El momento en el que Bill Gates creyó que Microsoft sería un fracaso: “estaba a un error de la muerte”

El temor llevó al empresario a imponer una cultura de trabajo de alta exigencia y largas jornadas laborales

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Bill Gates confesó que temió
Bill Gates confesó que temió el fracaso durante los primeros años de Microsoft, a pesar de su creciente éxito. (EFE/CLEMENS BILAN)

Detrás de toda la influencia y el impacto de Bill Gates, también hay una historia de dudas e inseguridad por el posible fracaso que pudo vivir en un momento determinado con Microsoft, específicamente durante los primeros años al frente de la compañía.

En una entrevista con CNBC, el empresario contó cómo fue esa primera parte del camino en la que pensó continuamente que estaba al borde del final de todo. Algo que lo fue llevando a un escenario contrario: exigencia para alcanzar el éxito.

Cuándo Bill Gates pensó que Microsoft sería un fracaso

Desde sus inicios, Bill Gates se enfrentó a una montaña rusa emocional. El magnate reconoció que hasta finales de los años 90, y después de más de una década de éxito y expansión de Microsoft, no fue capaz de sentir que su empresa estaba realmente estable.

“No fue hasta finales de los 90 que me di cuenta de que podía cometer algunos errores y estar bien. Hasta entonces, pensaba que estaba a un error de la muerte. Esa era mi mentalidad”, confesó.

Hasta finales de los 90,
Hasta finales de los 90, Gates sintió que cualquier error podría destruir Microsoft, manteniéndolo bajo constante presión. (REUTERS/Gonzalo Fuentes)

Durante este periodo de los años 80 y principios de los 90, Microsoft, aunque en expansión, aún no tenía la enorme consolidación que se alcanzaría más tarde. La compañía había salido a bolsa en 1986, y aunque ya generaba grandes ganancias, el temor de Gates era palpable. El miedo a que cualquier pequeño desliz pudiera llevar a la ruina a la compañía lo impulsaba a mantener una presión implacable tanto sobre él mismo como sobre su equipo.

Por lo que nunca dejó de sentirse vulnerable. A pesar de ser reconocido como uno de los líderes empresariales más destacados del mundo, su mente no le daba tregua, y siempre temió que cualquier error, por insignificante que fuera, podría costarle el esfuerzo de toda una vida.

Esta inseguridad no solo afectó a Gates, sino también a los empleados de Microsoft. Su estilo de gestión, impulsado por el miedo y la presión constante, generó una cultura empresarial de altísima exigencia. Las jornadas laborales eran intensas y la competencia interna era feroz. La obsesión por el éxito y la perfección lo llevó a ser un jefe extremadamente exigente, lo que a menudo resultaba en un ambiente de trabajo difícil, donde el estrés y la ansiedad predominaban.

La intensidad también fue evidente en su trato hacia su propio bienestar. El trabajo parecía ser lo único que importaba, y los descansos, como dormir, se veían como una pérdida de tiempo. Esto, sumado a las largas horas dedicadas a Microsoft, tuvo un alto coste en términos personales y emocionales, tanto para Gates como para aquellos a su alrededor.

La gestión de Gates, basada
La gestión de Gates, basada en el temor al fracaso, impuso una cultura empresarial de alta exigencia y largas jornadas laborales. (REUTERS/Andrew Kelly/File Photo)

A pesar de todo esto, la historia de Microsoft fue una historia de éxito. El sistema operativo Windows, junto con otros productos como Office e Internet Explorer, catapultaron a la empresa a la cima del mundo tecnológico.

Sin embargo, el propio Gates admitió que el proceso de lograr este éxito estuvo marcado por un alto costo personal. Solo después de que Microsoft alcanzó una posición sólida en el mercado, logró reconocer el valor de lo que había logrado, aunque el reconocimiento no llegaría de inmediato.

Un giro inesperado en la década de los 90

Fue en 1998, tras más de una década de éxitos y desafíos, cuando Bill Gates experimentó una de las revelaciones más significativas de su carrera. En ese momento, el gobierno de Estados Unidos presentó una demanda antimonopolio contra Microsoft.

Sin embargo, Gates no interpretó esta demanda únicamente como una amenaza; en lugar de ello, la vio como una señal de que Microsoft había alcanzado una posición tan fuerte en el mercado que sus competidores recurrían a los tribunales para intentar frenar su dominio.

En 1998, la demanda antimonopolio
En 1998, la demanda antimonopolio en EE. UU. reafirmó para Gates el dominio de Microsoft en el mercado tecnológico. (REUTERS/Bruna Casas/File Photo)

“Si mis competidores necesitaban acudir al Departamento de Justicia, significaba que Microsoft era, efectivamente, imbatible”, dijo. Este fue un punto de inflexión para Gates, quien, por primera vez en muchos años, sintió que podía relajarse un poco, sabiendo que su empresa estaba firmemente establecida en la cima de la industria tecnológica.

Aunque la demanda continuaba representando un gran reto, para él, esta señal de resistencia de sus competidores fue la prueba definitiva de que Microsoft se había asegurado su lugar como líder.