
Un nuevo estudio internacional revela cómo la experiencia, el entrenamiento y la tecnología influyen en la percepción artística y emocional durante la observación de coreografías. Explorar lo que ocurre en nuestro cerebro al mirar distintos estilos de baile permite acercarse a la esencia de la creatividad humana. Desde bailes urbanos hasta el ballet jazz, la danza estimula los sentidos y transforma la actividad cerebral de manera profunda y diferenciada.
Observar una coreografía activa el cerebro de formas complejas, determinadas por el estilo de baile, la música y las emociones asociadas. Un estudio publicado en Nature Communications empleó inteligencia artificial para analizar la actividad cerebral de personas expuestas a géneros diversos de danza.
La investigación demuestra que la experiencia y el entrenamiento modifican la forma en que el cerebro representa y procesa el arte del movimiento, aportando nuevas perspectivas sobre la relación entre arte, cognición y tecnología.
Qué revela el estudio: cada baile deja una huella cerebral distinta

El equipo liderado por Yu Takagi examinó a 14 participantes —siete bailarines expertos y siete novatos— mientras observaban cerca de cinco horas de vídeos con más de 30 bailarines interpretando coreografías de diez géneros diferentes, desde hip-hop y break dance hasta danza urbana y ballet jazz, acompañados por más de 60 piezas musicales. Los investigadores detectaron que una combinación de movimiento, música, estética y emociones predice la representación cerebral de la danza.
El análisis evidenció que cada estilo de baile activa patrones neuronales específicos y que la integración de música, movimiento y emoción es fundamental para la experiencia cerebral. Estos hallazgos revelan cómo el cerebro transforma información visual y auditiva en una experiencia estética y emocional compleja.
Para desentrañar la actividad cerebral, los científicos recurrieron a la resonancia magnética funcional y a un modelo generativo profundo de inteligencia artificial entrenado con una gran cantidad de vídeos de baile. Este sistema, conocido como EDGE, permitió analizar de manera precisa la interacción entre estímulos visuales y sonoros y las respuestas emocionales de los participantes.

Mediante modelos de codificación, se compararon características unimodales (solo movimiento o solo música) frente a características intermodales (la combinación de ambas). La evidencia mostró que la combinación de música y movimiento explica mejor la actividad cerebral evocada por la danza, lo que representa un avance respecto a investigaciones previas hechas con estímulos menos realistas.
La experiencia del bailarín modifica el mapa cerebral
El estudio analizó el papel de la experiencia en la representación cerebral. Los bailarines expertos presentan mapas cerebrales más singulares e individualizados para cada estilo, sobre todo en la representación del movimiento.
Los expertos exhiben mayor variabilidad individual, lo que sugiere que el entrenamiento y la experiencia no solo mejoran la técnica, sino que transforman cómo el cerebro procesa la danza.

La investigación aporta nuevas claves sobre cómo el cerebro integra información visual, auditiva y emocional al observar danza. Esta forma de arte milenaria y holística ofrece un contexto privilegiado para estudiar la cognición y la emoción humanas.
El estudio demuestra que las características intermodales —la fusión de música, movimiento y experiencia— configuran tanto la actividad cerebral como la percepción estética, lo que permite entender mejor el efecto del arte en la mente y las emociones.
Desafíos y el futuro de la investigación artística
Aunque el estudio marca un avance relevante, reconoce limitaciones y desafíos metodológicos pendientes. Trabajos previos utilizaron estímulos artificiales o enfoques poco detallados, dificultando la comprensión de la experiencia real de la danza.

La combinación de modelos generativos profundos y neuroimagen en situaciones naturalistas logra ahora una visión más precisa y ecológica.
La investigación resalta que, aunque quedan pasos por validar entre los modelos de inteligencia artificial y la cognición humana real, el enfoque actual representa un avance importante para desentrañar la complejidad de la experiencia artística en el cerebro.
El trabajo de Takagi y su equipo amplía el conocimiento sobre la percepción y creación de coreografías, mostrando que el entrenamiento en danza transforma la arquitectura cerebral y abre caminos para investigar la plasticidad y la creatividad humanas.
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