
En el desierto del Kalahari, la vida en grupo de los suricatas no solo les ofrece protección frente a depredadores, sino que también influye de manera decisiva en su salud interna. Un estudio publicado en el Journal of Animal Ecology y divulgado por The GIST revela que la pertenencia a un grupo social determina la composición del microbioma intestinal de estos animales, superando el impacto de factores como la genética, la edad o el entorno.
El equipo de investigación, liderado por Krishna Balasubramaniam de la Anglia Ruskin University, junto a Simone Sommer y Nadine Müller-Klein de la Ulm University, Marta Manser de la University of Zurich y Tim Clutton-Brock de la University of Cambridge, analizó más de 500 muestras fecales de 146 suricatas silvestres pertenecientes a ocho grupos sociales distintos en el Kalahari Research Center, Sudáfrica.
Según el Journal of Animal Ecology, los resultados mostraron que la vida social de los suricatas favorece la transmisión y el mantenimiento de bacterias intestinales beneficiosas, lo que podría ser clave para su supervivencia en condiciones extremas.

El análisis identificó 119 tipos de bacterias intestinales y demostró que la similitud del microbioma entre individuos era mucho mayor dentro de un mismo grupo social que entre grupos diferentes.
La pertenencia al grupo social resultó ser el factor más determinante en la composición bacteriana, por encima de la edad, el sexo, el estado de salud, la genética o las condiciones ambientales como la temperatura o el tiempo transcurrido desde la última alimentación.
La investigación fue pionera al comparar el peso relativo de la vida social frente a otros factores biológicos y ambientales. Los científicos observaron que, aunque la relación de parentesco influía en la similitud bacteriana dentro de algunos grupos, el efecto de la pertenencia al grupo era más fuerte y consistente.
Esto sugiere que la transmisión “horizontal” de bacterias —a través del contacto social, el uso compartido de espacios y comportamientos como el acicalamiento— tiene un papel más relevante que la transmisión heredada de padres a crías.
Además, el estudio documentó que la microbiota intestinal de un suricata puede ajustarse rápidamente cuando el animal se integra a un nuevo grupo, adaptándose a la comunidad bacteriana predominante en su nuevo entorno social. Los individuos con microbiomas menos diversos tendían a albergar subconjuntos de bacterias presentes en sus compañeros de grupo más diversos, lo que apunta a la existencia de un “núcleo” bacteriano compartido dentro de cada grupo social.

El equipo también empleó modelos estadísticos avanzados para comparar la influencia de factores sociales, biológicos y ambientales en la abundancia bacteriana. Los resultados indicaron que, junto con la pertenencia al grupo, la edad del animal y el momento del día en que se recogía la muestra tenían efectos notables sobre la composición bacteriana.
Otros factores, como el sexo, el estado de salud o variables ambientales como la temperatura y la lluvia, mostraron una influencia mucho menor.
En cuanto a los mecanismos de transmisión bacteriana, los datos sugieren que la vida en grupo facilita la propagación de bacterias beneficiosas, aunque también puede favorecer la presencia de algunos microorganismos potencialmente perjudiciales.
Se identificaron redes estables de co-ocurrencia de bacterias, en las que géneros como Mucispirillum, Alloprevotella, Roseburia y Blautia —asociados a efectos positivos sobre la salud— coexistían con otros como Fusobacterium y Campylobacter, que pueden estar vinculados a enfermedades. No obstante, la mayoría de las asociaciones bacterianas observadas eran positivas, lo que refuerza la hipótesis de que la vida social contribuye a la resiliencia y la salud de los suricatas.
El contexto de este trabajo se enmarca en el concepto de “microbioma social”, que describe cómo los animales que viven en grupo comparten comunidades microbianas, influyendo en su adaptación y resistencia a enfermedades.
El estudio, realizado en la Reserva del Río Kuruman entre 2006 y 2017, aporta evidencia empírica sobre la importancia de separar los efectos de la organización social de otros factores individuales y ambientales en la configuración del microbioma.

Krishna Balasubramaniam, autor principal, destacó en declaraciones recogidas por The GIST: “Nuestra investigación demuestra de manera única que la vida en grupo tiene una poderosa influencia en la formación y el intercambio de bacterias intestinales beneficiosas en los suricatas, y este efecto es más fuerte que el de factores como la edad, la salud o las condiciones ambientales”.
Y añadió que “la dinámica social puede mejorar la resiliencia de las poblaciones animales y proporcionar ventajas adaptativas”.
Las implicaciones de estos hallazgos van más allá de la ecología de los suricatas. Comprender cómo la vida social moldea el microbioma animal puede abrir nuevas perspectivas para la conservación de especies y el estudio de la salud en poblaciones silvestres.
El trabajo sugiere que la transmisión de microbios beneficiosos podría ser una ventaja evolutiva adicional de la vida en grupo, sumándose a los beneficios ya conocidos como la cooperación en el cuidado de las crías, el acceso a recursos y la protección frente a depredadores.
El estudio de los suricatas en el Kalahari ilustra cómo la vida en grupo no solo moldea la dinámica social, sino que también puede ser clave para mantener comunidades microbianas saludables, esenciales para afrontar los desafíos del entorno.
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