
Dentro de nuestro cerebro existe una capa invisible, pero esencial, que determina en gran parte cómo percibimos la realidad.
Se trata de la mielina, una sustancia que envuelve las fibras de las neuronas (las células encargadas de transmitir la información en el cerebro), y cumple un papel similar al aislamiento de los cables eléctricos: sin esa cobertura, las señales eléctricas se transmiten más lento y de forma menos clara, lo que termina afectando desde los movimientos hasta la memoria y la capacidad para reconocer lo que nos rodea.
Un descubrimiento del Instituto Holandés de Neurociencia arroja nueva luz sobre esta “capa natural”, revelando cómo su deterioro puede borrar, literalmente, la primera impresión que obtenemos del mundo que nos rodea. El estudio fue publicado en la revista Nature Communications.
La mielina: el “aislante eléctrico” del cerebro
Para entender la función de la mielina, imaginemos que el sistema nervioso es una red de trenes de alta velocidad y las fibras nerviosas son las vías ferroviarias. La mielina, entonces, actúa como el revestimiento liso de esos rieles, permitiendo que los trenes —en este caso, las señales eléctricas— avancen rápido y sin tropiezos ni descarrilamientos. Cuando todo está en orden, el cerebro puede traducir la luz en imágenes, los ruidos en palabras y las sensaciones en recuerdos con asombrosa precisión y rapidez.

Sin embargo, en condiciones como la esclerosis múltiple, el propio sistema inmunológico ataca y desgasta la mielina. Así, los trenes pierden velocidad, los viajes se vuelven erráticos y, en ocasiones, la información nunca llega a su destino. Esto se traduce en síntomas que pueden ir desde problemas motores hasta dificultades cognitivas.
Un hallazgo clave: la primera señal puede perderse para siempre
En una reciente investigación realizada por Maarten Kole y su equipo en el Instituto Holandés de Neurociencia, se descubrió un fenómeno sorprendente: cuando la mielina se pierde cerca del “cuerpo” de ciertas células nerviosas, la primera ola de señales sensoriales no solo se debilita, sino que desaparece por completo.
Para ilustrarlo, se debería imaginar que se intenta leer un código de barras, pero la máquina se salte la primera serie de líneas. El sistema simplemente no puede identificar el producto: le falta el primer dato crucial para decodificar la información. Según Kole, eso mismo le ocurre al cerebro: “Si falta la primera parte de la mielina, es como saltarse la primera franja negra del código de barras. Por eso, no se puede escanear el producto correctamente”, explicó.

Esto es especialmente relevante en la comunicación entre la corteza cerebral (parte externa del cerebro, procesa la información) y el tálamo (centro que distribuye señales dentro del cerebro). Estas zonas trabajan juntas para procesar la información sensorial. En otras palabras, la ausencia de esa primera señal clave distorsiona la percepción y dificulta distinguir lo que vemos y oímos, lo que puede llevar a síntomas como desorientación, problemas de memoria o dificultades para realizar tareas cotidianas como conducir.
Cómo investigaron los científicos la pérdida de mielina
El estudio fue realizado en ratones, un modelo común para investigar enfermedades neurológicas humanas. Los investigadores aplicaron a los animales una sustancia tóxica que desgasta la mielina, simulando el tipo de daño que ocurre en la esclerosis múltiple. El resultado principal fue que la pérdida no se producía de manera uniforme, sino que afectaba sobre todo áreas próximas al centro de las células nerviosas, del mismo modo que las lesiones de sustancia gris observadas en los pacientes.

Esta situación tiene graves implicancias: las señales que deberían viajar con precisión y velocidad hacia el tálamo llegan tardías y borrosas. Incluso cuando la corteza cerebral trata de amplificar el mensaje, lo hace de manera imprecisa.
La consecuencia directa es la interrupción del “bucle” de comunicación entre la corteza y el tálamo, esencial para que el cerebro “interprete” correctamente la información sensorial. Así, cuando la mielina se pierde en ciertos puntos estratégicos, el cerebro pierde el rumbo, dificultando el reconocimiento y la navegación en el entorno.
Por qué este avance cambia el enfoque sobre la esclerosis múltiple
Hasta ahora, se sabía que la degradación de la mielina causaba lentitud en la transmisión de las señales. El nuevo avance muestra que el problema es aún más profundo: además de ralentizarse, parte de la información se pierde para siempre. Por eso, muchos de los síntomas más graves de la esclerosis múltiple —desorientación, dificultad para recordar nombres conocidos o problemas para realizar actividades rutinarias— podrían tener origen en la eliminación de esa “primera ola” de mensajes que nunca logra llegar.

El Instituto Holandés de Neurociencia subraya que conocer la anatomía y funcionamiento exacto de estas células es clave para futuras investigaciones. Reponer la mielina en las regiones correctas podría abrir la puerta a tratamientos más efectivos para los síntomas cognitivos y sensoriales de la enfermedad.
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