
El uso de auriculares se convirtió en una constante entre niños, adolescentes y adultos a la hora de consumir música, videojuegos y videos. Hoy es habitual que en entornos públicos, como el transporte urbano, haya personas con auriculares insertados o apoyados sobre las orejas.
Esa práctica se hace con el volumen muy alto, y en ocasiones, las consecuencias para la audición no se tienen en cuenta.
“Los jóvenes en particular prefieren música a alto volumen tanto en los auriculares como en los conciertos o en sus habitaciones”, dijo en diálogo con Infobae el científico argentino y profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, Federico Kalinec.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió que más de 1.000 millones de jóvenes entre 12 y 35 años corren riesgo de pérdida auditiva por exposición prolongada a sonidos recreativos de alta intensidad.
¿Qué efectos tiene la exposición a sonidos de alta intensidad?

En diálogo con Infobae, Santiago Monsalve, otorrinolaringólogo, profesor de anatomía humana y de otorrinolaringología y médico del Sector Otología del Hospital de Clínicas José de San Martín de la Universidad de Buenos Aires (UBA), contó: “La potencia sonora se mide en decibeles. Una persona puede empezar a oír sonidos a partir de un nivel mínimo de decibeles. Pero oír no implica entender”.
Por lo cual, para garantizar la correcta discriminación de los sonidos, “muchas veces se requieren potencias sonoras de entre 40 y 60 decibeles durante un diálogo en un ambiente silencioso”, precisó.

En cambio, a los 80 decibeles de volumen, el organismo humano dispara un reflejo para evitar lesionar las delicadas células del oído interno, conocido como “reflejo estapedial”. El estribo del oído se contrae y evita la progresión de presión sonora hacia el caracol.
La exposición prolongada a una potencia sonora de 120 decibeles es deletérea para el oído. “Genera secuelas en la audición y muchas veces, la aparición de un zumbido conocido como acúfeno o tinnitus”, señaló el médico.
Alrededor de los 140 decibeles, la potencia sonora es tal que genera dolor y puede producir una perforación espontánea del tímpano.
¿Cuándo se inventaron los auriculares?

Los auriculares surgieron a fines del siglo XIX. Su invención respondió a una necesidad técnica de los operadores telefónicos para mantener las manos libres durante su trabajo. Durante la década de 1950, las radios portátiles promovieron su uso recreativo.
Más adelante, el walkman los incorporó a la vida urbana en movimiento. En el siglo XXI, la tecnología inalámbrica y los smartphones consolidaron la presencia de los auriculares. Pasaron de ser dispositivos funcionales a objetos de uso personal diario.
Los modelos actuales aíslan del entorno, ofrecen experiencias inmersivas y se usan como herramientas de desconexión. Esta transformación en la manera de escuchar incrementó la exposición auditiva, lo que generó riesgos para la salud. Las consultas por pérdida auditiva en edades tempranas ya no son una excepción.
¿Cuáles son los efectos de los auriculares en la salud humana?

El impacto directo del uso de los auriculares con un volumen alto recae sobre las células sensoriales del oído interno. Estas estructuras, una vez dañadas, no se recuperan. La pérdida auditiva resulta definitiva.
El uso prolongado y a alto volumen genera tinnitus, pérdida de frecuencias agudas, dificultad para entender el habla y sensación de sonidos apagados. Los dispositivos móviles pueden alcanzar 110 decibeles, una intensidad que produce daño en solo cinco minutos.

A partir de los 85 decibeles, el riesgo ya es alto. El doctor Kalinec publicó un artículo en la revista Pinelatinoamericana, de la Asociación de Medicina del Estrés y Psicoinmunoneuroendocrinología. En la entrevista con Infobae, detalló: “Por razones sicológicas más que fisiológicas la mayoría de las personas, especialmente los jóvenes, gustan escuchar música a volúmenes relativamente elevados. Para prevenir que el volumen elevado dañe el sistema auditivo, el sistema de amplificación coclear tiene un mecanismo incorporado de protección de las células sensoriales”.
Si el usuario de auriculares selecciona un volumen alto, en menos de dos minutos el mecanismo de protección coclear libera el neurotransmisor acetilcolina, señaló.
Al producirse ese proceso, “se disminuye la ganancia del amplificador coclear y, consecuentemente, la percepción del volumen del sonido provisto por los auriculares. Esto significa que la música se escucha más baja. Consecuentemente, y de una manera casi automática, las personas incrementan el volumen del sistema de audio de manera que la música suene como antes, y todo el proceso vuelve a empezar”, puntualizó.

“Sin embargo, como el rango de ajuste del mecanismo de protección coclear es limitado, llega un momento en el que la ganancia de la amplificación coclear no puede ser modificada. Esa conducta, repetida día tras día, mes tras mes, es lo que lleva a la degeneración y muerte de muchas células auditivas y, consecuentemente, a una sordera progresiva que puede llegar a ser total en unos pocos años”, afirmó el doctor Kalinec.
Los investigadores alertaron que el uso excesivo de los auriculares genera sobrecarga sensorial, fatiga mental y aislamiento social. También pueden ser una vía de escape ante el estrés. Esta estrategia refuerza el daño: cuanto más se los usa, mayor es el deterioro auditivo y emocional.
¿Cómo se deben usar los auriculares sin riesgos para la salud?

La OMS promueve la regla 60/60. Significa que el nivel del dispositivo no debe superar el 60% del volumen máximo. Su uso solo debería ser limitado a 60 minutos consecutivos. Esta pauta sirve para que las personas no queden expuestas a los efectos destructivos de los auriculares.
“Es importante consultar con un médico especialista en otorrinolaringología ante síntomas tales como zumbidos, mareos, sensación de pérdida auditiva, dolor de oído, supuración. El profesional podrá evaluar correctamente la audición y evaluar la situación de cada persona”, afirmó Monsalve.

Para obtener un diagnóstico, se debe consultar tempranamente y solicitar un estudio de la audición, que puede incluir una audiometría y una logoaudiometría, que mide la capacidad para comprender y discriminar palabras.
Otras consecuencias de la lesión inducida por ruidos incluyen ansiedad, depresión, estrés y aumento de la presión arterial. Esas afecciones deberían ser también tratadas por un profesional.
“Se debería tener en cuenta que el oído interno no se regenera. Por eso, cada persona debe desarrollar hábitos auditivos saludables desde la infancia. De lo contrario, las consecuencias serán irreversibles”, resaltó.
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