
La vida en altitudes elevadas presenta desafíos físicos únicos para los seres humanos, especialmente para las embarazadas. En regiones como Potosí, Bolivia, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, la limitada concentración de oxígeno afecta el desarrollo fetal, generando problemas tanto en el corto como en el largo plazo.
La cantidad de oxígeno que llega al feto a través de la placenta se ve reducida, lo que genera complicaciones durante el embarazo y parto, además de afectar la salud futura del bebé. Investigadores comenzaron a desentrañar los mecanismos biológicos y genéticos detrás de estos efectos y explorar posibles soluciones.
Efectos fisiológicos de la altitud en el embarazo
Uno de los principales problemas en embarazos a gran altitud es la disminución del flujo sanguíneo hacia la placenta. Según Lorna Moore, antropóloga y fisióloga de la Universidad de Colorado, las mujeres indígenas de Bolivia que viven por encima de los 3.500 metros tienen un flujo sanguíneo superior y una mayor tasa de nacimientos con peso saludable en comparación con mujeres de ascendencia europea en altitudes similares.
En ese sentido, Moore estudió estos efectos durante más de 50 años, demostrando que las poblaciones locales desarrollaron adaptaciones que disminuyen los efectos negativos de la altitud en la salud materna e infantil.
En estas zonas, el oxígeno disponible es insuficiente para satisfacer las necesidades de la placenta y el feto. Solo una séptima parte del oxígeno que la madre inhala llega a la placenta, que consume un 40% de esa cantidad.
Este déficit de oxígeno genera complicaciones, como bajo peso al nacer, lo que incrementa el riesgo de muerte infantil y enfermedades crónicas a lo largo de la vida, como diabetes e hipertensión.

Bajo peso al nacer y problemas de salud asociados
El bajo peso al nacer es una de las consecuencias más graves en estos embarazos. Los bebés nacidos a gran altitud, según los investigadores, enfrentan un riesgo de muerte infantil de entre 8 y 20 veces mayor que aquellos nacidos en zonas de menor altitud.
Según el artículo de Knowable Magazine, estos bebés también tienen más probabilidades de padecer enfermedades crónicas en la adultez, como diabetes, hipertensión y muerte súbita.
Las investigaciones sugieren que las adaptaciones genéticas de las poblaciones locales pueden ser responsables de la menor prevalencia de estos problemas en comparación con otras personas no adaptadas.

Adaptaciones genéticas en la altitud
Identificar los factores genéticos que permiten la adaptación a la altitud es clave para comprender cómo algunos grupos manejan los efectos de la falta de oxígeno. Según un estudio de 2014 liderado por Colleen Julian, fisióloga de la Universidad de Colorado, la variante genética AMPK, que regula la energía celular, juega un papel importante en estas adaptaciones.
Julian descubrió que las mujeres bolivianas con dos copias de esta variante tienen bebés un 20% más pesados en comparación con aquellas que no poseen la variante.
El rol de las mitocondrias y el oxígeno reactivo
Las mitocondrias, encargadas de producir energía, también juegan un papel importante en este proceso. En condiciones de bajo oxígeno, aumentan la producción de especies reactivas de oxígeno (ROS), moléculas que pueden dañar las células y tejidos, incluida la placenta.
Sin embargo, como explicó Kim Botting, fisióloga de la Universidad College de Londres, los ROS también son necesarios para aumentar el flujo sanguíneo al cerebro fetal en condiciones de hipoxia. El uso de antioxidantes, como la vitamina C, mostró algunos beneficios en ratas, pero puede interferir con estos procesos vitales en el feto.

MitoQ como solución potencial
En lugar de antioxidantes convencionales, se investigó el uso de MitoQ, un antioxidante diseñado para ser absorbido específicamente por las mitocondrias.
En experimentos con ovejas preñadas expuestas a condiciones de bajo oxígeno, MitoQ mostró resultados prometedores, evitando la disminución del peso al nacer y los problemas cardiovasculares típicos de los corderos nacidos en condiciones de hipoxia.
Según Botting, este tratamiento podría prevenir el daño causado por las especies de oxígeno reactivo sin afectar el aumento del flujo sanguíneo al cerebro fetal.
Precauciones y futuras investigaciones
Aunque los estudios en animales mostraron resultados positivos, Botting destacó que se necesitan más investigaciones clínicas antes de considerar el uso de MitoQ en mujeres embarazadas.
Aunque el compuesto ya está disponible como suplemento dietético y se probó en personas con enfermedades cardiovasculares y neurológicas, su uso en embarazos debe ser cuidadosamente monitoreado por profesionales médicos.
En ese sentido, Botting enfatizó que “no se debería administrar este tipo de compuestos a embarazadas sanas sin una evaluación médica adecuada”.
La revista concluye afirmando que los avances en la comprensión de los efectos del embarazo en altitudes extremas son significativos, pero las soluciones médicas aún deben ser evaluadas con cautela.
La investigación sobre las adaptaciones genéticas y fisiológicas de las poblaciones que vivieron durante generaciones en estas condiciones es fundamental para mejorar la salud materna e infantil en altitudes extremas.
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