Andersson.
![El neurólogo Alejandro Andersson destacó](https://www.infobae.com/resizer/v2/ATMNTSGVXVCALIFOY47HADWNWU.jpg?auth=0fff6ebc1da4eceee632bcca5fd3fab2aa2d67eb25b79c35eb9374ee507bff62&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
Al tiempo que amplió: “Comer alimentos asociados a recuerdos positivos puede aumentar la producción de dopamina y serotonina, neurotransmisores ligados al placer y la felicidad. Por eso, una comida ‘de la abuela’ puede generar una sensación de consuelo y bienestar”.
“Cuando vivimos momentos significativos, el cerebro asocia lo que comemos con la emoción del momento. Esto explica por qué ciertos platos nos hacen sentir en casa o por qué buscamos comida reconfortante en momentos de estrés. El cerebro no solo guarda el sabor de los alimentos, sino también el contexto en que los probamos. Por ejemplo, un guiso puede recordarnos no solo el sabor, sino la mesa de la infancia, la cocina de la abuela y la sensación de seguridad”, dijo el neurólogo.
Lucía Crivelli (MN 33.849), jefa del Servicio de Neuropsicología de Fleni, habló con Infobae y profundizó: “Las experiencias emocionales asociadas a ciertos alimentos influyen significativamente en nuestras preferencias gastronómicas en la adultez, debido a la interacción entre la memoria emocional y los sistemas sensoriales involucrados en la alimentación”, sostuvo Crivelli.
Según explicó, estudios recientes han demostrado que las experiencias alimentarias durante la infancia juegan un papel clave en la formación de preferencias a largo plazo. “La exposición repetida a ciertos alimentos en un contexto positivo favorece la aceptación y preferencia de estos alimentos en la adultez, mientras que asociaciones negativas pueden generar aversiones duraderas”.
Otro aspecto relevante es la influencia de la alimentación emocional, que se refiere al acto de comer en respuesta a emociones más que a una necesidad fisiológica. “Los alimentos que se consumieron en momentos de confort o celebración tienden a ser elegidos en la adultez en situaciones de estrés o malestar emocional, lo que sugiere que las emociones tempranas pueden condicionar patrones de alimentación a lo largo de la vida”, afirmó Crivelli.
![Los participantes del estudio indicaron](https://www.infobae.com/resizer/v2/6PJP4ZAE3RDDDPK55II3DDDLOA.jpg?auth=61763f83c3ce7c6c3dd2a31e8b8bf2cb4bff766510a2da37c7f69f907f062673&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
En esa línea, destacó que la nostalgia también desempeña un papel en la percepción del sabor y la preferencia alimentaria. “Se ha encontrado que los alimentos asociados a recuerdos nostálgicos no solo son percibidos como más sabrosos, sino que también generan una mayor disposición a ser consumidos regularmente”, explicó.
Este hallazgo, según la especialista, refuerza la idea de que “la memoria emocional influye directamente en nuestras elecciones alimentarias, favoreciendo la repetición de experiencias placenteras vinculadas a la comida”.
La nostalgia y la comida
La nostalgia y la comodidad juegan un papel clave en la relación de los adultos mayores con la alimentación, según un estudio de la Universidad Estatal de Washington (WSU). La investigación identificó que la variedad de texturas y los sabores que son familiares -ya sea por un pasado reciente o por la infancia- influyen en la preferencia por ciertos platos, un factor que podría ser relevante para abordar problemas de desnutrición en esta población, según los expertos.
El equipo liderado por Carolyn Ross, profesora de la Facultad de Ciencias de la Alimentación de la WSU, diseñó desayunos y postres ricos en lácteos para adultos mayores, definidos en el estudio como personas de más de 60 años. En el experimento, 81 participantes, con una edad promedio de 71 años, probaron diferentes opciones y respondieron preguntas sobre su percepción de los alimentos y sus hábitos alimentarios.
![Las emociones tempranas condicionan patrones](https://www.infobae.com/resizer/v2/7FCTPTUJYBEC3N3O3UHOU72IF4.jpg?auth=50d7a948e030e89558de35071e1f6d8e70b1d604e10a82240a055aa7461de8b3&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
El estudio reveló que la nostalgia alimentaria es un factor determinante en la preferencia por ciertos platos. “Preguntamos a la gente qué pensaba sobre la comida y la nostalgia. Muchas respuestas estaban relacionadas con una persona, como las galletas de su abuela. Si un producto evocaba más nostalgia, entonces descubrimos que les gustaba más”, explicó Ross.
Dentro de los alimentos mencionados con más frecuencia, destacó la barbacoa, lo que sorprendió a la investigadora debido a la subjetividad de la nostalgia. “Me sorprendió la importancia de la comodidad y la nostalgia. Esos términos son difíciles de describir, pero es una de esas cosas que ‘lo sabes cuando lo ves’”, sostuvo.
Otro hallazgo clave fue el impacto del queso en la percepción de comodidad. “El nivel de comodidad percibido por los participantes disminuyó si disminuimos el nivel de sabor”, señaló Ross.
En particular, los participantes consideraban que la sensación de confort se reducía cuando el queso no tenía suficiente intensidad de sabor. “El queso parece significar comodidad”, agregó. La investigación también destacó la importancia de la textura en la aceptación de los alimentos.
“No es una textura o texturas específicas lo que importa, sino una variedad de texturas”, dijo Ross. La combinación de texturas crujientes y firmes con opciones más suaves y cremosas resultó fundamental. En el caso de los adultos mayores, que pueden experimentar dificultades para consumir ciertos alimentos, mantener la diversidad en las texturas sigue siendo relevante para su disfrute.
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