
La inteligencia artificial (IA) ha comenzado a transformar de forma profunda la dinámica entre empleadores y empleados en todo el mundo. El avance vertiginoso de las tecnologías, en especial de la IA generativa, está obligando a las empresas a reconsiderar tanto los perfiles profesionales como los métodos de contratación.
Lejos de la narrativa que asocia la automatización con despidos masivos, expertos del sector y organismos internacionales coinciden en que la mayoría de los trabajos no desaparecerán, sino que experimentarán una evolución.
El cambio más notorio se está dando en el momento de evaluar a los candidatos. Las competencias técnicas, que hasta hace poco dominaban los procesos de selección, pierden peso frente al “potencial” y las cualidades humanas.
Las empresas, ante la inquietud por la obsolescencia acelerada de los conocimientos específicos, buscan distinguir aquellas habilidades que la inteligencia artificial no puede replicar ni automatizar, como el juicio ético, la gestión o la capacidad de adaptación constante.
Por qué las competencias ya no son valoradas como antes

El ritmo de innovación en IA hace que las habilidades técnicas específicas se tornen perecederas. Según dijo a AFP, Tomas Chamorro Premuzic, director de innovación de ManPowerGroup, muchas competencias pueden quedar obsoletas en apenas seis meses.
Por esa razón, los empleadores están reorientando su interés hacia características que garantizan una adaptación eficaz al entorno cambiante, como la curiosidad, la perseverancia y las habilidades interpersonales.
Este enfoque disruptivo se refleja en la demanda de personal capaz de aprender y reaprender constantemente, en lugar de limitarse a cumplir con requisitos técnicos definidos.
Ante la incertidumbre tecnológica, las empresas buscan anticipar sus necesidades futuras identificando talentos con un potencial de crecimiento y flexibilidad superiores a los estándares previos.
Cuáles son las habilidades que sí valoran las compañías ante el avance de la IA

A medida que la IA asume tareas de procesamiento de datos, correos electrónicos y búsquedas en la web, cobra relevancia el perfil humano capaz de gestionar conflictos, tomar decisiones éticas y establecer relaciones de confianza con clientes y colaboradores.
La última encuesta de ManPowerGroup, realizada a más de 40.000 empleadores en 42 países, indica que las empresas priorizan cada vez más el juicio ético, la atención al cliente, la gestión de grupos de trabajo y la estrategia.
Estas competencias, menos tangibles y difíciles de medir, suponen una ventaja competitiva crucial frente a la automatización. Los empleadores aspiran a formar empleados que destaquen por su creatividad, capacidad de improvisar ante lo inesperado y comprender matices emocionales, rasgos inalcanzables para la IA actual.
Qué efectos negativos se esperan en el campo laboral

La transición hacia la valoración del potencial y las habilidades blandas plantea desafíos importantes para los sistemas educativos y de capacitación laboral.
Chamorro lamenta que estas competencias no reciban aún la atención necesaria en la formación, tanto en instituciones como en programas corporativos de desarrollo. Predomina un enfoque técnico que no prepara completamente a los trabajadores para el nuevo paradigma.
La falta de inversión en recursos humanos agrava la brecha entre lo que demanda el mercado laboral y lo que ofrecen los talentos disponibles.
De acuerdo con el experto, la proporción ideal sería destinar entre ocho y nueve dólares en transformación cultural, formación y gestión del cambio por cada dólar invertido en tecnología, una meta que pocos sectores alcanzan.
Cuál es la probabilidad de que el volumen de empleos disminuyan

A pesar de los temores que asocian la expansión de la IA con la pérdida masiva de puestos, organismos internacionales aportan una visión más matizada.
La Organización Internacional del Trabajo señala que aproximadamente uno de cada cuatro trabajadores desempeñan una profesión con cierto grado de exposición, pero la mayoría de los empleos serán transformados y no eliminados.
El factor humano sigue siendo central en tareas donde la inteligencia contextual, el criterio y la interacción personal son insustituibles. La rápida expansión de los sistemas autónomos lleva a una redistribución de responsabilidades y exige que los trabajadores adquieran competencias complementarias.
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