
Un hombre que perdió sensibilidad y movimiento en sus manos por un accidente logró, por primera vez, mover y sentir objetos a través de la mano de otra persona gracias a un implante cerebral.
Este avance, desarrollado en el Instituto Feinstein de Investigación Médica en Nueva York, constituye un hito en la neurotecnología y abre posibilidades inéditas para la rehabilitación de personas con parálisis, según informó New Scientist.
El protagonista del experimento es Keith Thomas, quien quedó paralizado del pecho hacia abajo en 2020 a causa de un accidente de buceo. El equipo dirigido por Chad Bouton implantó cinco conjuntos de diminutos electrodos en las áreas cerebrales encargadas del movimiento y la percepción de la mano derecha de Thomas. Los resultados fueron publicados en la revista medRxiv.
Estos electrodos conectados a un dispositivo fijado a su cráneo permitieron a los investigadores registrar la actividad neuronal de Thomas y, mediante un modelo de inteligencia artificial, decodificar esas señales para controlar músculos o dispositivos externos.

El procedimiento consistió en enviar las señales del cerebro de Thomas a una computadora, que transmitía instrucciones inalámbricas a electrodos colocados en el antebrazo.
De este modo, los músculos de Thomas obedecieron sus pensamientos y pudo abrir y cerrar su mano. Además, sensores de fuerza en la mano retornaban información táctil a su cerebro, permitiéndole volver a sentir objetos después de años de parálisis.
Sentir y moverse a través de otra persona
En la parte más reciente del experimento, los científicos conectaron el cerebro de Keith Thomas a la mano de otra persona, una mujer sin discapacidad. A ella le pusieron electrodos y sensores en el antebrazo y en los dedos.
Así, cuando Keith pensaba en mover su propia mano, se activaba el sistema y lograba que la mano de la mujer se abriera o cerrara. Es importante aclarar que ella no hacía ningún movimiento por sí misma, solo actuaba como “puente”.

Pero el avance va más allá: al ponerle sensores en los dedos de la mujer, la información sobre lo que esa mano tocaba (por ejemplo, si un objeto era blando o duro) se enviaba directamente al cerebro de Keith. De este modo, él podía sentir a través de la mano de la otra persona, aunque tenía los ojos vendados. Gracias a esto, pudo distinguir correctamente el tipo de objeto en un 64% de las pruebas.
Sobre este punto, Bouton explicó en un comunicado de prensa: “Este porcentaje podría mejorar con la distribución de más sensores y electrodos cerebrales, lo que permitiría distinguir formas y texturas más complejas”.
Después, el experimento incluyó la participación de Kathy Denapoli, otra paciente con parálisis. Keith la ayudó solo con el pensamiento a levantar y beber de una lata, algo que ella sola no podía hacer porque le faltaba fuerza en los dedos.
Para Keith, fue algo “realmente asombroso”, porque pudo colaborar usando solo su mente. Tras varios meses trabajando juntos de esta manera, la fuerza de la mano de Kathy casi se duplicó, es decir, mejoró mucho.

Por último, los científicos señalan que este tipo de cirugía tan avanzada podría no ser necesaria para personas que tengan una parálisis menos grave. Sin embargo, tanto Keith como Kathy encontraron que el trabajo en equipo usando esta tecnología resultaba mucho más animador y efectivo que las terapias tradicionales.
Implicaciones éticas y desafíos futuros
El valor de este enfoque colaborativo fue respaldado por Rob Tylor, miembro de la Fundación Inspire, quien también tiene parálisis y según New Scientist, aseguró que trabajar con otros pacientes mejora notablemente la calidad de vida. El hombre destacó que emparejar personas con motivaciones y perspectivas similares maximiza los beneficios de la rehabilitación compartida.
Más allá de los logros técnicos, la tecnología plantea preguntas éticas difíciles. Bouton reconoció la necesidad de resolver quién podrá beneficiarse de estos procedimientos y cómo asegurar su uso seguro antes de su adopción sanitaria generalizada, objetivo estimado para la próxima década.
Además, sugirió que en el futuro “esta tecnología podría permitir a personas sin discapacidad controlar y sentir a través de otros a distancia”, lo que abriría nuevas formas de interacción humana.

Este potencial también suscita preocupaciones. Harith Akram, de los Hospitales University College de Londres, alertó sobre los riesgos sociales y éticos de permitir que alguien controle y experimente a través del cuerpo ajeno.
Akram señaló posibles daños o delitos cometidos usando un cuerpo distinto, y subrayó la obligación de reflexionar sobre los límites y responsabilidades de innovaciones como esta.
El logro del equipo del Instituto Feinstein redefine las posibilidades de la rehabilitación neurológica y plantea desafíos sobre el impacto de compartir sensaciones y control entre personas, un debate cada vez más relevante a medida que la tecnología médica avanza.
La rehabilitación compartida, la transmisión de sensaciones entre individuos y el control a distancia de cuerpos ajenos abren una frontera llena de oportunidades y dilemas para la sociedad.
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