
Existen diversas condiciones del habla que pueden afectar la calidad de vida. En ese sentido, un reciente estudio internacional identificó de 48 genes vinculados al tartamudeo mediante el estudio de una base en datos genéticos de más de un millón de personas. Una acción que supone un cambio sustancial en la comprensión de este trastorno del habla.
La investigación liderada por el Vanderbilt Genetics Institute, en colaboración con la plataforma 23andMe y otros centros internacionales, redefine el origen del tartamudeo como una condición principalmente genética y abre nuevas perspectivas de abordaje clínico y social, según informó Muy Interesante.
Un respaldo genético sin precedentes
El hallazgo principal se centra en la detección de 57 regiones genómicas asociadas a la tartamudez, que corresponden a 48 genes distintos. Es la primera vez que se obtiene un respaldo genético tan sólido para una condición que afecta a más de 70 millones de personas en todo el mundo y que, durante siglos, ha estado envuelta en estigmas y explicaciones erróneas.

Los resultados recogidos por Muy Interesante apuntan a que la causa principal del tartamudeo está inscrita en el ADN, y no en factores psicológicos o ambientales, como se pensaba previamente.
Metodología internacional y diversidad genética
Para alcanzar estas conclusiones, el equipo científico analizó la información genética de 99.776 personas que reportaron tartamudez o dificultades al hablar, comparada con la de más de un millón de individuos sin antecedentes del trastorno.
El análisis se realizó por sexo y origen ancestral, abarcando grupos europeos, africanos, asiáticos del este y latinoamericanos. Esto permitió detectar diferencias genéticas entre hombres y mujeres, lo que podría explicar la mayor prevalencia en varones adultos, pese a que en la infancia afecta por igual a ambos sexos.

El estudio resalta la importancia de la diversidad genética. Algunas variantes relacionadas con la tartamudez resultaron exclusivas de ciertos grupos ancestrales, lo que subraya la necesidad de ampliar la representatividad en futuras investigaciones para que los hallazgos sean aplicables a toda la población.
Muy Interesante destaca que este enfoque diverso es esencial para comprender la complejidad de la condición y sus manifestaciones.
Relación con otros trastornos y potenciales aplicaciones clínicas
La investigación revela conexiones entre el tartamudeo y otros rasgos o trastornos. Uno de los genes más destacados, VRK2, se vincula tanto a la tartamudez en hombres como a la capacidad de seguir un ritmo musical y a la pérdida del lenguaje en enfermedades neurodegenerativas, lo que respalda la hipótesis del ritmo atípico: las dificultades para procesar el ritmo podrían estar en la base de distintos trastornos del habla y el lenguaje.

Además, se detectaron correlaciones genéticas entre el tartamudeo y condiciones como autismo, depresión, TDAH y obesidad, lo que sugiere una arquitectura cerebral compartida y posibles relaciones bidireccionales.
En el ámbito clínico, los investigadores desarrollaron una puntuación de riesgo poligénico que combina varias variantes genéticas para estimar la probabilidad de desarrollar tartamudez. Esta herramienta demostró eficacia para identificar a personas afectadas en distintas cohortes, especialmente en hombres.
Aunque aún no está lista para su uso inmediato en la clínica, plantea la posibilidad de identificar de forma temprana a niños con mayor riesgo y ofrecerles apoyo terapéutico antes de que la tartamudez influya en su vida social o educativa.
Repercusiones sociales y retos pendientes

El impacto social del estudio es significativo. Durante siglos, quienes tartamudean han sido objeto de discriminación y diagnósticos equivocados. La confirmación de un origen biológico y genético ayuda a combatir el estigma y puede fortalecer la autoestima de quienes viven con esta condición.
A pesar de la magnitud del hallazgo, los autores reconocen limitaciones: la mayoría de los participantes eran de ascendencia europea, lo que restringe la generalización de los resultados. Incrementar la diversidad en las muestras será clave para entender el tartamudeo en distintas poblaciones.
Además, todavía no se conoce con exactitud cómo interactúan los factores genéticos con el entorno, el desarrollo neurológico o las experiencias emocionales, por lo que se considera que este trastorno surge de una combinación de estos factores.

Con este avance, la investigación genética del tartamudeo entra en una nueva etapa. La comunidad científica debe considerar la dimensión genética de la fluidez del habla, y se vislumbra un horizonte en el que la personalización de los tratamientos y la comprensión integral de la condición podrían hacerse realidad en los próximos años, como concluye Muy Interesante.
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