
Una dieta rica en productos ultraprocesados puede afectar mucho más que el peso corporal. Según un estudio experimental del Departamento de Anatomía y Neurociencia de la University College Cork, de Irlanda, este tipo de alimentación perjudica la salud mental y la memoria, aunque el ejercicio físico logra atenuar parte de estos efectos negativos. Los resultados, obtenidos en modelos animales, refuerzan la preocupación sobre el impacto de los hábitos alimentarios y el sedentarismo en el bienestar cerebral y emocional.
El trabajo publicado en Genomic Press se basó en la observación de ratas alimentadas con la llamada “dieta de cafetería” —caracterizada por un alto contenido de grasas saturadas y azúcares, y que simula los patrones alimentarios occidentales actuales—. Los investigadores documentaron un aumento de conductas asociadas a la depresión y la ansiedad.
Las ratas sometidas a este régimen mostraron mayor desesperanza y ansiedad en pruebas conductuales, como la de natación forzada, en comparación con aquellas que recibieron pienso estándar. Además, los animales expuestos a la dieta ultraprocesada presentaron déficits notables en tareas de memoria espacial y de reconocimiento, especialmente cuando la alimentación poco saludable se mantuvo durante varias semanas.
Estos hallazgos se suman a la evidencia previa que vincula el consumo de alimentos ultraprocesados con un mayor riesgo de deterioro cognitivo y síntomas depresivos.
Ejercicio físico y dieta de cafetería

Frente a este panorama, el ejercicio físico emergió como un factor capaz de mitigar algunos de los daños provocados por la dieta de cafetería. En el experimento, se permitió que ciertos grupos de ratas tuvieran acceso a ruedas para correr, lo que resultó en mejoras conductuales y cognitivas, incluso cuando los animales mantenían una alimentación poco saludable.
Uno de los efectos más claros fue la reducción de la inmovilidad en la prueba de natación forzada, un indicador de comportamiento depresivo, en los animales que realizaron ejercicio. Además, la actividad física generó efectos ansiolíticos modestos y mejoró el desempeño en pruebas de memoria y aprendizaje espacial, como el laberinto acuático de Morris.
Sin embargo, el beneficio cognitivo del ejercicio fue más pronunciado en las ratas alimentadas con pienso estándar, lo que sugiere que la dieta puede limitar el alcance de los efectos positivos de la actividad física. El estudio también reportó que el ejercicio ayudó a controlar el aumento de peso y la acumulación de grasa corporal asociados a la dieta rica en grasas y azúcares.
Mecanismos biológicos: neurogénesis, hormonas y microbiota

El análisis de los mecanismos biológicos subyacentes reveló que la interacción entre dieta y ejercicio influye de manera decisiva en la neurogénesis hipocampal, un proceso clave para la memoria y el control emocional.
El ejercicio voluntario promovió el aumento de neuronas inmaduras en el giro dentado del hipocampo, pero este efecto fue mucho más evidente en las ratas con dieta saludable. En los animales sometidos a la dieta de cafetería, la respuesta proneurogénica al ejercicio resultó considerablemente menor, lo que indica que la calidad de la alimentación puede determinar el grado en que la actividad física contribuye a la regeneración neuronal. Tanto en el hipocampo dorsal como en el ventral, el aumento de neurogénesis inducido por el ejercicio dependió de la dieta, y los animales con alimentación poco saludable no alcanzaron los mismos niveles de generación neuronal, incluso con acceso continuo a la actividad física.
En el plano hormonal y metabólico, la dieta de cafetería provocó alteraciones significativas en hormonas como la insulina y la leptina, que aumentaron de forma notable en los animales sedentarios. Estos cambios se asocian con resistencia a la insulina, comportamientos depresivos y deterioro cognitivo. El ejercicio físico, por su parte, logró reducir la elevación de estas hormonas tanto en animales con dieta estándar como en aquellos con dieta ultraprocesada.
Otras hormonas, como el GLP-1, el FGF-21, la grelina, el péptido C y el PYY, también experimentaron variaciones en función de la dieta y la actividad física, reflejando la compleja respuesta del organismo a la interacción entre ambos factores. El control de estos parámetros mediante el ejercicio podría explicar, en parte, su capacidad para contrarrestar algunos de los efectos negativos de la alimentación occidentalizada, según el análisis del estudio publicado en Genomic Press.

El impacto de la dieta y el ejercicio se extendió también a la microbiota intestinal y al metabolismo microbiano. La dieta de cafetería redujo la diversidad de la microbiota y modificó el perfil de metabolitos presentes en el intestino, disminuyendo compuestos como la anserina, el indol-3-carboxilato y la desoxiinosina, que se han relacionado con una mejor salud mental y cognitiva.
El ejercicio físico atenuó parcialmente esta reducción, lo que sugiere un efecto protector sobre el metabolismo microbiano en condiciones de dieta poco saludable. Además, algunos metabolitos intestinales, como la citosina, el ácido aminoadípico y el ácido 5-hidroxiindol-3-acético, mostraron correlaciones significativas con el comportamiento depresivo y el rendimiento en tareas de memoria, independientemente de la dieta o el ejercicio. La dieta ultraprocesada también incrementó metabolitos derivados del triptófano, como la serotonina y la quinurenina, lo que podría indicar una alteración en la producción de neurotransmisores clave.
En conjunto, los resultados del estudio subrayan la importancia del eje microbiota-intestino-cerebro en la mediación de los efectos de la dieta y el ejercicio sobre el ánimo y la función cognitiva. La evidencia experimental sugiere que, aunque la actividad física aporta beneficios para la salud mental y cerebral, su impacto depende en gran medida de la calidad global de la alimentación y del estilo de vida.
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